Solos vamos a lo largo de este túnel
hacia el mismo día y la misma noche.
Hilde Domin
Hablar de postcrisis en el ojo del huracán de una de ellas no debe sorprender. ¿Cómo prepararnos para la nueva etapa, para el día después, si no identificamos los impedimentos de la crisis y las tareas que debemos realizar en su último tramo? La crisis de seguridad presente (emparentada con aristas de otras crisis) nos obliga a reflexionar sobre su profundidad, su grado de evolución, sus alcances y sobre las medidas que deben construirse desde la autoridad y la sociedad para remontarla. En este terreno varios especialistas y organismos de la sociedad están haciendo un loable esfuerzo para dar respuesta a dichas inquietudes. Pero no está demás insistir de nuestra parte en la valía que tiene el campo de la cultura para enfrentar la crisis.
No somos la única sociedad en crisis y quizá no pocas de las otras sociedades vivan ahora crisis tan complejas o más que la nuestra, pero resulta grato saber que no se resignan a padecerlas y que de manera preocupada e inteligente buscan encontrarse con la comunidad internacional para analizar sus problemas y buscar las opciones más viables para resolver su cúmulo de males. Y en entre esas iniciativas bien vale la pena mencionar la convocatoria que en estos días llama a la Conferencia Internacional Política Cultural y Desarrollo Sostenible: Un Diálogo Global. El importantísimo evento se llevará cabo los días 5, 6 y 7 de noviembre en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
¡Quién lo dijera! Una publicación académica, periódica y entrada en años, se atreve a convocar a organizaciones y movimientos sociales y académicos de países de los cinco continentes, para tratar los diferentes campos de la actividad humana que tienen como vértice la cultura. El anterior Encuentro Internacional se realizó en Chile y ahora tendrá como anfitrión al Perú. Para la revista inglesa Cultural Trends resulta importante llevar el debate sobre políticas culturales fuera de Europa, en la idea de inscribirlo bajo el horizonte Norte-Sur, es decir, desde la perspectiva de los países ricos y pobres. Y se espera que el éxito que alcanzó en el Centro Cultural Gabriela Mistral de Santiago de Chile sea superado en asistencia y contenido por el de noviembre.
La agenda del Diálogo Global incluye temas que no desconocemos, como Cultura y desarrollo urbano, Política cultural y derechos de los pueblos indígenas, Cultura para la acción climática, Cultura y desigualdad social, Gobernanza cultural y políticas públicas, Libertad artística y política cultural y Sostenibilidad y patrimonio cultural y La cultura como bien público global. Y los temas tienen como límite la imaginación, por ello nuestros problemas y urgencias también caben en ese Diálogo. Ahora que se ha empeñado el noble esfuerzo de crear el Centro de Estudios de Política Cultural (CEPOC) en Sinaloa, ese encuentro internacional nos convoca a darle puntual seguimiento, pues los antecedentes y las esperanzas que alimenta lo convierte en un obligado referente.
Y cuando nos decidimos a incluir en los diálogos el término de postcrisis, es en el ánimo de buscar en las experiencias internacionales lo que nos afecta a todos y en estudiar en el ámbito local las particularidades que esculpen nuestra identidad cultural (en singular y plural). Hay cambios que la crisis de seguridad actual nos ha impuesto y que pautan nuestras actitudes y comportamientos, pero el origen nos remite a unas tres generaciones de sinaloenses atrás.
Ponemos de ejemplo la iniciativa de Cultural Trends porque desde 1989 trabaja todos los renglones relacionados con la cultura y promueve la participación más amplia de investigadores y activistas. Seguros estamos que en tiempo breve el CEPOC podrá alcanzar un buen nivel de convocatoria a partir de que los proyectos de investigación tomen cuerpo y la presencia social que logre con las conferencias periódicas, su funcionamiento regular y la presentación de una propuesta clara, responsable y contundente para dar pasos hacia la superación de la crisis que actualmente padecemos. Es un trabajo de mediano plazo.
