Pese a que Alfred Hitchcock ya contaba con la reputación requerida para ganarse el mote de «El Amo del Suspenso», nadie estaría completamente preparado para lo que el cineasta británico tuvo reservado para las audiencias en «Psicosis».
La cinta estrenada en septiembre de 1960, adaptación de la novela homónima de Robert Bloch, da inicio con una trama en apariencia sencilla: una secretaria roba una fuerte suma de dinero y, en su huida se encuentra con un apartado motel en medio de la carretera y su tímido recepcionista, quién oculta un secreto perturbador.
Poco se imaginarían los espectadores que estarían por presenciar un punto de inflexión de suma importancia dentro de la historia del cine. Entendamos que el cine de la época, en su mayoría, era dominado por un estilo de narrativa lineal cuyos personajes presentaban una linea moral definida y sin claroscuros.
Además, en una etapa donde el cine gozaba de los avances tecnológicos suficientes para inundar la pantalla de colores, Hitchcock decidió regresar al blanco y negro, además de mostrar elementos considerados tabú como la desnudez parcial, el vouyerismo, violencia extrema y (por increíble que parezca) presentar por primera ve en pantalla a alguien jalando la palanca a una taza de baño.
Considerada precursora del slasher como género cinematográfico, la combinación de tensión psicológica, violencia gráfica y un antagonista de naturaleza humana estableció un modelo replicado por cientos de cineastas desde entonces, resaltando entre ellos John Carpenter y la primera entrega de la saga «Halloween».
Norman Bates es el pilar de la historia. La magistral interpretación de Anthony Perkins alcanza un intrigante balance entre la inocencia y la amenaza. Bajo una sonrisa amable y nerviosa se antepone una penetrante mirada que no deja indiferente.
Las aportaciones de «Psicosis» no se limitan solo a sus influencias artísticas. Durante la promoción de la película, Hitchcock realizó una serie de comerciales narrados por el mismo, presentando la menor cantidad posible del metraje, además de prohibir a su elenco formar parte de cualquier tipo de entrevista para avivar el ambiente de secretismo.
No obstante, lo que fue considerado inicialmente como un capricho publicitario fue lo que moldeó por completo la forma en que las personas asisten a las salas de cine, estableciendo un modelo que permanece vigente hasta el día de hoy.
Durante la década de 1960, asistir a una sala de cine era visto era considerado como una actividad social. Una que no requería de mucho dinero para poder disfrutar múltiples entretenimientos o entablar una conversación amigable mientras iniciaba la función que se deseaba ver.
Con el propósito de realmente dejar huella en la memoria del espectador, Hitchcock exigió a las cadenas de cine establecer horarios estrictos de entrada a las proyecciones y no dejar entrar a nadie a las salas hasta que iniciara una nueva función. Esta insistencia se debe a los dos giros de trama en la cinta, uno de ellos justo a la mitad.
Tras las resistencias iniciales, los propietarios de los establecimientos y ejecutivos de estudios competidores comenzaron a notar que el establecimiento de estos horarios otorgaba a la película una atmósfera solemne a la espera de cada función.
«Psicosis» no solo es un clásico del cine. Es un evento cultural que se atrevió a desafiar las convenciones narrativas y sociales de su época cuyo impacto cultural continua consolidándose con el paso de los años.
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