Hace más de una década estaba en un bache emocional que me había enredado las entrañas. Por razones que descubriré años después había tenido que salir huyendo de un lugar que consideraba seguro y refugiarme donde fuera posible. Era un trabajador “freelance” que no sabía explicar su trabajo ni entendía muy bien el valor de lo que hacía. En ese bache oscuro recibí una invitación curiosa. Esta historia sucede diez años después del día en que aprendí muchas cosas al mismo tiempo.

Había mucho calor, como es costumbre en esta ciudad que a veces parece comal y otras veces sauna. La cita la habíamos pautado a las cinco de la tarde en un lugar diferente del que siempre nos reunimos. Vale y Luis nos abrieron las puertas de su casa para reunirnos con el colectivo De la Hoja al Vuelo. Pertenezco a este colectivo desde hace varios años y en él aprendí, a invitación de Memo, a manejar el equipo de sonido y más recientemente las luces. En este colectivo se hace teatro con música, o música con teatro, no solo depende a quien le preguntes, sino también depende del estado de ánimo, el clima, el montaje en turno, la sensación del momento y el olor en el aire. Ambas combinaciones son parte de una misma moneda que gira en un volado perpetuo.

Y esa moneda suele caer de canto, a caballo entre ambas cosas nos descubrimos creando. Pero este no era día de ensayo, tampoco había función, lo que decidimos fue sentarnos juntos y descubrir la segunda cosa que más amamos hacer juntxs: comer y hablar de comida.

A la reunión asistimos todxs, algunas parejas, amistades cercanas que han colaborado el colectivo, un número incontable de tuppers, un número consistente de cervezas y por supuesto un número suficiente, de instrumentos musicales. Durante las primeras dos horas la mesa se llena de trastes, platos, cucharas y botanas: ceviche, hummus, banderillas y muchos manjares saturan la mesa. Se destapan las cervezas para aplacar el calor y también fluye alegremente la jamaica para quienes no gustan de la chela.

Llevamos más de un año preparando un montaje que estrenamos hace un mes, y luego de tantas semanas viéndonos se siente diferente el ritmo de convivencia, las carcajadas y las confesiones. Las preguntas superficiales brotan en esta reunión ya que nunca se contestan en ensayo porque invertimos más tiempo en afinar, tocar, recordar líneas y conectar cables. Pero también en abrir nuestros corazones a través de la sutileza del sonido.

Estamos presentando un montaje inspirado en canciones de Violeta Parra y Víctor Jara, por lo que, aunque sepamos poco de la vida cotidiana de lxs demás, si logramos entrever las emociones en las interpretaciones, porque no existe forma de no desbordarse al interpretarles.

Tras un silencio cualquiera, entre tintineo de botellas y latas, salió la primera guitarra y algunas percusiones. No hay mejor encuentro musical que en casa de un percusionista, hasta un pisapapeles puede ser un instrumento y Luis va a ir sacando durante toda la noche juguetes sonoros que nos repartirá entre las personas que no tocamos cuerdas: shakers, cabazas, sonajas, cajón, claves y un güiro harán parte de la fiesta en manos de percusionistas de ocasión.

Entre canciones descubrimos cosas: la potencia de la voz de Ale cuando canta sin micrófono, a Cecil la contrabajista migrando a la guitarra para tocaro una canción propia y dejarnos con un nudo en la garganta, a la también cantante Ana Vicky impulsando el intercambio generacional de música, así como que Nico y yo sabemos de principio a fin Duerme Soñando de El Gran Silencio, aunque no nos alcance el aire.

También volvemos a visitar cosas conocidas: la resiliente energía de Silvia, la incansable alegría de Memo cuando toca. Y más allá del escenario, la música hecha colectivamente es un apapacho al corazón y así nos lo hace saber cada persona que agarró la guitarra esa noche. Sobre los acordes y la improvisación nos fuimos cantando y se fue alargando el tiempo. Cantar es una forma de estar juntxs.

Y con las canciones va aflorando el dolor, recordamos algunas de las cosas que hemos hecho, cantado y acompañado en muchos años de la existencia de un colectivo que se ha preocupado por presentar montajes que dialogan con luchas sociales y en mi mente resuenan muchas preguntas cuando se van enredando las emociones con las canciones, haciéndolas más grandes y complejas.

¿Y si dejamos que esto nos alegre a todxs?

¿Y si dejamos que esto nos duela a todxs?

¿Y si dejamos que esto nos ame a todxs?

Esa noche hubo lágrimas, muchas carcajadas y abrazos. Creo que el gozo de estar juntxs hace que las noches sean eternas y por fin, podamos alcanzar las estrellas.

@RuloZetaka

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