Culiacán, Sin.- Carmen Aída Guerra Miguel permanecía en el Aeropuerto de Culiacán, se le tenía asignado ese lugar como su fuente. Su misión era estar pendiente de saber quién llegaba a Sinaloa, como pasó aquella tarde de 1978, cuando aterrizó un avión cargado con un numeroso grupo de militares que aguardaban en los andenes a la espera de recibir órdenes.

“Mi fuente me dijo que me iba a dejar pasar porque era demasiados militares”, dijo la periodista, quien ahora posa sentada en una banca de una cafetería de la ciudad para contar algo que es imprescindible, un pedazo de historia que debería estar dentro de cualquier libro de crónicas de Sinaloa.

Pidió hablar con el general, un hombre alto, fornido y con gestos bruscos en el rostro.

-¿Qué hace aquí?

-Vengo a preguntar por el general

-Yo soy ¿Qué se le ofrece?

-Qué vienen a hacer en Sinaloa

-Venimos a combatir el crimen, hoy da inicio la Operación Cóndor

La joven reportera de aquella época anotaba los detalles en su libreta de mecanografía, que se llevó a la sala de redacción de El Sol de Sinaloa, donde ya le esperaba su editor. Atónito, mientras la joven le contaba de su entrevista, este le interrumpió.

-¡Esto no lo puedes escribir para una columna!

Ese pasaje lo recuerda con añoranza Carmen Aída. En ese tiempo solo había cinco mujeres en las redacciones de Sinaloa y todas estaban asignadas a escribir solamente sobre la llamada nota rosa, las fiestas, los bailes y las reuniones de la llamada “alta sociedad”.

Las notas “importantes” eran para los hombres. El machismo predominaba -todavía hoy- en los medios de comunicación.

“Esta nota es para primera plana”, continuó el editor, quien la envió a escribir en la mesa principal.

En ese tiempo las noticias esperaban distinto. Hoy las notas “vuelan” en redes sociales, pero en aquella época no, se sabía de los hechos un día después. Así se enteró Alfonso G. Calderón, entonces gobernador de Sinaloa.

“Me mandó llamar para reclamarme. Me dijo ‘¿Qué no sabe que Sinaloa es un Estado libre y soberano? ¿Qué no sabe que el que manda en este Estado soy yo? Lo que pasa es que ni el gobernador estaba enterado”, recordó Guerra Miguel para terminar este paraje histórico que marcó un antes y un después de la llamada “guerra contra las drogas” en Sinaloa. Luego soltó una primicia más: Fue mi primera nota de primera plana, de ocho columnas, luego le siguieron más”.

Para quienes no están familiarizados con el término, las “ocho columnas” era la portada, la nota principal, la que marcaba la agenda del diario. Carmen Aída se convirtió en la mujer de las portadas. Todas esas ahora están recopiladas en un par de libros de una serie llamada “Yo, Mensajera”, editado por el Colegio de Bachilleres de Sinaloa (Cobaes). Son libros históricos y de consulta obligada.

Sus ojos han visto pasar cientos de historias sobre movilizaciones sociales, las rupturas políticas del gobierno del Estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa, la transformación de comunidades y el crecimiento desmedido de las ciudades. Su mente es clara, como la enciclopedia más valiosa de cualquier biblioteca central.

El legado de Carmen Aída, quien se dedicó de vida entera al Sol de Sinaloa y la Organización Editorial Mexicana (OEM) no es otro mas que el de una escuela que debe quedar inscrita en la historia del Estado. No solo porque lo diga esta nota que no resulta más que un reconocimiento, sino por la escuela de formación de lo que se llama “Periodismo Social”.

Esta mujer rompió con el esquema tradicional, tomaba sus libretas y grabadoras de casete, preguntaba sin de forma directa, lo mismo a un migrante, a un gobernador o a un candidato presidencial como Luis Donaldo Colosio, a quien conoció cuando éste era líder de la CNOP y luego presidenciable. Participó en marchas y fue perseguida por la policía.

“Y con todo y eso, los compañeros me respetaban. A mí solamente me acosaron una vez, fue un funcionario de la UAS que ya no tiene caso mencionarlo. Me persiguió por dos cuadras, pero no contaba que tenía piernas fuertes y pude llegar hasta Tránsito. De ahí los oficiales me llevaron hasta mi casa”, señaló.

No es descabellado comprender a Carmen Aída como a Ryszard Kapuscinski, aquel periodista polaco que se fijó como corresponsal en África, donde vivió de primera mano la independencia de Angola, la lucha territorial de tribus africanas, el imperio de Haile Selassie y sufrió de malaria y tuberculosis por convivir directamente con personas enfermas de esos males. Él es quizás el periodista hombre más reconocido en el Mundo, dejando como herencia una escuela de ese periodismo social, descrito en dos frases imprescindibles: “para ser buenos periodistas se necesita ser buena persona” y “los cínicos no sirven para este oficio”.

Carmen Aída no estuvo en esa escuela del polaco que murió apenas en 2007, sino que ha forjado una propia.

“Se necesita periodistas entregados, que sepan que deben servir, que salgan y que quieran cambiar el Mundo”, mencionó en entrevista para ESPEJO.

Y no se trató únicamente de primeras planas. En Culiacán hay una colonia llamada 16 de Septiembre, al norte de la ciudad, con una historia peculiar: fue fundada por pepenadores, trabajadores de Aseo y Limpia de la ciudad, y también por Carmen Aída.

-“Yo no me considero activista, no lo soy. Yo soy periodista y lo que hacía era buscar a personas que tenían liderazgo, porque estaban ellos metidos en la basura, enfermándose porque dormían ahí en la basura”

-¿Usted se enfermó, Carmen Aída?

-”¡Sí! Me enfermé de tifoidea por seis meses. Pero mira, logramos que se les diera tierras para que tuvieran una colonia”.

Ahora está sentada, comparte el té de canela y un pan de elote, emocionada de recordar cada pasaje de su juventud como una niña contando sus aventuras. Hija de un funcionario de agricultura, preocupado por la situación de jornaleros agrícolas, y de una madre que aprendió de enfermería para servir a su colonia por la necesidad de tener una mejor comunidad.

“Yo me casé con el periodismo y desde hace más de 20 años con la academia, doy clases en la escuela de Derecho sobre política”, mencionó emocionada, con una libertad que solo es caracterizada de quien puede presumir entereza.

“El periodismo de hoy tiene que saber que todo es cíclico, que todo se repite, que estamos viendo cosas que ya pasaban en el pasado, como los problemas de los jornaleros”, agregó, recordando pasajes de su libro “Tomate Amargo”, escrito en coautoría con Rubén Rocha Moya, quien ahora es gobernador de Sinaloa.

Carmen Aída Guerra Miguel cambió la forma de hacer periodismo en Sinaloa. Hacerlo libre de ataduras, sin concesiones al poder y sin compromisos con hombres en el mismo. Se alejó de los despachos y de las agendas tradicionales para hablar de feminismo en la década de 1980, de naturaleza, medio ambiente y contaminación, del territorio, de migrantes, de lenguas indígenas y movimientos sociales.

“Los medios de comunicación deben tener periodistas libres, entregados. Si hubiera más periodistas así, otra cosa sería”

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Fotografía: Leo Espinoza