Las manifestaciones de la sociedad civil en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno, son legales y legítimas en un proceso político electoral en marcha, porque se trata, propiamente, de expresiones políticas respaldadas y promovidas por los partidos de oposición que participan en el proceso y buscan, legítimamente, regresar al control del gobierno y a los beneficios que obtenían de éste.

Es decir, no se trata de organizaciones ciudadanas independientes, con objetivos y planteamientos propios, al margen de los intereses político electorales que están en juego, sino de organizaciones que se constituyeron como parte de la superestructura ideológica –que no es parte de base económica ni del Estado— pero que fungen como una extensión ideológica y de adoctrinamiento de los postulados de la clase que ostenta el poder económico para darle estabilidad y continuidad en el control del gobierno –control perdido el 2018—.

Aquí la confusión es porque esas personas y organizaciones de la sociedad civil  que se manifiestan contra el gobierno de López Obrado se formaron predominantemente al amparo de los gobiernos neoliberales en las últimas cuatro décadas o que se formaron como estrategia de reacción, –complemento de los partidos políticos de oposición—, ante la pérdida del control del gobierno y –como consecuencia—, ante la pérdida de diversos beneficios legales y extralegales que disfrutaron durante décadas,  por lo cual, su molestia es natural.

No hay que confundir, la sociedad civil en general, que se expresa con libertad, que ha existido históricamente, al menos desde la revolución francesa, y que es necesaria en una relación de convivencia con el gobierno, con las manifestaciones políticas expresadas en contra del gobierno de López Obrador, de organizaciones civiles aliadas de los partidos de oposición, que pretenden la destitución del gobierno porque les quitó los beneficios que los anteriores les daban. Es decir, no hay que descalificar ni satanizar a la sociedad civil porque algunas organizaciones, creadas durante los gobiernos neoliberales, se manifiestan en contra del gobierno de la 4T.

 

La coptación de liderazgos de CSG

 

A finales de los 80, tanto por su propia naturaleza de neoliberalismo político como por la necesidad de legitimar el triunfo electoral de 1988 –empañado por la “caída del sistema” de cómputo electoral—, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari emprendió una activa estrategia de coptación de liderazgos y expresiones políticas y sociales, otorgándoles empleos, concesiones y diversos beneficios –especialmente a destacados intelectuales y representantes de medios de comunicación—, lo que en parte evolucionaría luego en la multiplicación de organizaciones civiles y no gubernamentales con presupuesto del Estado, fortaleciendo así una sociedad civil fuerte que justificara y defendiera del modelo neoliberal del que se estaba beneficiando.

Así, con los intelectuales, los medios de comunicación y los liderazgos sociales coptados, no habría voces discordantes que cuestionaran las acciones del gobierno para el regreso del conservadurismo, como el desmantelamiento del campo, la venta de la tierra ejidal, la venta de las empresas de Estado a precios de regalo a los amigos, el fracaso de la economía de mercado que se estrelló de una cultura milenaria y el rápido aumento de la pobreza, que se intentó paliar con el Programa Nacional de Solidaridad –PRONASOL—.

No obstante, el silencio de los nuevos aliados era interesado. Líderes de organizaciones sociales, intelectuales y medios de comunicación, legitimarían el saqueo y el empobrecimiento de la población a cambio de jugosos beneficios y negocios particulares.

 

Es natural, entonces, que la sociedad civil (organizada), formada y alimentada durante los gobiernos neoliberales se manifieste políticamente contra el gobierno de López Obrador, porque éste les ha quitado esos beneficios. Queda claro entonces que esa sociedad civil es parte interesada en el conflicto político y que, por tanto, estas organizaciones son, hasta cierto punto, extensión y/o complemento de los (ahora) partidos de oposición.

Sociedad civil ideológica

 

Si entendemos que sociedad civil es toda la sociedad que no es parte de la sociedad política o de la estructura del Estado, encontraremos que la mayor parte de la sociedad no está organizada de manera independiente –y que no se manifiesta públicamente—, pero que en su expresión individual del voto determina la continuación o no del rumbo del gobierno, como sucedió en el 2018, a pesar de que los aparatos ideológicos del Estado se expresaron en una posición contraria al voto que emitió la mayoría de los electores.

Sin embargo, no todo es blanco o negro y también hay una parte de la sociedad civil, quizá marginal ahora, que no tiene sus intereses directos en el conflicto político y que no se manifestó ni se manifiesta contra el gobierno de López Obrador, y que –si se le reconoce y la alienta— podría llegar a ser tanto o más importante que la que hoy se manifiesta contra el gobierno, por lo que es necesario revisar la postura de la 4T en relación con la sociedad civil, pero no con la agazapada en las trincheras de la oposición política, sino con una nueva sociedad civil que, como tal, juegue un papel importante en la consolidación de las transformaciones sociales.

