Culiacán, Sin.- Pese a no ser una persona de avanza edad, Víctor Fernando Ramírez García es —tal vez — el último laudero en Culiacán, un oficio enteramente artesanal en vías de desaparecer, por lo menos en Sinaloa.

La laudería, nos explica en entrevista para Espejo, es el arte de construir y reparar instrumentos de cuerda elaborados con madera, que no debe confundirse por ningún motivo con la carpintería.

Por lo tanto, si bien en algunas partes del mundo existen lauderos especializados en hacer violines, violas o contrabajos, la música regional sinaloense orilló a que quienes incursionaran en esta faena, se interesaran en hacer bajo sextos, bajo quintos, tololoches o simplemente guitarras clásicas.

Víctor Fernando nos cuenta que desde muy joven aprendió a tocar la guitarra de manera autodidacta en su natal Eldorado. Optó entonces por estudiar la carrera de técnico instructor en la Escuela de Música de la UAS, precisando que su finalidad nunca fue armar una banda o tocar en escenarios.

Luego de trabajar por un corto periodo de tiempo en restaurantes, un conocido de Culiacán lo contactó con un constructor de guitarras en Paracho, Michoacán, y se trasladó para allá. Para quienes no lo saben aún, esta ciudad es mundialmente conocida por sus artesanos constructores de guitarra, oficio que se pasa de generación en generación.

“Ahí empecé a trabajar con un amigo artesanalmente, con un constructor de guitarras. Estuve como dos años y medio con él y luego me fui a trabajar a las fábricas, La Mexicana, La Purépecha, donde fabrican guitarras económicas”, recuerda.

“En Paracho aprendí este oficio, yo soy de las personas que ven algo y lo aprenden, no ocupo preguntar, aunque yo sé que si preguntara fuera más fácil”, menciona.

 

Por azares del destino, continúa Víctor Fernando, en Paracho también conoció a otro laudero originario de Culiacán, quien le dijo que si pensaba regresar en algún momento no dudara en contactarlo y así fue.

El taller de este viejo maestro se encontraba en la colonia 21 de Marzo, aunque realmente solo duró trabajando con él un año, momento en que decidió ejercer por su cuenta la laudería.

“Ya luego como al año abrí mi taller en Tierra Blanca, ahí rentaba. No era un negocio en sí, no tenía logo, ni nombre, rótulo, me la llevaba de voz en voz, con puro teléfono, por lo general le trabajaba a puras personas que se dedican enteramente a la música”, explica.

 

Posteriormente encontró un lugar en el centro de Culiacán para vivir, sitio donde continuó con su oficio. Comparte que es el mismo lugar donde hoy tiene su local, pero siguió por algunos años más de la misma forma en que trabajaba en Tierra Blanca.

Comparte que el motivo de generar más demanda por sus servicios hizo que ya adecuara un taller a la vista de todos, como cualquier local de esa calle. Dejó de especializarse en atender músicos de carrera y se abrió a los aficionados que abundan y que también requieren los trabajos de un laudero.

De esta manera, ha residido por cerca de 15 años por la calle Rubí, casi esquina con Francisco I. Madero, donde ha incluido a un hermano suyo como parte de su equipo.

Su segmento de clientes más fuerte sigue siendo músicos de norteño, chirrines o sierreño, algunos de ellos integrantes de agrupaciones reconocidas como Enigma Norteño, Los Nuevos Rebeldes o La Ventaja.

Esta reputación entre los músicos de este género ha generado que en una ocasión acudiera a su local el músico Espinoza Paz para encargarle la fabricación de un lote de 130 guitarras para luego regalarlas a una fundación. Sin embargo, Víctor Fernando fue honesto con el compositor regional y le confesó que para él sería imposible llevar a cabo un encargo de tal envergadura.

Precisa que fabricar una guitarra desde cero, de la manera en que un laudero lo hace, le puede llevar a tardar hasta dos meses, por lo que le recomendó contactarse con una fábrica de guitarras de Paracho y así lo hizo.

“Le dije que yo no podía hacer tantas guitarras, no tengo la infraestructura para hacer tantas en tan poco tiempo. Yo hago una guitarra acústica y me tardo dos meses. Lo mandé a Paracho a una de las fábricas. Le conseguí el contacto y me dejó esa guitarra firmada por él; se la dejé a mi hija”, comenta.

 

En el taller de guitarra de Víctor y su hermano se ofrece reparación de guitarras, bajos, bajo sextos, además de la venta de accesorios como cuerdas o capos; sin embargo, como buen laudero también hace instrumentos por encargo, el cual puede llegar a tener un costo de 14 mil pesos.

“Una guitarra construida por mí la vendo en 14 mil pesos, la más barata, no puedo vender más caro porque la gente no me cree que eso cuestan. Hago solo guitarras por encargo, la última fue un Bajo quinto para un integrante de Enigma Norteño”, señala.

Finalmente, este laudero tradicional de Culiacán manda un mensaje a las personas que tienen la intención de iniciar en la guitarra, que es importante elegir una adecuada para principiante, una con cuerdas de nylon y un poco baja.

“Ya conforme vayan aprendiendo ellos mismos van a sentir que necesitan otra guitarra, porque la anterior ya no les va dar lo que el guitarrista le pide. Mucha gente deja de tocar o desiste, porque está muy alta y lastima mucho las yemas de los dedos, porque empezaron con una guitarra que no estaba adecuada para el principiante”, sostiene.

MÁS NOTAS DE OFICIOS: