Saben, bien seguido siento envidia; diremos que envidia de la buena. Es de esa envidia que da por desear tener lo que alguien más tiene, pero sin que esa persona lo deje de tener o tenga menos.

De plebe, en Semana Santa esa envidia se hacía más evidente. Ahora de vieja, no es necesario llegue la Semana Santa, a cada rato la siento.

Por ejemplo:

En la cabecera de Tacuichamona, cada año en estas fechas de Semana Santa se hace tremendo desmadre y hay cosas para chicos y grandes que, el resto del año no vemos.

De muy plebe me carcomía el no poder ir a “los juegos” a pasearnos; que siendo bien justos son unos pedorros juegos que suplican por tantito aceite de perdida de guisar para que aplacaran el rechinido de metal con metal; ahh, pero para una en la sierra y en esas miserias, eso esa más que el viaje de la Katy Perry al espacio. Ustedes vieron como salió la Katy y besó el suelo, pues, pendeja quedaba al lado de una cuando te destrepabas de la “rueda ferri”. Eso esa la pura felicidad.

Por el trauma de sus propias miserias y el porvenir siempre negro, mi papá y mamá veían en eso (la diversión) un gasto que era un lujo que no se podían dar. Hubo veces que, recién habían vendido marihuana o estaban/tenían por vender y en esas veces, bien limitado, pero nos llevaban a “de perdida que les dé el aire”.

Desde antes de ir y aún en el camino nos sentenciaban que solo era un par de juegos para cada uno y alguna otra cosa y que por favor allá nos estuviéramos insistiendo porque no nos harían caso, porque no teníamos dinero. Obviamente, si me hubieran pedido lo habría jurado; allá me portaría como me decía, palabra del señor. La cosa es que llegando se me olvidaba lo jurado y ni Dios padre les salvaba de mis llantos para que me dejan pasearme otra vez en el remolino, varias veces me pegaron allá mismo, eso sí, no dejé la maña de mentir para ir y ya estando allá vénganos tu llanto.

Pero la neta, el pedo no era solo no ir, que ya era mucho. Era que todo el rancho se alborotaba y en todo lugar se hablaba de que irían tal o cual día al pueblo a los juegos. No había forma de escapar de esa plática, varias veces mentí diciendo que según yo, iríamos tal o cual día, aunque supiera que no era cierto. Mentir era un consuelo, deseando que Dios me castigara y si me llevaran por habladora. No faltó que algunas de mis tías nos invitaran, pero pues nunca mi mamá y papá se sintieron cómodxs con que no fuéramos con ellxs; un tanto por no ser ellxs una carga para nadie y otro tanto (más) por el tropo que se echaban a la uña llevándome.

Mi mamá y papá hicieron lo que pudieron con lo que tenía; sí por ellxs fuera, ustedes a mi me dirían Señora Presidenta de la Republica.

Y la neta, tener de papá y mamá a ese par (aún con sus transfobias) eso es algo que sé es de envidiárseme.

Ojalá de vieja como una, ustedes también recuerden lo bonito, aún de estas miserias de ahora.

Se lo lavan.

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