Culiacán, Sinaloa – A Javier Maximiliano Carrillo Grajeda lo desaparecieron el 21 de mayo en la colonia 4 de marzo, al norte de Culiacán. Está enfermo, sin saber si ya tomó el medicamento que obligatoriamente debe consumir para evitar el dolor que le aqueja por una operación en la columna.

Es un joven de apenas 18 años, en septiembre de este 2024 cumplirá los 19. Músico, toca el requinto para una banda que formó con amigos. Es de las pocas actividades que puede realizar además de estudiar para poder entretenerse y divertirse.

Siento que me lo evaporaron“, dice la señora María Josefina Carrillo Grajeda, su madre.

 

La desaparición ocurrió la noche del 21 de mayo, de eso está segura la mujer. A las 3 de la mañana del 22 de mayo se levantó al baño, pasó por la recámara de su hijo y no lo vio. A sobresaltos le llamó a Miguel, uno de los amigos de Javier Maximiliano, había estado con él para ensayar; el joven le contó que a las 8:30 salió diciendo que iba a un mandado, que compraría algo para tomar en un supermercado que queda cerca, pero después ya no supo nada, porque el teléfono celular lo dejó cargando sobre uno de los amplificadores.

La señora María Josefina se grabó cada palabra de esa conversación, como si fuera una inscripción tatuada en la mente y que ahora repite para recrear la historia. Salió de su casa, hizo llamadas para buscarlo en hospitales, el tribunal de barandilla y al Servicio Médico Forense (Semefo) para descartar cualquier percance. No lo encontró ahí y a 10 días de la desaparición sigue con la esperanza de que le llamen de regreso para reportarlo.

“Mi hijo no puede cargar cosas pesadas. Yo sé que él es un niño bueno, que si pudiera me hablaría, porque lo hacía cuando se le apagaba el celular. Quitado de la pena le pedía a sus amigos o a la maestra que le prestara para enviar un mensaje a su mamá y reportarse”, dice la señora mientras muestra una de las radiografías para mostrar el problema congénito que desarrolló Javier Maximiliano con el tiempo.

 

Intentaron culpar al amigo de Javier Maximiliano

 

María Josefina logró que en menos de 10 horas de la sospecha de la desaparición se le tomara una denuncia y se armara una ficha de búsqueda para la pronta localización. Lo demás, se convirtió en burocracia.

De acuerdo con datos de la Fiscalía General, hasta el mes de abril se contabilizaron 386 desapariciones de personas. La información sobre mayo aún no es pública, pero ahí estará marcado el caso de Javier Maximiliano.

Apenas el miércoles 29 de mayo la señora María Josefina salió a marchar por las calles de Culiacán hasta hacer un plantón en el palacio de Gobierno. La atendió Rodolfo Jiménez, encargado del despacho de la Secretaría General de Gobierno, quien la canalizó a la Fiscalía General del Estado.

La reunión fue poco fructífera. Le dijeron que no tenían avance alguno y, en cambio, la línea de investigación principal apuntaba a los amigos de su hijo, quienes han estado dispuestos a declarar y buscarlo entre las colonias aledañas.

“Los convencí que no podía ser Miguel”, dice la señora, quien en los primeros 10 días de la desaparición de su hijo ya revisó las grabaciones de una cámara frente a un parque donde pudo registrar que estuvo Javier Maximiliano platicando con otros amigos.

“Hay por lo menos cinco cámaras por donde pudo haber pasado mi hijo, pero la Fiscalía dice que no puede revisarlas sin permiso”, agrega, asegurando que tampoco se ha hecho la revisión de teléfonos, ni siquiera el de Javier Maximiliano, que se quedó cargando en la casa de Miguel.

 

“Dicen que luego entrará derechos humanos ¿Pero los derechos humanos de mi hijo qué?”

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