El último malecón que uno debería de conocer es el de Mazatlán. En mi caso, no llamaría malecón al borde que hay alrededor de los ríos, sé que este comentario es un tanto desafortunado, pero si has estado frente al mar de Mazatlán, especialmente en Olas Altas, sabrás a lo que me refiero. No es solo la gran banqueta que enmarca un cuerpo de agua, es el límite con el mundo. No hay nada que agregarle a un atardecer rosado, rojizo, naranja. Quizá sea por eso que buscamos “ballenas”, todo sea por mantener la boca ocupada y no tirar palabras que no superarían lo que estamos viendo. No hay nada que agregar.

¿No hay atardecer? fue la pregunta que hice sobre el malecón de Sinaloa de Leyva, se rieron porque claramente lo hay, pero mi postal mazatleca era imposible sobre lo que me parecía solo una gran banqueta. “Compraron viento” dijo la muchacha de quien no recuerdo ni su nombre. “Paré antena” y un murmullo me hizo voltear a la izquierda y ahí estaba una banda de viento, sin vocalista pues… los músicos se difuminaban con una enorme red que había, creo que era un puente, me recordó a los barcos camaroneros que alzan sus redes. No, aquello no era mar, pero sí un río que soñó con serlo, y yo creo que eso es hacer TEATRO, no somos la vida, no somos alivio, no somos verdad: soñamos con serlo.

“SE COMPRA VIENTO” porque así es el TEATRO: todo, nada, es ilusión. Aunque venga del mismo lugar, a la misma hora, el viento nunca será el mismo, aunque lo “fresco” nos traiga días de lluvias pasadas. Hace tiempo una amiga muy querida vino al puerto, me dijo que un maestro le dijo que, en las ciudades con playa, con mar, no hay teatro… y es que, aunque no lo notemos, crecer en la costa es diferente. Pero sí hay teatro, pensé. Quizá sea que el espectáculo que tenemos cada tarde, ese ritmo que un “ya que baje el sol” le da a los días, el Carnaval que enmarca el año, los fines de semana de ceviche de sierra, las ballenas: las que viajan y las heladas… quizá todo lo que nos hace ser mazatlecos, no ha encontrado un refugio entre telones. Pero me repito: sí hay TEATRO.

Así que decidimos hacer este espacio para comprar y vender viento, para hablar del TEATRO que se hace aquí en el puerto, pero también de aquellos que se han ido a otros lugares, y que, sin temor a equivocarme, no han hecho más que querer hablar de este “viento”. Es indiscutible que la creación artística siempre es en esencia el territorio, lo identitario. Buscamos abrir un espacio para enunciar nuestra labor escénica desde el respeto y su diversidad, sin juicio, pero sí con una mirada crítica en aras de profesionalizar este arte que hacemos desde el lugar que cada quien puede y quiere. Esperamos no solo generar comunidad teatral, sino entablar conversación y hacer partícipe al público, a quien habita este contexto del que tanto queremos hablar.

Bienvenidos a este espacio seguro, creativo para caminos diversos y posibles. Un espacio para el TEATRO, para la vida y el viento que nos cuentan.

Teresa Díaz del Guante

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