Si bien, en el proceso de transición y más concretamente en la coyuntura electoral, la actual sociedad civil ha jugado un papel político, complementario de los partidos políticos de oposición, en contra del gobierno, la decisión de considerar enemiga a toda la expresión pública que no comparte la posición del gobierno es errónea en perspectiva puesto que, en primer lugar, la sociedad civil es inherente al sistema de producción capitalista, es decir, existe de manera natural y ha existido históricamente fuera de la estructura del Estado y en segundo lugar, la función histórica de la sociedad civil no es antagónica del Estado, sino más bien complementaria.

Es decir, aunque en este proceso de transición, estas expresiones de la sociedad civil juegan un papel de acompañamiento político de los partidos de oposición, por lo cual, sociedad civil y gobierno de la 4T aparecen en trincheras distintas, en el mediano y largo plazo deberán revisar su relación, pues la función de la sociedad civil no es ser enemiga del Estado, por lo que no se le debe encasillar con esa etiqueta.

Si revisamos la historia encontraremos que la sociedad civil ha existido históricamente desde el inicio de la modernidad en todas las sociedades democráticas, incluso en los regímenes cerrados –aunque con menor capacidad de expresión—, y seguirá existiendo mientras exista el capitalismo, porque es inherente a este y por tanto, carece de sentido combatirla.

 

¿Sociedad civil enemiga o enemigos de la sociedad civil?

 

Sin embargo, encontramos que en el propio gobierno se ha cerrado la puerta de la 4T a toda expresión de la sociedad civil, descalificándola como corrupta y aliada de la oposición –y aunque hay suficientes razones y evidencias para ello—, con este hecho se descalifica también a cualquier intento de expresión de sociedad civil que sí comulgue con la cuarta transformación pero no esté interesada ni dispuesta a someter su expresión al juego y a las reglas de los partidos políticos –Morena y sus aliados—. El hecho de que estas expresiones no se sometan a las reglas de estos partidos políticos para poder expresarse, no implica que estén del lado de la oposición ni que sean enemigas de la 4T.

Por otra parte, encontramos que la transformación social, a la que se aspira en la 4T, es mucho más que política y elecciones, porque abarca a todos los campos de la vida social, la economía, la educación, la cultura, la justicia y la ética de las relaciones humanas para configurar un nuevo modelo de desarrollo humano y social –y por ello ha convencido a la mayoría de los mexicanos—, sin embargo, en la práctica, muchos de los beneficiarios de los puestos de elección y de gobierno en esta transición se han empezado a erigir en una nueva élite de poder, que no comparte los mismos principios éticos de la 4T y se observa más interesada en el poder por el poder que en el respeto a las libertades y el desarrollo social y humano.

Y si bien hay que reconocer que han estado ahí en una circunstancia y han sido parte de la coyuntura política y del inicio de la transformación, eso no los convierte en propietarios del proceso ni de los puestos del gobierno. La Cuarta Gran Transformación Social del país no puede ser sólo política electoral o de gobierno, sino una verdadera transformación social, cultural y ética, en la que estén en el centro la justicia social, la equidad, la honestidad, la libertad, la inclusión y el respeto a la diversidad y al ambiente, como valores fundamentales de un nuevo modelo de relación social y en la que la sociedad civil juegue un papel relevante.

Ser candidato de Morena ya no es garantía de triunfo

 

La 4T ya está en marcha y difícilmente los electores volverán a votar mayoritariamente por regresar el viejo régimen de saqueos y privilegios en unos cuantos, de eso no hay duda, no hay vuelta atrás, sin embargo, la duda es en torno al rumbo que seguirá en adelante, si los profesionales de la política incrustados en la ola transformadora tienen la suficiente madurez para promover una transformación social y cultural inclusiva, con la participación de todos los sectores o se cerrará sólo a los sectores que pueden controlar y mandar verticalmente para obtener los votos necesarios para seguir en el poder.

No hay duda de que los pobres son más muchos que los ricos (aunque éstos tengan más poder de comunicación) y por tanto, tendrá más votos quien tenga de su lado a los más pobres, que son mayoría, sin embargo, entre los extremos de ricos y pobres hay una franja electoral muy importante que en el 2018 y en el 2021 se definió muy claramente por los candidatos de Morena, que comparten los ideales de la 4T, pero que en todo este tiempo no se han sentido escuchados, atendidos ni incorporados al cambio, por lo que, si bien, difícilmente votarían por la oposición, bien podrían ejercer un voto cruzado, dependiendo de quienes sean los candidatos, su perfil y trayectoria reciente, pues aunque Claudia Sheinbaum presenta una ventaja muy significativa frente a los candidatos presidenciales de Movimiento Ciudadano y de la alianza PRI-PAN-PRD, en lo local, ser candidato de Morena o de sus partidos aliados, a diferencia del 2018 y 2021, esta vez no es ninguna garantía de triunfo.

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