Culiacán, Sin.- Todo empezó el 6 de marzo de 2002, con una tertulia de estudiantes del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario 133 de Recoveco, Mocorito, un pueblo en medio de un valle agrícola en el que imperan tres opciones para vivir: trabajar en el campo, migrar a Culiacán o integrarse a las filas del Cártel de Sinaloa. Ahí se leyó ininterrumpidamente Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.

El profesor Cruz Hernández, un hombre que nació en la Huasteca Veracruzana, llegó a este lugar enviado para dar clases, compartir conocimientos y tratar de mantener una plaza. Pero su pasión era aún mayor.

Amaba leer, tanto como amaba el silencio de las calles de este pueblo estigmatizado y silenciado por la violencia. Vio ahí un diamante en bruto que 22 años después puede reconocerse por cualquiera: niños, jóvenes y adultos guiados por el amor al arte y la cultura, que ahora trabajan por y para su pueblo, la familia y esa tertulia convertida en un club de lectura llamado “La Hojarasca” y en un Festival.

“Ahora son 15 escuelas de la región las que van a participar en tertulias”, aseguró Guillermo Gallardo Murillo, un hombre que por más de 20 años se dedicó al Periodismo, pero en un momento de cansancio natural por el desgaste de las redacciones decidió refugiarse en el magisterio.

“Me ofrecieron cubrir un interinato y cuando me dijeron que era en Recoveco, no dudé en hacerlo porque quería conocer al profe Cruz”, agregó mientras acomodaba el programa de este festival único en su especie para Sinaloa.

 

En 22 años se han contado muchas historias de este festival y del profe Cruz, pues el hecho de que Gabriel García Márquez volteara a ver este pueblo no tiene desperdicio.

La anécdota que contaba el profe para presumir su biblioteca fue su encuentro con el Nóbel de Literatura:

Habló a la redacción de la revista Proceso, donde escribía García Márquez, y le contestó un hombre llamado Ángel Sánchez.

“Le hablo de una zona rural, de una escuela de hijos de campesinos y ejidatarios, en la que comenzamos una tertulia para comentar las obras del maestro”.

Quizás Ángel Sánchez no sabía de Recoveco, el pueblo donde apenas viven mil 600 personas y tiene una sola calle pavimentada, pero le creyó al profe Cruz. Al día siguiente de la llamada le envió un correo con el contacto de Mónica Alonso, la asistente de García Márquez.

El profe le pidió a un amigo del Tecnológico de Culiacán que le hiciera el favor de crear un blog para subir las fotografías de la tertulia, porque era importante que su historia fuese lo más veraz posible. ¿Qué podía pensar el maestro?, es probable que no lo hubiera tomado en serio, dijo.

Habló con Mónica Alonso, le contó de la tertulia, del pueblo, de la página de internet, de las fotos, de su necesidad de que el maestro supiera que había un pueblo en Sinaloa que se llamaba Recoveco, donde se leía sobre los Buendía, sobre el Coronel y del doctor Juvenal Urbino.

“Dígame su dirección, el maestro está muy contento de saber de Recoveco”, le contestó días más tarde la asistente de García Márquez.

“Nos mandó la primer remesa”, dijo el profe Cruz. Eran versiones de “Cien años de soledad” en diferentes idiomas, de “El Coronel no tiene quién le escriba” y otras obras.

 

“Cuando llegaron todos se arremolinaron sobre ellos, una cosa espantosa. Sacaron los libros, estaban en chino, en inglés, un montón de lenguajes, y supe que era un mensaje que el maestro enviaba, así empezó nuestra amistad”, cuenta el veracruzano.

El 9 de enero del 2007 sonó el celular del profesor Cruz: era Gabriel García Márquez.

“¿Qué es la cosa?”, le dijo para iniciar una conversación, la cual terminó en la Feria Intencionalidad del Libro en Guadalajara de ese año.

Fue en un café cercano al Festival, donde hablaron de Recoveco, de los estudiantes, de “La Hojarasca” y de un ejemplar de “Cien años de soledad”, que tiene autógrafos de Carlos Fuentes, Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis.

Guillermo Gallardo Murillo sigue repitiendo esta historia a quien se atraviesa en su camino, pues desde hace poco más de un año heredó este legado cultural.

“Yo le decía a Cruz que quería hacer su biografía, pero él me contestaba que no, que había mejores que él. Luego se puso mal, tenía una enfermedad que no le contó a nadie. Era cáncer”, contó Guillermo.

El profe Cruz falleció el 4 de febrero de 2023, debido a un cáncer que lo consumió en un par de meses. Hizo metástasis y ya no pudo llegar al festival de ese año.

“Le había dicho que debíamos hacerle un homenaje y al principio no quería, pero después aceptó. Ya no llegó”, dijo Guillermo.

En el festival Gabriel García Márquez, que se realiza cada año durante la misma semana en que cae el aniversario de nacimiento de ‘El Gabo’ se reconoce a personas sinaloenses que se han convertido en promotores de lectura.

Aquí, por ejemplo, hay una placa en honor a Javier Valdez Cárdenas, periodista que antes de ser asesinado inundó Sinaloa con sus letras en siete libros, en el Semanario RíoDoce y el diario La Jornada.

Aquí está también una placa en honor al profesor Cruz Hernández, que honra su memoria y legado que ha abrazado todo un pueblo. Estudiantes y maestras se preparan año con año para llevar a cabo esta celebración que quedó como la fiesta del pueblo. Nada más habrá de imaginar que quien llega a la escuela escuchará hablar del Gabo y la biblioteca que tiene más de mil libros, que habrá mariposas amarillas de papel recortado y que al fondo de la escuela hay girasoles gigantes para honrar el amor por las flores amarillas.

Este año tocará tener un festival con presentaciones de libros, conferencias, una tertulia como corazón de la fiesta y el reconocimiento a Ramón Perea, un escritor y promotor de lectura enfocado en el teatro y los títeres.

Todo esto en honor a Cruz Hernández, el profesor que cambió la historia de un pueblo llamado Recoveco, en Mocorito.