La primera tarea es que hablar de superar la crisis de seguridad debe ser el pan de cada día. Abordarlo de manera franca y bañado con la imprescindible pátina de preocupación ayudará, sin duda, a su análisis colectivo y, logrado este tratamiento del problema, las posibilidades para delinear una propuesta de solución son muy altas. Ello implica no sólo establecer las responsabilidades que le corresponden a la autoridad, sino también asumir las afectaciones al tejido social y las tareas que debemos emprender para sanar el cuerpo social, en el camino a superar la crisis.
No partimos de cero para cumplir con el deber histórico de resolver la coyuntura violenta que vivimos. Es el mejor consuelo cuando pensamos que no podremos situarnos con la frente en alto ante las infancias y adolescencias que ahora nos interrogan por no entregarles una sociedad mejor. Pasemos lista de presente a las cosas que nos han dado arco y flecha para conducirnos en la vida: ¿Acaso perdimos todo sentido de pertenencia? ¿No hay rastro alguno de los valores y creencias sobre los que se levantó nuestra sociedad? ¿Se borraron de nuestro horizonte las tradiciones y costumbres que embellecieron días y humanizaron la existencia? ¿El lenguaje siempre en evolución, ya enterró las palabras, los conceptos y los gestos que forjaron al grupo social, su cultura y su cohesión? ¿Se volvieron humo los símbolos de esta tierra, los que representan nuestra historia milenaria y los que dan rostro, manos y pies a nuestros días y noches de paz y de insomnios? No. Pero reclaman cambios en nuestras maneras de ser y hacer, para entender a cabalidad el momento crítico que vivimos, las cosas que con buen tino hicimos y, desde luego, las omisiones y fallas propias que sentaron las bases de
En lo que no hay duda es en la impostergable necesidad de reencontrarnos como sociedad…
Símbolos:
Elementos visuales, sonoros o conceptuales que representan a la cultura y su significado colectivo.
Cosmovisión:
La manera particular en que una comunidad entiende, siente y percibe el mundo.
Características de la identidad cultural
Es una construcción social:
No es algo fijo, sino que se forma a través de las interacciones y el aprendizaje dentro de un contexto social.
Es dinámico y cambiante:
Se transforma con el tiempo debido a influencias sociales, la tecnología, la globalización y la migración.
No es monolítica:
Dentro de una cultura mayoritaria existen subculturas con rasgos distintivos, y las personas pueden adoptar elementos de diferentes culturas (multiculturalismo).
Es un producto de la agencia humana:
Las personas no solo reproducen las influencias del entorno, sino que también las interpretan, eligen y crean proyectos con ellas.
La importancia de la identidad cultural
Fomenta la unidad y la cohesión social:
Permite a las personas sentirse parte de algo más grande, uniendo a individuos con intereses y valores compartidos.
Aporta un sentido de arraigo:
Ayuda a las personas a comprenderse a sí mismas y a su lugar en el mundo, lo que puede evitar el abandono de sus raíces y tradiciones.
Promueve la diversidad y el respeto:
Al comprender diferentes identidades culturales, se fomenta el reconocimiento y la valoración de la diversidad, ayudando a evitar el etnocentrismo.
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¿Qué es la identidad cultural?
La identidad cultural es el conjunto de manifestaciones socioculturales (creencias, tradiciones, símbolos, costumbres y valores) que les provee a los individuos que conforman una comunidad un sentido de pertenencia y comunión con sus pares.
Dicho de otro modo, se trata de una forma de identificación colectiva mediante la cual los miembros de un determinado grupo social (entendidos como una cultura) se diferencian de quienes no forman parte de este.
Todas las personas poseen una identidad cultural, que en gran parte está determinada por las condiciones de nacimiento y por la cultura hegemónica o mayoritaria recibida. Sin embargo, también influyen los subgrupos que existen dentro de una cultura. Así, dentro de una cultura “oficial” (generalmente coincidente con la cultura o identidad nacional), existen distintas subculturas o subgrupos que, a pesar de formar parte de la mayoritaria, presentan ciertos rasgos diferentes.
Las identidades culturales, además, no son monolíticas o totales. Una persona puede ser más o menos tradicional en su manera de entender y ejercer su identidad y su cultura en determinados aspectos, y en otros puede tender al multiculturalismo, o sea, a la convivencia más o menos armónica de elementos provenientes de diferentes culturas.
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