La mayoría de nosotros podemos pensar que la sequía ya es parte de la historia, al menos por este año. Considerando, sin ser asertivos en esto, que las precipitaciones pluviales no han estado tan mal, particularmente en lo que va del mes de agosto. Sin embargo, lejos estamos de decir que lo peor ya pasó, es más seguimos inmersos en esta crisis hídrica, la cual venimos arrastrando por más de 25 años.
Ha sido una pelea silenciosa entre la naturaleza y el humano. Golpe a golpe la madre naturaleza ha ido desmoronando a la especie humana. Lo malo es que las estrategias asumidas en la esquina de los Homo sapiens han sido por demás desastrosas. Mientras que, en la otra esquina ni siquiera se ha preparado un contrataque y aun así la balanza se inclina peligrosamente a su favor.
Un golpe tras otro y en cada asalto vamos perdiendo la batalla. Nos aferramos a seguir con las mismas estrategias de destrucción, como los cambios de uso de suelo, deforestación, incendios provocados, entre otras más. Erróneamente cuando caen las primeras lluvias, respiramos aliviados, pensando que vamos ganando o que ya nos libramos de la sequía y a esperar un año para sacar santos y estampas implorando para que de nuevo vengan lluvias copiosas.
En Sinaloa la temporada de lluvias se extiende de julio a septiembre. Sin embargo, se pueden presentar en el mes de junio, como así sucedió con las primeras lluvias en la sierra de Badiraguato. Lo es que ya tenemos un mes de retraso, recordemos que en julio fue muy poco lo que llovió. Las lluvias se presentaron en la ciudad hasta el mes de agosto, un mes que ya se encuentra en su recta final, por lo que prácticamente nos quedan 40 días de temporada de lluvias. Pero ya estamos pensando en que nos peguen dos ciclones en octubre y con eso la libramos.
Datos de CONAGUA o ¿SINAGUA? indican que para el 20 de agosto de este mes los niveles de las presas en Sinaloa se encuentran en un 23.2 % de su capacidad. Dos de las más importantes en la entidad, la presa Luis Donaldo Colosio ya almacena un 42.3% y la Sanalona tiene el 33.4% de su capacidad. Pero también tenemos otras presas que no han tenido tanta captación, por ejemplo, la presa Miguel Hidalgo se encuentra al 7.3% y la Josefa Ortiz de Domínguez al 7.5% (ver https://cidh.org.mx/almacenamiento-de-presas/).
La lluvia del pasado lunes en Culiacán fue copiosa, colapsó a la ciudad, calles y avenidas repletas de carros varados por las arroyos e inundaciones. En alguno de los tantos videos que circularon llamó mi atención una voz anónima que dijo: “lástima de tanta agua y que no caiga a las presas”. En realidad, si es una pena, pues el nivel del agua en la presa Sanalona apenas se incrementó del día 19 de un 32.3% al 33.4% el 20 de agosto. Las aportaciones fueron de 2.8 Mm3 o 32.8 m3/seg a 7.8 Mm3 y 90 m3/seg respectivamente.
La presa Sanalona es de gran relevancia para la agricultura en México porque sus aguas son vertidas para regar un poco más de 212 mil hectáreas que conforman el Distrito de Riego 010. Sus agricultores son “maiceros”, pues esa gramínea cubrió más de 135 mil hectáreas, con una cosecha de más de un millón 762 mil toneladas, con valor superior a los $8 mil 822 millones de pesos aproximadamente. Ese mismo año la venta de los 19 cultivos que se sembraron en ese distrito de riego superó los 27 mil 720 millones de pesos (https://www.gob.mx/conagua/documentos/estadisticas-agricolas-de-los-distritos-de-riego). De ese tamaño es la importancia económica y agrícola de este Distrito de Riego para la entidad y de ese tamaño es la urgente necesidad el garantizar que las lluvias se generen en las cuencas para que se almacenen en las presas. Es importante recalcar que las aguas no se generan en las presas, las aguas se generan en las cuencas.
El comentario anónimo antes mencionado es una gran verdad (desde luego que también hace falta agua a las zonas costeras). A ese mismo comentario le faltó agregar, “lástima que se lo podamos atribuir a la deforestación y a que no tenemos cuencas sanas”. Datos de CONAFOR señalan que a nivel nacional se ha reducido la tasa de deforestación en un 26% entre el 2019 al 2021. En el 2019 fueron poco más de 226 mil hectáreas las deforestadas y en el 2021 disminuyó a 167 mil 811 hectáreas. Independientemente de la reducción en la tala, que es loable, tan sólo en esos dos años fueron más de 393 mil hectáreas las deforestadas. Superficie considerable de bosque que desafortunadamente no “captó agua de lluvia” para recargar mantos freáticos y detener la erosión del suelo.
La conservación de la “infraestructura verde” como se les dice a estas esponjas arbóreas, son, por mucho, mejor inversión que el aumentar el gasto en “infraestructura gris”, incluyendo toda la red hidráulica. Invertir en infraestructura es lo que se necesita para mover la economía en nuestros fértiles valles, pues sin agua no tendremos la capacidad de producir alimentos ni generar empleos. Es más, la conservación de los ecosistemas en las cuencas debe de ser prioritario para el abastecimiento de las presas. Es una simbiosis que aún no la entendemos cuando de manejo de agua se trata.
Requerimos implementar políticas públicas orientadas a la conservación de las esponjas verdes si queremos nivelar las tarjetas en una pelea en la que uno de los contendientes no tiene una estrategia definida. En el tema del agua la mejor estrategia es captarla en ecosistemas sanos, pues este recurso natural es el más importante que tenemos. Sin ligar a dudas el motor del desarrollo económico y social en nuestra entidad, que se encuentra a punto de ser noqueado.
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