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Por: Ena Aguilar Peláez, Global Press Journal México
Jennifer Seifert Braun recuperó a sus hijos en marzo de 2023, después de casi dos años alejada involuntariamente de ellos. Su exesposo, padre de los menores, se los llevó de vacaciones durante el receso escolar de Semana Santa en abril de 2021, y no los regresó como habían acordado. Sin que ella lo supiera, en ese momento inició un proceso penal en su contra por violencia familiar.
La hija y el hijo de Seifert, que entonces tenían 12 y 8 años, respectivamente, fueron llevados por su padre a declarar ante el Ministerio Público, el órgano encargado de investigar y perseguir delitos en México. Esta acusación le impidió legalmente a Seifert acercarse a ellos hasta que demostró su inocencia y logró que su caso fuera reconocido como una expresión de violencia vicaria: aquella en la que un padre utiliza a sus hijas e hijos con el fin de lastimar a la madre.
La separación, la violencia y la judicialización que supuso todo el proceso para la familia dejaron secuelas psicológicas no solo en Seifert, sino en sus hijos, para quienes ha buscado apoyo profesional a fin de superar los problemas emocionales por los que atraviesan.
“Mis hijos regresaron a su escuela y a las clases que tomaban anteriormente, lo cual ayuda a su estado emocional”, cuenta Seifert. “A veces los veo tristes, pero salir con sus amigos o sus primos les ayuda”.
Como ella, cada vez más madres, infantes y adolescentes que experimentaron violencia vicaria y están nuevamente reunidos, se enfrentan a los cambios psicológicos y anímicos derivados de la separación. Se espera que este número crezca, a medida que hijos e hijas que fueron sustraídos por sus padres regresen al hogar materno, como resultado del reconocimiento de la violencia vicaria en la legislación mexicana.
En noviembre de 2023, la Cámara de Diputados aprobó cambios a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, el Código Penal Federal y el Código Civil Federal para tipificar la violencia vicaria e imponer penas de hasta cinco años de prisión para quienes la cometan. La reforma entró en vigor en enero y fue publicada en el Diario Oficial de la Federación, el órgano encargado de publicar leyes, decretos, acuerdos y otros documentos gubernamentales.
En tanto, el Frente Nacional contra Violencia Vicaria, grupo sin fines de lucro fundado por Seifert y Alexandra Volin-Bolok para apoyar legal y psicológicamente a mujeres que pasan por esta situación, ya ha acompañado los procesos de 82 madres que lograron recuperar a sus hijos. Actualmente, el grupo registra a más de 4,000 madres que, en conjunto, buscan reunirse con aproximadamente 8,400 menores de edad.
Secuelas de la violencia vicaria
Atravesar por situaciones de violencia vicaria afecta la salud mental de niñas, niños y adolescentes. Estos problemas se pueden manifestar como “desconfianza en los demás y ansiedad en sus relaciones, o fuertes cuadros de depresión, lo que puede desarrollarse durante el tiempo en que viven la violencia o en su vida ya de adultos”, explica Bárbara Porter, psicóloga especializada en el tema. En su opinión, los efectos que viven las hijas e hijos son “la parte más invisibilizada de la violencia vicaria”.
Para la especialista, algunos signos de violencia vicaria pueden identificarse previo a la separación forzosa, ya que, en muchos casos, el padre ejerce campañas de desprestigio contra la madre para poner a sus hijos e hijas en su contra. Los y las adolescentes y preadolescentes son particularmente vulnerables a esta manipulación debido al proceso natural de desarrollo en el que se encuentran, advierte.
Seifert recuerda que, previo al alejamiento, su hija, que tenía 12 años, le reclamaba porque le pedía a su padre pagar la deuda de la pensión alimenticia, una obligación legal que tienen los padres hacia sus hijas e hijos menores de edad para garantizar su sustento y desarrollo. Además, asegura que a ambos niños se les involucró y aleccionó como testigos en el proceso penal por recomendación de los abogados de su expareja.
Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y forense argentina que acuñó el término “violencia vicaria”, identifica la práctica como aquella en la que el padre utiliza “a los hijos e hijas para continuar el daño a la mujer”, cuando no puede agredirla directamente.
En los casos que ha estudiado, “las niñas y los niños eran considerados objetos para esos individuos violentos y los trataban como tal; para [el padre] eran objetos al servicio de seguir dañando a la madre, sabiendo que para esa mujer, las hijas y los hijos eran la parte más importante de su vida”, explicó Vaccaro en octubre de 2022, ante integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México. La especialista también puntualizó que la violencia vicaria implica maltrato infantil.
Tras demostrar su inocencia y recuperar a su hija e hijo, Seifert se ha centrado en que reciban atención psicológica. Además, por recomendación de especialistas de salud mental, no les cuestiona ningún aspecto sobre su estancia con su padre para no hacerles revivir la violencia que experimentaron.
“Sería revictimizarles y por ninguna razón pretendo hacerlo”, dice Seifert. “Incluso pedí a toda mi familia que no se les pregunte al respecto. Desde que regresaron, fue como si el último día que los vimos hubiese sido ayer. Y si algún día quieren platicarlo, será por decisión de ellos”.
‘Mi hija creció muy rápido’
Las niñas y niños que han sido separados de sus madres con violencia física son propensos a desarrollar un trastorno de ansiedad por separación, dice Porter. Esta afección se caracteriza por un sufrimiento emocional significativo y puede manifestarse como pesadillas, preocupación constante, dolores de cabeza o estómago y ataques de pánico.
“La gran mayoría de los niños rechaza al progenitor agresivo y se mantienen en alerta al peligro, huyendo de él”, dice Porter.
Viridiana Cruz es una de las madres que enfrenta, junto con su hija, las secuelas de este tipo de separaciones. Hace tres años, el padre de la niña entró por la fuerza a la casa donde se encontraba y, haciendo uso de violencia, la sustrajo.
“Mi exesposo llegó a casa de mis padres con sus hermanas y cuando mi hija sintió la violencia, corrió al cuarto de su tío, quien la abrazó para protegerla”, cuenta. “El padre la jaloneó, logrando llevársela, mientras un diente flojo se caía de su boca”.
La hija de Cruz permaneció solo una semana con su padre antes de que las autoridades la recuperaran, un corto tiempo comparado con madres que esperan a sus hijos desde hace más de una década. Sin embargo, a partir de ese momento, su familia detectó un cambio en su comportamiento y decidió apoyarla con tratamiento psicológico.
Con el paso del tiempo y a medida que asimiló la situación, la niña busca ayudar a otros menores que experimentan violencia vicaria, para que entiendan lo que les pasa y sepan cómo pueden reaccionar a ello.
“Mi hija creció muy rápido”, dice Cruz. “Hoy, a sus 8 años, planea hacer podcasts para que otros niños que vivan las mismas situaciones sepan lo que es la violencia vicaria y entiendan lo que les pasa. Ella me dice: ‘Necesito a una psicóloga que sea quien explique lo que nosotros vivimos’”.
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