Plebes, en este espacio siempre les seré honesta, tanto como me sea posible sin peligrar aún más mi vida.

Hace unos días, el 29 y 30 de enero se cumplió un año de aquel episodio transfóbico del que fui víctima. A un año, la justicia me sigue siendo negada. Este año ha tenido muchos sin sabores al enfrentarme a muchas caras de la transfobia; no solo calan las caras, sino, el dónde las veo -y las sufro-: mi familia, mi trabajo, la calle, los espacios públicos, en “la justicia”.

Los aniversarios mueven cosas dentro de una, se sabe. A mí, este aniversario me viene a recordar que, pese a mis esfuerzos, quizá nunca pueda ser plena, feliz y libre, sin que por eso pague con mi vida y eso me agüita.

Les quiero platicar largo y tendido de lo ocurrido, así como de lo que está “ocurriendo” sobre ese día, de esas violencias. No he sabido como, he empezado varias veces a escribirlo, pero la rabia me gana. La semana próxima será, es un compromiso contigo que me lees.

Hoy, a un año de todo aquello, les agradezco aún más que cuando me vean me digan que me leen; soy bien pendeja y no se corresponder a los halagos, tendrán que dispensarme es que no estoy acostumbrada a ellos y pues ya sabes, no me los creo y a veces pienso que me mienten. Luego me recrimino y me digo: si serás pendeja, te lo decía en serio y saliste con “ay mana, que cochinadas lees que te gusta lo que yo escribo”.

Bueno, pues nada… nos vemos el próximo miércoles.

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