Lo poético es siempre para mí la síntesis dentro del teatro, es decir, creo que como creador escénico uno busca la imagen, la coincidencia entre lo que pasa, el tiempo y lo que se dice -que todo tendría que ser un artilugio que sucede al tiempo- y uno como espectador busca capturar o quedarse en la brevedad del presente que ya sabemos que solo habita un par de segundo. Si bien no todo puede medirse igual porque cada proyecto atiende y parte de lugares distintos, creo que lo “poético” logra condensar, eleva y conjuga lo que pasa en escena. Lo que para mí sí es medida cuando voy al Teatro y sobre todo cuando decido escribir sobre él, es que tengo que salir sin saber cómo desarticular la pieza, el asombro es uno. Aclaro esto porque las primeras letras parecen de alguien más, pero no, es un ejercicio que regularmente hago cuando voy al Teatro, escribir las “imagenes”.

Este texto que no sabría cómo clasificarlo pues mi intención solo es hablar el Teatro. Este año La Mandrágora Teatro cumple 25 años de trayectoria, grupo establecido en Los Mochis, Sinaloa. Sí, no solo en el centro hacemos Teatro. Empiezo por ahí, en el asombro de cómo un grupo ha logrado tal vigencia lejos del centro, habría que echarnos una buena conversación porque con todo y lo que estar en Culiacán beneficia, la verdad es que en los últimos años hemos visto surgir agrupaciones que van desapareciendo. Y es que, el que un grupo sobreviva no solo es un asunto de recursos económicos o de apoyo institucional, sino de la constante búsqueda creativa. Diferenciar la ocurrencia de lo recurrente. En este sentido y dadas las circunstancias en la que se crea en este Estado, sin duda ha sido la constancia en todos sus sentidos lo que ha sostenido a este grupo. No está demás decir que la comunidad teatral vive en una nebulosa donde la “trayectoria” no siempre está vinculada desde el quehacer, sino en una serie de dinámicas que tienen más que ver con lo político o la “figura” del artista, esto lo menciono porque La Mandrágora ha tenido presencia en otros países, en festivales diversos y también en programaciones nacionales que sin duda deberían de validar el nivel grupo, pero ese es otro tema -gran- por cierto.

Constelación Utopía es una obra producto de un PECDAS de Claudia Arana, quien por cierto forma parte de Creadores Escénicos 2024. Románticamente podría definir a esta obra como un poema de papel llamado Topolobampo. Uno llega y ve una mesa de “trabajo” luego una mujer transita y deja una maleta, unas piedras o sueños se colocan, son los cimientos de lo que después  sería la utopía de Owen. De la maleta Claudia saca un paisaje seco, entonces el azul de la mesa sabemos que es el mar. Luego llega  Owen. Debo decir que el trabajo, la factura de todo lo que muestran, va de una belleza y no sorprende que sea así, porque al final Claudia te permite apreciar el trabajo y hay tanto cuidado y corazón ahí… “Esto lo hice a mano” te dice Claudia mientras te va mostrando todo el bello material que tiene. “Hecho a mano” creo que así podría definir el trabajo de Ramón Briceño y Claudia, creo que solo así. Desde el cuidado del trabajo, han logrado mantener una propuesta por 25 años que además rompe con esta idea “identitaria” que tenemos del Teatro y el concepto de lo Regional.

Owen llega a la Bahía de Topolobampo, respira el lugar, lo mira… llegada la noche se acuesta sobre unos durmientes de tren -bellísimo- y ahí, cobijado por la noche, sueña con la utopía. Debo decir que esta escena es por mucho bellísima. Owen sueña con el mar, el sueño le dicta lo que tiene que hacer: traer a personas en barco y luego una ciudad despierta.

El personaje central es Owen y sus sueños. En la progresión de la obra nos van narrando el cómo Owen llega al norte de Sinaloa, sueña con esta Utopía, sueña con construir  vías del tren, y hacer en la bahía de  Topolobampo, una colonia  socialista llamada Pacific City.

La pieza es también un registro invaluable a nivel documental, cada una de las piezas, fotos, imágenes que vemos forman parte de la historia de la bahía. Esto me hizo reafirmar que todo proceso creativo es siempre un proceso de investigación, tiene que ser, sino de qué manera se podría hablar del Teatro como identidad. Es entonces que el concepto que el imaginario teatral tiene sobre la regionalidad, quizá no solo esté centralizado sino limitado a cómo “suena”, a cómo tenemos que recordar y replicar lo que en un punto alguien lo llamó así. Y es que cada pieza atiende a su contexto, no tendríamos que cuidar la regionalidad, sino romperla constantemente para que hable con y para nosotros. Y este último punto es justo lo que hace que esta pieza sea valiosa, pues muestra un “Sinaloa” que no resuena con el centro ni con el sur del Estado, pero sí reafirma que la diversidad del Estado es considerada gastronómicamente pero no tanto identitariamente y tampoco artísticamente. Lo que se entiende por regional está más ligado al cómo se tiene que contar, cómo se tiene que escuchar, que con el QUÉ y desde DÓNDE se tiene qué contar.

Finalmente los sueños de Owen no lograron pellizcar la realidad, y Pacific City, así como todas las utopías y esas cosas que esperamos, se desvanecieron.

Regresando a los 25 años que cumple esta gran dupla, no puedo evitar no relacionar al artista con su obra. Pienso que estos 25 años han sido un viaje, y creo que este Owen es en cierto modo Ramón. Así que Claudia no está sola en escena, nunca. Esta propuesta como todo lo que hacen es un tejido a dos hilos, así como con Owen, la utopía viaja con ellos.

Siempre pienso que el mejor poema es aquel que no llegó a la lectura, pensando en que la “belleza” está en los lugares donde no miramos, o no miramos tanto. Pero sin lugar a dudas este grupo debería ser un poema gritado en medio de una plaza para que todos los veamos. Felicidades a La Mandrágora Teatro, que siga la utopía, el cuidado, la belleza.

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