Por: Aarón Achong
Desde siempre y con distintas palabras se escucha, se comenta, se sueña y se anhela alcanzar el tan ansiado desarrollo, o como erróneamente se dice, el ansiado “primer mundo” término muy utilizado por quienes aun viven o trasnochan con la guerra fría. Tanto para México como para Sinaloa es una cuenta pendiente aún.
Todo el tiempo las mismas frases triunfalistas y los mismos engaños del “ya merito”, pareciera que nuestro país y nuestro estado están destinados a condensarse en el tiempo donde de alguna forma u otra, muchos más avanzan y retroceden, pero aquí todo sigue igual o pareciera seguir igual.
En la década de los noventa con la entrada de México al TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) se anunciaba con bombo y platillo la entrada de México al “primer mundo” e incluso el Dr. Carlos Salinas de Gortari anunciaba que, de seguir por aquella senda de su sexenio, para 2020 México debería tener un desarrollo similar al de potencias como Canadá.
Oportunidades han llegado y se han ido, de hecho, en 2001 México encabezó a los países de América Latina como primera potencia económica si se toma el PIB (Producto Interno Bruto) como indicador de comparación, se pensaba otra vez y equivocadamente estar en la antesala de ese “primer mundo”.
Y en Sinaloa el panorama ha sido similar o incluso más negativo por varias razones, por ejemplo; no existe una ruta clara y certera de desarrollo económico y regional que permita que el estado transite por una senda de estabilidad y que esa misma sea invulnerable a los cambios políticos de la región como si lo han hecho otros estados, como Guanajuato y Querétaro en la zona del Bajío.
A veces se comete el grande error de pensar que, por realizar una obra faraónica, ya sea pavimentar una gran carretera, realizar un gran libramiento, construir un gran hospital o incluso electrificar cien comunidades ya se está del otro lado y claro está que la obra pública per se no es la solución, aunque si proyecta una ilusión de falso desarrollo.
Observemos a nuestras comunidades rurales e indígenas que continúan viviendo en el olvido, calles sin pavimentar, drenajes inexistentes, contaminación y falta de oportunidades abundan y se multiplican, pero de nada serviría construir una gran universidad en una comunidad alejada y olvidada si aquellos jóvenes no pueden desplazarse a ella, no tienen electricidad en sus viviendas y aun graduándose no encontrarán ni ejercerán su materia de estudio.
Construir una fábrica con sueldos bajísimos no hará la diferencia en alguna de esas comunidades solo perpetuará el oscuro ciclo de la pobreza, el cual no acaba con llevar una obra vistosa, bonita y popular que con el tiempo su destino será el olvido y el deterioro físico.
Al pensar en el Sinaloa del futuro, se piensa en las costas de Sinaloa tecnificadas y productivas, exportando productos del mar a regiones tan alejadas del mundo como los países musulmanes que de hecho son un gran mercado al preferir estos el consumo del marisco antes que ciertos alimentos como el puerco prohibidos por su religión.
Grandes desarrollos ecoturísticos en el estado tendrían gran éxito de la mano de los pobladores de aquellas comunidades donde se asienten, la construcción de la carretera Topolobampo-Texas catapultaría a Sinaloa a grandes dimensiones económicas, de igual manera nuestro campo sinaloense debe llegar a ser tan productivo como las grandes extensiones agrícolas norteamericanas que se benefician de los adelantos tecnológicos y científicos del medio.
Estas y muchas situaciones más deben ser preservadas no uno ni dos sexenios, si no con una larga duración para que se continúe por el camino correcto. Que Sinaloa y México, poco a poco se parezcan más a Chile o a Portugal.
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*Aarón Achong es delegado en la zona norte del Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa. Es economista graduado en 2021, con experiencia en el servicio público, en la Universidad Autónoma Indígena de México y en la Iniciativa Privada.
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Esta es una colaboración del Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa, para Espejo Negocios.
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