Hay una ausencia de prestaciones laborales en el campo sinaloense. Todas las aristas del problema encuentran el vértice en la frase saliendo y pagando. ¿Por qué lo decimos? Porque la práctica inconstitucional de pagar a los jornaleros agrícolas al término de cada jornada de trabajo bien puede sonar para algunos como cosa buena. Pero basta la primera mirada al asunto para darnos cuenta de todas las consecuencias que encierra ese dicho y la práctica de atropellar todos los derechos que contempla la ley laboral y que han costado decenas de miles de vidas a los trabajadores mexicanos.

Al pagarse cada día a los trabajadores migrantes exime en la práctica al patrón de la afiliación del obrero ante el Instituto Mexicano del Seguro Social y de todo lo que ello conlleva: sin estar afiliado, ¿a dónde acudirá el trabajador en caso de enfermedad o de riesgo de trabajo? ¿Ante qué institución ocurrirá su familia si se enferma? ¿Cómo hacer valer el derecho a disponer de un techo con mínimas condiciones para vivir durante la temporada hortícola? Y en esas condiciones saltan a la vista otras cuestiones elementales como, ¿de qué manera se concretará el derecho a la educación de los hijos de jornaleros?

También agregaremos que si en condiciones de afiliación al IMSS la parte patronal ignora en muchos casos su obligación de otorgar el equipo de trabajo, en estas de total desamparo laboral no requerimos de mayor imaginación para dibujarnos el panorama de una mano de obra que enfrenta su jornada laboral sin el equipo de trabajo indicado, sin la certeza de que está garantizada la atención médica en caso de necesidad y sin la posibilidad de proteger a su familia en un techo al que se pueda acceder por su condición de trabajador.

No faltará quien asegure que en el campo aún existen sindicatos de jornaleros. No pondremos en duda su existencia, pero si su actuación. Es cierto que cobran cuotas que les son descontadas a los trabajadores y ello debiera obligarlos a la atención de los problemas elementales ante las empresas. Pero también es verdad que desde hace muchos años esas organizaciones se volvieron caricatura de su propio pasado. Nada, absolutamente nada, hacen frente a la precariedad laboral.

Recientemente, recibimos en la Comisión Estatal de los Derechos Humanos la queja de un jornalero migrante por accidente de trabajo. La historia es una tragedia que se resume en el abandono y exclusión del obrero en mención.

Por falta de equipo de trabajo el riesgo de un accidente se hizo realidad. Lo pusieron a laborar en un lugar donde el terreno era lodo, en el que había tablas con clavos cubiertas total o parcialmente por esa tierra fangosa y el trabajador atiende las indicaciones de moverse en ese punto cenagoso calzando unos viejos tenis de mala traza. Al no llevar los zapatos de seguridad adecuados, dos clavos bañados de óxido y tierra ahogada en agua contaminada encontraron el punto débil de su humilde calzado y penetraron en su piel y carne. Mismas que lamentan padecer una diabetes que en la existencia de jornaleros es terriblemente difícil de tratar y sobrellevar.

Y en la empresa donde ha laborado tiene una política frente a las tragedias laborales de sus empleados: el departamento jurídico presiona al obrero para que firme un documento en el que declara que no hubo riesgo de trabajo, sino un accidente fuera de la jornada laboral y donde el departamento de trabajo social procura que no vaya a presentarse en el IMSS y si lo hace que no declare que sufrió un riesgo de trabajo.

Todos nos preguntaremos, ¿dónde están las autoridades del trabajo? Hablamos de la dirección del trabajo del estado y de la delegación federal del trabajo. Ni unas ni otras se tibian ante las situaciones registradas. A la sociedad no se le han olvidado los problemas que surgieron en temporadas pasadas en las cuarterías de Juan José Ríos, en las de Ruiz Cortines y en la de Isla del Bosque en Escuinapa. El caso del jornalero Santos no debe quedar sólo en lamentos. Y asumamos que al iniciarse la próxima temporada hortícola todos tenemos el gran reto y la oportunidad de humanizar la situación en viven, trabajan y producen riqueza en Sinaloa decenas de miles de jornaleros migrantes. Todos, pero en primer lugar las autoridades del trabajo. No lo olvidemos. Vale.

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