̶ La vida no pasa sin dejar huella en cada pliego del alma. ̶ Dice angustiada Julia Navarro. Y esa verdad alcanza un gran sentido en el entorno que da rostro y esencia a la coyuntura que estamos viviendo. Once meses después de que tomara vuelo la Ola violenta que aún ahoga las diferentes aristas de la vida en amplias zonas de Sinaloa, nuestro pensamiento se hermana al de la autora de El niño que perdió la guerra. Y en el proceso en que hacemos el obligado recuento de los daños que sembró y siembra la crisis múltiple que padecemos, reconozcamos que de manera paralela va surgiendo una filosofía de resiliencia que permite otear no sólo lo que hoy podemos aportar para enfrentar la situación crítica, sino imaginarnos la primera etapa post crisis.
La primera lección que nos ha quedado muy clara a los sinaloenses es que lo peor que nos pueda suceder es la resignación ante la situación que vivimos y cruzarse de brazos, esperando cualquier desenlace. Por eso levanta los ánimos ver a varios estratos sociales movilizarse y hacer planteamientos que les permitan no sólo sobrevivir la crisis económica y de seguridad, sino darle un verdadero sentido humano, de progreso, de victoria al horizonte próximo. Vemos que ni los grupos sociales que han padecido la peor parte de la tragedia, como los familiares con desaparecidos, ni se han encerrado en las cuatro paredes de sus hogares, ni permanecen de rodillas esperando por un milagroso retorno de sus seres queridos. Ellos y los vendedores ambulantes, los agricultores, comerciantes pequeños y medianos, plantean apoyo para supervivencia de sus actividades. Y hacen bien.
Y a la par de la movilización de productores, restauranteros y familiares de víctimas, hay esfuerzos de la autoridad en las últimas semanas. Con la abrumadora presencia de 12 mil policías y elementos del Ejército y la Marina se está logrando una leve, pero importante declinación de los delitos. Si las estadísticas siguen ese anhelado declive dentro de algunos meses podremos hablar de una clara tendencia a la normalidad vivida antes del pasado día 9 de septiembre de 2024. Pero este es un asunto que aún está por verse. Mientras, la cotidianidad policial en todos los barrios de la ciudad de Culiacán y la autopista Culiacán Mazatlán, no deja de preguntarnos: ¿Debemos apostar por un Estado policiaco para resolver la crisis?
Junto a la pregunta anterior, se empalman muchas reflexiones sobre las tareas que reclaman de nuestro esfuerzo: imposible dejar de lado los cuatro ejes que la presidenta Claudia Sheinbaum planteó para superar la crisis en mención, pero después de hacer público el plan no hemos visto acciones que se encaminen a cubrir el primer eje, ese que habla de la atención a la juventud: desarrollar todo un plan en materia de educación, deporte, arte y promoción de la cultura, que rompa los moldes, prácticas y la tacañería en criterios dominantes y en presupuestos, permitiría un despertar desde los barrios, las escuelas y los espacios públicos, más grande y generoso que en la segunda parte de la década de los años 30 del siglo pasado.
Y qué decir de la promoción del empleo, sobre todo al que la OIT llama Trabajo decente, es decir, la ocupación que implica un salario bien remunerado y con las prestaciones de Ley. Pero, ¿cómo atajar a las decenas de miles de jóvenes que en el país se inclinan por actividades ilícitas?, si el diseño de nuestra economía margina al 48 por ciento de nuestra mano de obra a la informalidad y un porcentaje importante de los que trabajan como obreros y empleados malviven con ingresos que se califican como de pobreza extrema. Y ni las reformas laborales ayudan a superar el problema de la desorganización laboral, pues apenas el 12.8 por ciento de esos trabajadores están afiliados a un sindicato.
Y como estamos en vísperas de elaborar presupuestos para 2026 y presentarlos ante el Congreso Nacional y congresos estatales, ahora es muy pertinente insistir en que esos presupuestos deben responder prioritariamente a las necesidades para superar la crisis presente: crear empleos en las zonas deprimidas permitirá espantar el fantasma de la miseria y de eterna desnutrición entre sus habitantes; también hay que señalar que la inversión en pesca espera mejorar sustancialmente el esfuerzo que allí se realiza. Y algo que está fuera de discusión es el respaldo que necesitan y merecen los productores de alimentos. Garantizar que la comida llegue a todas las mesas y hogares, pasa por ese apoyo incondicional a quienes hacen productiva la tierra.
Y por encima de todo, recordemos que un inaplazable anhelo es alcanzar el Estado de derecho en Sinaloa (y en el país). Lograrlo no será cosa fácil ni pronta, sobre todo si ello contempla todo el universo de quienes hacen ejercicio de conductas antisociales. Pero una tarea urgente y que debe realizarse junto al cumplimiento de las tareas de seguridad es vigilar el comportamiento de las corporaciones policiales y de las tropas que participan en las tareas de pacificación en Sinaloa. Debe existir un respeto irrestricto a los derechos humanos en cada acción de seguridad. Partamos de la realidad cruda que vivimos y reconozcamos: Si la violencia que padecemos es ya una calamidad, entonces la prioridad en la acción de la autoridad debe ser eliminar cualquier exceso o abuso en el ejercicio de sus funciones. La violación a los derechos humanos no sentará ninguna plataforma para la vida democrática de la entidad y del país. Por eso hay que hacer de los derechos humanos cultura y práctica de las políticas públicas en materia económica, política, social y cultural.
En el balance que hagamos el próximo 9 de septiembre, sin dejar de reconocer las pérdidas que hemos sufrido, seguramente serán mayores las cosas positivas que pesen al hacer las cuentas, lo que nos permitirá ver con esperanza las oportunidades que la coyuntura nos presenta en el futuro inmediato. Por las generaciones que nos vienen pisando los talones, tenemos que estar a la altura de la exigencia histórica. Vale.
X @Oscar_Loza
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