Texto: Patricia Mayorga / Fotografías: Raúl F. Pérez / Raíchali

Chihuahua.- Marina es una de la miles de personas migrantes que realizan un trayecto desde Sudamérica, Centroamérica y México hacia la frontera con Estados Unidos. Uno de los principales puntos a los que buscan llegar es Ciudad Juárez, pero el cruce por este país se ha convertido en un infierno por las extorsiones, trato y constantes violaciones a sus derechos por parte de agentes del Instituto Nacional de Migración y de elementos de la Guardia Nacional.

Marina del Valle Cordero, como otros migrantes, hombres, mujeres, niñas, niños, jóvenes, adultos mayores, familias completas, coinciden en un punto en la ciudad de Chihuahua, y ahí también concuerdan que la peor experiencia del largo camino ya recorrido es el paso por México. Es peor que cruzar la selva del Darién (la frontera entre Colombia y Paraguay) por la posibilidad, entre otras cosas, de ser secuestrado por el crimen organizado en los diferentes estados por los que atraviesan el país.

Campamento de personas migrantes en la ciudad de Chihuahua, cerca de la avenida Juan Pablo II.

Campamento de personas migrantes en la ciudad de Chihuahua, cerca de la avenida Juan Pablo II.

Después de 7 meses de salir de su país, 6 de estos en México, Marina y sus amigas cruzaron a Texas, con sus hijos e hijas.

Ella es del estado de Valencia en Venezuela. La joven madre de 4 hijos, emigró primero a Colombia en 2014. A los cuatro años de estar fuera de su país, tuvo que regresar a Venezuela porque su mamá murió y debía cuidar a su papá.

“Es triste porque no pude entrar con mi mamá. Entonces se nos ocurrió ser emprendedores y el tren de Aragua y el Guasón, que es como un cartel allá, nos traían a pan y agua por las extorsiones. Iban a matar a un hermano de mi pareja, nos rompieron la vitrina también. No había plata porque en Venezuela no se puede vivir bien. Nos cobraban 150 dólares a la semana, me tocaba vender 15 papas a la semana nada más para ellos. Nos obligaron a salir con cuatro criaturas todos desamparados. Son niños de 9, 6, 4 y 2 años. Hay mucha extorsión”, dice.

Con ella viajan otras tres jóvenes madres de niños pequeños que salieron de Maracaibo, capital del estado de Zulia en Venezuela. Entre ellas está Kalis, quien relata en entrevista con Raíchali:

“Salimos por la crisis humanitaria. Los niños no tienen clases porque los profesores ganan mal no hay, les pagan apenas como para que compren un paquete de harina y se han ido del país los profesionales porque no hay trabajo. Es muy bonito nuestro país, pero es deprimente. Se queda la mitad de uno allá, el gobierno es el que nos tienen comprimidos, no nos deja avanzar”.

Otras de las jóvenes, quien prefirió no dar su nombre, cuenta que si no es la delincuencia que les extorsiona, van por la familia o les quitan las chalanas (botes para pescar).

“Nos amenazaron allá y no dejaban salir a pescar porque no habían pagado vacuna. Una vez encontraron a mi papá en la arena, le habían robado la lancha y todo, hace como cuatro años. Sólo le dejaron la cabeza afuera de la arena, por esto tuvimos que salir”.

En un video enviado a Raíchali, Marina relata el momento que viven tras cruzar la frontera:

“No fue fácil nuestro recorrido. Han sido 6 meses de un largo viaje”, comparte. Asímismo denuncia que las autoridades de migración les quitan el dinero cada vez que pueden, y los derechos de las personas migrantes son vulnerados constantemente.

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Este trabajo fue publicado originalmente en Raíchali, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.