¿Por qué el presidente Andrés Manuel López Obrador no pudo cumplir su compromiso hecho al magisterio durante su campaña de hacer que se democratizara el SNTE? Los operadores del neoliberalismo que controlaban –y aún controlan— algunas áreas del gobierno, como el sector educativo y el poder judicial, urdieron una audaz estrategia en equipo para conservar el poder por tiempo indefinido, sin importar el partido que esté en el gobierno –estrategia que les ha funcionado muy bien— y ello implicaba impedir la democratización del SNTE.

Al principio, en el 2019, se atrincheraron jurídica y políticamente, con el apoyo del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, desafiando a la cámara de diputados, a la cámara de senadores, al INE, a la secretaria del trabajo y al propio López Obrador, pero luego lo convencieron de que convenía más controlar al SNTE que democratizarlo; que era más rentable para fines políticos pactar con su dirigencia la sumisión total en cuestiones de índole laboral y el apoyo electoral, que democratizarlo y perder su control político electoral en manos de dirigentes radicales o mercenarios, en medio de una dura confrontación con la ultra derecha apoyada por los partidos de oposición y los grandes medios de comunicación.

La conveniencia política se impuso y así transcurrió el sexenio. En esa misma lógica, Alfonso Cepeda Salas fue uno de los primeros en ofrecer su adhesión a Claudia Sheinbaum y comprometer el apoyo del SNTE a su candidatura a cambio de obtener para sí una senaduría, diputaciones federales, locales, alcaldías y regidurías para sus seguidores y mantenerse en poder del sindicato para seguir garantizándole su control político electoral en el siguiente sexenio. En conclusión, ya no será prioritario democratizar el SNTE.

EL ENGAÑO Y LA REFORMA IMPENSABLE

 

Ante lo que los operadores del neoliberalismo consideraron una embestida de la 4T que afectaría sus intereses creados por décadas en el gobierno, urdieron sacar de la reforma laboral del 2019, a los sindicatos del Estado, de tal forma que la democratización establecida en la reforma laboral sólo sería obligatoria para los sindicatos de los trabajadores de las empresas privadas pero no para los sindicatos de trabajadores del gobierno ¿Lo hicieron de acuerdo con Morena y la Secretaría de Gobernación?

En la amplia publicidad a la reforma laboral de la LFT se escondió el engaño a los maestros que esperaban la obligada democratización del SNTE. Y fue hasta que interpusieron solicitudes de amparo contra la aplicación del reglamento de elección interna –que no contemplaba la renovación de su dirigencia nacional ni la democratización del SNTE— que fueron rechazados por los jueces, que se enteraron que la ley (LFTSE) que rige a su sindicato no había sido reformada sustancialmente en el 2019 y, por tanto, que el SNTE no estaba obligado a democratizarse.

Mientras que en la Ley Federal del Trabajo se establecen con mucho detalle todos los requisitos de los procesos de renovación de sus dirigencias sindicales, para los sindicatos de trabajadores del gobierno sólo se establece que serán electos por voto universal pero deja libre el proceso y el nombramiento de autoridades electorales, permitiéndoles manipular los tiempos y los procesos, como ocurrió con el SNTE, donde, primero, no se renovó la dirigencia nacional y segundo, se le permitió manipular libremente la renovación de dirigencias seccionales.

Sin embargo del equipo de operadores del neoliberalismo fue más allá. Es decir, no sólo impulsar la defensa jurídica, sino operar, también, en el terreno político. Mientras se le exigía a Alfonso Cepeda la democratización del SNTE, en el 2019, éste hizo acuerdos electorales con el PRI para las elecciones locales en Hidalgo y Coahuila en el 2020 y amenazaba con repetirla en las elecciones de gobernador en 16 estados en el 2021, por lo que se iniciaron las pláticas político-electorales.

El presidente López Obrador cedió su interés en democratizar al sindicato a cambio del apoyo electoral de éste y su sumisión en la cuestión laboral. Morena y el SNTE iniciaron así una alianza electoral que se concretó en el 2021 y que se refrendó en el 2024, sentando las bases para el nuevo cacicazgo de Alfonso Cepeda Salas, quien debió relevarse en febrero de 2024, por lo que tiene cerca de un año en la ilegalidad y no hay fecha para su relevo.

Para poder obligar al SNTE a democratizarse –con argumentos y bases jurídicas— hay que corregir el “error” legislativo del 2019 y reformar también la LFTSE, no sólo la LFT, lo que implicaría la obligación de democratizarse, también, a todos los demás sindicatos de trabajadores de los tres poderes de la unión –legislativo, ejecutivo y judicial— y por tanto de todas la secretarías, dependencias del gobierno y organismos descentralizados del gobierno federal. Este reforma es poco probable en el corto plazo, por lo que, en conclusión, el SNTE no se democratizará.

Así que, si se quiere cumplir el protocolo de cambio de dirigencia nacional, lo más probable es que se llame a una reunión cupular de expresiones sindicales y se acuerde el nombramiento de una nueva dirigencia, en el que Cepeda llevaría mano. O en su defecto, acordar el lanzamiento de la convocatoria aplicando las indicaciones del actual reglamento de elección, totalmente controlada por la dirigencia nacional –como se han hecho las elecciones seccionales— y en la que Cepeda sigue siendo mano.

¿Logrará Alfonso Cepeda Salas imponer a su sucesor para iniciar un nuevo cacicazgo en la dirigencia magisterial, sumándose a Jesús Robles Martínez, Carlos Jongitud Barrios y Elba Esther Gordillo Morales, en la histórica lista de caciques del SNTE?

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