Verdad es que parte de la responsabilidad corresponde al mundo,
por permitir que media docena de hombres o uno solo jueguen con él a la pelota.
Benito Pérez Galdós

La crisis humanitaria que padecemos es como un poliedro: con muchas caras que conforman un mismo cuerpo. Lo decimos porque no es solo el renglón de la seguridad el que anda cojeando, hay múltiples aristas que manifiestan el principio de fatiga en su funcionamiento. Basta voltear hacia la agricultura para ver que el modelo impuesto luego de la apertura de presas y sistemas de riego está agotado. Modernizamos el campo mexicano no para atender un plan nacional de alimentación (que era muy necesario ya en los años cuarenta), sino para responder a las necesidades de un mercado internacional que demandaba productos de alta calidad y a precios de competencia. Para 1965 el modelo exportador vivía sus buenos años, mientras las líneas entre producción y consumo de alimentos dejan cualquier paralelismo para manifestar la caída de las cosechas y el incremento sostenido de lo que comemos.

A partir de allí la factura que paga el país por no tener una estrategia de soberanía alimentaria, marcha así: aquel año importamos alrededor de 100 mil toneladas de alimentos y para 2024 tan solo en maíz registramos una producción de 24.3 millones de toneladas, pero importamos 22.7 millones de toneladas. Treinta años atrás nuestra cosecha había sido de 18.2 millones de toneladas y la importación por un monto de 2.2 toneladas. Más allá de buscar un consuelo en que la balanza comercial agropecuaria entre México y Estados Unidos manifiesta un superávit de 7 mil 795 millones de dólares, tenemos que observar con mucha preocupación que en los años mencionados nuestra producción de maíz apenas creció en un 30 por ciento y la importación en esas tres décadas se disparó en un 1000 por ciento.

En estos días hemos visto un paro nacional de productores de maíz y en nuestra entidad se movilizaron por las calles de la ciudad de Culiacán y en las casetas de cobro de la autopista que cruza más de la mitad de nuestro estado. Reclaman precio para su producto. Y el ofrecimiento del gobierno federal es el de apoyar con 800 pesos sobre el precio que fijen los grandes compradores nacionales. Los maiceros plantean endurecer las medidas que ya han realizado. A la par los trigueros de Sinaloa ya se preparan para marchar desde El Carrizo, municipio de Ahome, hasta la ciudad de Culiacán, reclamando precio para su grano. Lo que complica más la situación que nace desde los productores.

No hace mucho el conocido maestro e investigador Arturo Huerta señaló: ̶ Los gobiernos han priorizado la importación de granos baratos para controlar la inflación, sacrificando la inversión nacional. ̶ Lo que compromete la soberanía alimentaria. Fue más allá: ante el escenario del encarecimiento del dólar o reducción de las reservas nacionales, alerta: ̶ El país podría enfrentar un encarecimiento abrupto de los alimentos, con efectos directos sobre el consumo y los niveles de pobreza. Otras voces están exigiendo que nuestros granos básicos queden fuera del T-MEC, porque significa una camisa de fuerza que impide sobremanera nuestras posibilidades de soberanía alimentaria.

Y regresan a la discusión pública las propuestas de recrear la banca de fomento agrícola, los silos para almacenar la producción y evitar la especulación con los granos, el impulso de la investigación y un claro plan con pretensiones de lograr la soberanía alimentaria de México.

La crisis presente no es sólo de seguridad, tiene muchas caras, pero la atención de sus principales rostros es esencial para el logro de la paz. Por eso reiteramos que además de las medidas encaminadas a gestionar el fin de los problemas centrales de seguridad, inclinemos una buena parte de nuestros esfuerzos a resolver los tropiezos con que hoy se enfrenta la producción de granos, especialmente el maíz. Hace años, con el lema de Sin maíz no hay país se hizo conciencia de la importancia que tiene para el sustento alimentario y cultural de la población mexicana. Pero ante las dificultades que acarrean la reiterada sequía, la actitud de los grandes coyotes industriales y financieros, y la ausencia de políticas del Estado que den cuerpo a una estrategia que se corresponda con soberanía alimentaria, el movimiento de maiceros acuña una consigna patriótica: fuera el maíz de T-MEC.

La importación de maíz se ha vuelto muy preocupante. Ya indicamos arriba como creció un mil por ciento en 30 años. Todo ello nos lleva a reflexionar en la ventaja de tener asegurados alimentos en la mesa y las consecuencias que puede acarrear si están ausentes o hay incertidumbre en su adquisición. Arturo Huerta se refirió sobre el encarecimiento del dólar o lo que puede pasar si nuestras reservas federales sufren una caída drástica: esa situación repercutirá gravemente en la existencia de los estratos sociales más pobres del país. No hemos aprendido una lección básica desde 1965: es preferible producir en México nuestros alimentos, así nos cuesten dos veces más que importarlos, para evitar la dependencia y el que su

No tiene explicación que no se haya llegado a un acuerdo duradero con los agricultores de todo el país, como tampoco el que no se atienda la demanda que plantea dejar fuera de las negociaciones del T-MEC el maíz. Dejar el maíz dentro del T-MEC es seguir soportando la camisa de fuerza que ello significa y ser juguetes de los grandes monopolios extranjeros que nos imponen sus intereses, sin más disfraz que un mal hilvanado discurso de libre comercio. Disfraz que el presidente naranja de Estados Unidos se ha encargado de arrojar con más pena que gloria al bote de la basura. Llegar a acuerdos con los maiceros y trigueros no sólo abre esperanzas de sobrevivencia decorosa para un sector de productores, impulsa la soberanía alimentaria y contribuye a la gobernanza y a mejorar este entorno de incertidumbre e inseguridad. Es importante el trabajo de las corporaciones y fuerzas armadas en la crisis, pero su respetable trabajo, sólo es una parte de lo que tenemos que hacer. El Estado puede hacer más si lo ejecuta junto con la sociedad. Vale.

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