El mundo es un lugar extranjero.
El mundo era (es) como los poemas de Baudelaire,
Rimbaud y Verlaine: incomprensible y apasionante.
-Paul Auster
La información con que contamos no da para afirmar que la crisis de seguridad toca a su fin. Pero con todo ello, el momento que vivimos nos impone trabajar por la postcrisis. Lo planteamos porque aún sin saber qué tanto se prolongue la ola violenta, tampoco esperaremos a que nos tome por sorpresa ese momento anhelado de la normalidad en la vida pública y en la existencia de cada una de las familias sinaloenses.
Y porque estamos convencidos de que trabajar por la postcrisis ayuda a mantener vivo el optimismo que nos caracteriza, a preparar el terreno para la nueva etapa que más temprano que tarde recalará en nuestra entidad y aporta un recurso invaluable para superar la presente crisis, pues la disposición para enfrentarla lleva aparejadas algunas actividades que pueden acercar ese final.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de postcrisis? Ni más ni menos al momento en que podamos afirmar que la Ola violenta que se nos vino encima el 9 de septiembre comienza a ser historia, cosa del pasado.
Hablar de postcrisis hoy es no dejar que nos gane ningún aire pesimista ni de resignación ante esta pesadilla que se ha prolongado por el espacio de más de once meses.
La sociedad siempre cuenta con los recursos morales para hacer frente a sus problemas en todo momento. Y la fuerza material que ello le da se vuelve invencible. Mujeres y hombres han vivido y sufrido todos los problemas e inconveniencias que la crisis de seguridad parió y sigue pariendo, pero cada uno de esos problemas e inconveniencias fueron y son asumidas como lecciones que permiten la reflexión y la disposición para diseñar medidas concretas para remontar la crisis.
Hablemos de esas medidas. La presidenta Claudia nos habló hace varias semanas de cuatro ejes para salvarnos de la crisis de seguridad. Es importante que abordemos ahora el primer eje: ese que fue concebido para atender a los jóvenes en este momento tan difícil por el que atravesamos. La atención a los jóvenes tiene que pasar al menos por tres renglones sin que valga el regateo de ninguno de ellos: abrir las puertas de la educación de par en par para ellos. No vale después de ese planteamiento que nos digan que ya no hay espacio en las aulas, porque entonces nos quedamos a medio camino. Sólo con las buenas intenciones, pero de esas, como dice la filosofía popular, está adoquinado el camino del infierno.
El objetivo del eje primero es poner distancia entre los jóvenes y las actividades relacionadas con el narcotráfico y todos los renglones ilícitos emparentados con el mismo. Hablar de ello es ofrecer una alternativa de ingresos legal, legítima y moral. El Estado, en sus diferentes niveles, debe destinar un renglón importante de su presupuesto a invertir en fuentes de empleo para los jóvenes. Y tal ofrecimiento no se limitará a esa opción llamada de empleo temporal, porque esa medida lleva al enojo y desesperación social cuando concluye, sin ver salida a una situación de por sí incierta.
Retomar en todos los sentidos los espacios públicos con que contamos será de mucha ayuda. Ocupar de nuevo los parques, estadios, campos deportivos de escuelas, bibliotecas públicas, plazas (incluidas las comerciales) y las calles mismas, nos devolverá el sentido de pertenencia al barrio donde vivimos, a la ciudad que habitamos y su historia. Hacerlo de manera masiva y permanente impondrá a propios extraños el respeto que merece la sociedad sinaloense.
Conscientes de las pérdidas económicas en general y de las que pertenecen a los ingresos públicos, no creemos que la mejor conclusión que debamos tener sea que todo ello nos impone limitaciones para incentivar las actividades económicas en general, sobre todo las clasificadas como esenciales. La pandemia reciente de Covid-19 nos dejó una experiencia que debe retomarse: echar mano de todos los recursos posibles para incentivar la vida productiva y permitir que, aún las familias y trabajadores más vulnerables, sean incluidos en la alternativa de apoyos.
Si partimos de que ahora los ayuntamientos, las entidades federativas y también la Federación no deben recurrir a la deuda, habrá que recordar que lo han hecho para favorecer a banqueros y empresarios de la construcción, ¿por qué no ahora?.
Abundamos en el tema: en muchos de los casos no se trata de entrar en el terreno de las deudas, sino de compartir sacrificios.
Nos referimos a la renuncia de no cobrar el llamado Derecho de piso a los vendedores ambulantes, en el caso de ayuntamientos, y de posponer (no de anular) las obligaciones en el pago de los impuestos o de las cuotas del IMSS. La solidaridad desde las instancias del poder hacia quienes promueven el desarrollo económico del estado en estos momentos vale oro. Disminuir las tasas de interés para créditos puede ir en alivio de los empresarios de todo nivel urgidos de contar con dinero contante y sonante. Y los apoyos directos a sectores con mayor razón.
Un recurso que no se ha explotado mayormente es el acercamiento de las autoridades con los diferentes sectores de la sociedad. No sólo será muy sano hacerlo, pues de ese proceso se generaría una empatía de mayor calado y las posibilidades infinitas de coincidir en los planteamientos y, sobre todo, en las medidas comunes que se acuerden en dicho acercamiento. La sociedad y sus sectores no son adversarias de su Estado. Y si el Poder dimana del pueblo, como lo dice nuestra Constitución, la solución a conflictos del tamaño de la ola violenta que nos acompaña como sombra día y noche, sin duda vendrá de la coincidencia activa entre la sociedad y su Estado. Trabajemos desde ahora por la postcrisis. Vale.
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