Culiacán, Sinaloa.- Por la calle Sepúlveda en Culiacán, entre el bullicio que generan el Mercadito Rafael Buelna y el corredor de compra-venta de dólares, se encuentra la Talabartería de Don Juan Renato Quiñónez Meza, un maestro jubilado y artesano de casi 72 años cuya vida ha estado dedicada a un oficio que, según él, está lejos de desaparecer.
En su establecimiento, El Caporal, Don Renato continúa con una tradición que comenzó cuando era apenas un niño, aprendiendo las artes de la talabartería de su padre.
Don Renato muestra algunos de los accesorios que elabora con su manos en la Talabartería El Caporal.
Los primeros pasos en un oficio ancestral
Don Renato recuerda con nostalgia sus primeros años en la talabartería. “Yo soy parte de este oficio desde que estudiaba en la Primaria Eustaquio Buelna, la popular Escuela 8, ubicada en el centro de Culiacán”, cuenta.
La calle Hidalgo, conocida por ser un corredor de oficios tradicionales, se convirtió en su segundo hogar. Aquí, Don Renato aprendió desde joven a trabajar el cuero, a crear sillas de montar, ajuares de pistola y bolsas de campo, entre otros artículos.
Su padre, Juan Quiñónez, quien lo instruyó en el oficio, fue un pionero de la talabartería en Culiacán. Nacido en 1925, su padre comenzó a aprender el oficio a los 10 años con su padrino, Juan Rodríguez, quien tenía una talabartería completa en la calle Rubí, una avenida del comercio en los años 30.
“Mi padre tuvo la habilidad, el tesón y el talento de aprender”, dice Don Renato con orgullo.
Don Renato comparte una imagen de los inicios de su talabartería, a finales de la década de los 90’s. / Imagen de cortesía
De la ingeniería civil a la talabartería
Aunque Don Renato siguió inicialmente un camino diferente, estudiando ingeniería civil y trabajando como maestro universitario en la Universidad Autónoma de Sinaloa desde 1970 hasta su jubilación en 2000, nunca dejó atrás sus raíces en la talabartería.
En 1997, al jubilarse, decidió retomar este noble oficio, inicialmente como entretenimiento. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que había una demanda constante por sus productos.
“A veces se interpreta que el oficio de la talabartería está en extinción, pero yo diría todo lo contrario. Aquí se mueve el negocio de manera normal. No es para hacerse rico, pero sí puedes vivir y sostener a tu familia”, asegura Don Renato.
Con los años, Don Renato ha observado cómo las tendencias y demandas han cambiado. “Antes, los ajuares de pistola tradicionales y las sillas de montar eran muy populares. Ahora, la demanda ha bajado porque la tecnología ha cambiado la manera en que se trabaja en el campo. Pero hay una nueva demanda de productos más elaborados como estuches para celulares y computadoras, carteras y cinturones de piel fina”, explica.
“Ha bajado la venta de sillas de montar porque ahora en la labor del campo usan las cuatrimotos en la sierra para arrear el ganado; las armas vaqueras que antes se usaban mucho, las fundas de cuchillo, cosas tradicionales, encachar los machetes y eso, son oficios que ahora el mismo campesino aprendió por necesidad y ellos las hacen”, añade.
Además, la elaboración de huaraches ha evolucionado. “Antes, los huaraches eran para el trabajo en el campo. Ahora se han estilizado y se usan como moda. El huarache cosalteco y el huarache periqueño son un lujo para el ranchero”, comenta.
Aunque Don Renato retomó la talabartería en 1997, es un oficio que aprendió desde niño, una herencia de su padre Don Juan Quiñónez. / Imagen de cortesía
La enseñanza y la pasión por el oficio
Don Renato no solo ha dedicado su vida a la talabartería, también ha compartido sus conocimientos con nuevas generaciones. “Sigo siendo maestro aquí en mi taller. Enseño a quienes están dispuestos a aprender, pero les pongo como condición que no dejen de estudiar. Les doy todo el tiempo y el apoyo necesario”, afirma.
El establecimiento El Caporal es un testimonio de la dedicación de Don Renato a la talabartería. Abierto en 1997, el negocio es atendido por él y su esposa, Luci Bon Borraz.
Comparte incluso que el nombre del taller es un homenaje a su padre, Don Juan, quien soñaba con tener una talabartería con este nombre, simbolizando el papel crucial del caporal en una hacienda.
A lo largo de su carrera, Don Renato ha enfrentado desafíos, pero su pasión por la talabartería nunca ha disminuido. “El negocio ha tenido sus momentos complicados. Hubo ocasiones en las que tuve que destinar mi quincena para sostener un segundo local que al final opté por cerrar”, admite. Sin embargo, su persistencia y dedicación le han permitido mantener su taller y seguir adelante.
A pesar de los cambios y desafíos, Don Renato es optimista sobre el futuro de la talabartería. “Las cosas mueren cuando las personas le restan interés. Aquí el campo es infinito y los límites están en la creatividad y el amor que cada quien le ponga al oficio”, afirma con convicción.
Durante la entrevista, Don Renato muestra con orgullo una gran variedad de pieles que emplea para sus creaciones: desde la fina piel de borrego hasta la de vaca, conocida popularmente como vaqueta, así como pieles exóticas de avestruz, cocodrilo, tortuga y elefante.
“La vaqueta es muy noble y dura de 10 años para arriba cuando es buena. A los 10-15 años, el usuario trae el mueble para que se le cambie la vaqueta y se le dé mantenimiento, lo cual hace que ese mueble vuelva a lucir como nuevo”, explica al compartir el auge que ha tomado la restauración de muebles estilo Concordia.
La Talabartería El Caporal se encuentra en las inmediaciones del Mercadito Rafael Buelna, por la Sepúlveda.
Un legado de calidad y tradición
La Talabartería El Caporal no es solo un negocio, es un legado de calidad y tradición. Sus productos son testimonio de la habilidad y dedicación que ha heredado y perfeccionado Don Renato a lo largo de los años. En su taller, el fuerte olor a vaqueta y otras pieles curtidas es un recordatorio constante de un oficio que, lejos de estar en extinción, sigue vivo y en evolución gracias a artesanos como él.
Con su experiencia y pasión, Don Juan Renato Quiñónez Meza continúa tejiendo la historia de la talabartería en Culiacán, un oficio que ha sido parte integral de su vida y que sigue transmitiendo a las nuevas generaciones.
Así lucía la fachada de la Talabarteria El Caporal, donde Don Renato mantiene vivo un oficio que ha practicado por seis décadas. / Imagen de cortesía
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