Texto: Andi Sarmiento | Pie de Página
CIUDAD DE MÉXICO. – La última obra del cineasta francés Thomas Lilti presenta la historia de Benjamin, un hombre que llega como maestro suplente de matemáticas a una escuela secundaria. Esta es una etapa completamente nueva para él, pues es la primera vez que Benjamin se enfrenta a dar clases para adolescentes.
Benjamin se enfrenta a un sector complicado para la enseñanza. La secundaria es la etapa en la cual aún es obligatorio estudiar pero los alumnos ya están descubriendo muchas otras cosas además de la escuela; no tienen control sobre sus materias por lo cual muchas no son de su interés y para engancharlos es necesario buscar técnicas que no caigan en lo infantil pero tampoco en términos muy adultos que los aburran o abrumen. También, están en un proceso de muchos cambios personales, en el cual se rodean de incertidumbre e inseguridades a la vez que despiertan un espíritu más rebelde, que comienza a cuestionar a las autoridades. Así, descubre que impartir una asignatura requiere mucho más que dominar un tema, pues de nada sirve tener el conocimiento si este no puede ser transmitido. Entonces se da cuenta de que si se quiere ganar a los chicos, debe modificar sus métodos.
Simultáneamente, debe integrarse a su equipo de trabajo, en el cual la mayoría se conoce desde hace años. Poco a poco va agarrando confianza con sus compañeros, quienes lo van asesorando en el camino de dar clases. Con el tiempo, Benjamin se va volviendo parte de esta red de apoyo que son sus compañeros laborales y se fortalece un vínculo entre ellos. Nadie más es tan consciente de la complejidad de la enseñanza como quienes se dedican a esta.
De esta manera se forma una amistad entre ellos tanto dentro como fuera de las aulas. A diferencia de otras películas que hablan sobre el tema de los profesores, Un trabajo en serio no nos habla de alguna extraordinaria hazaña que hagan por sus estudiantes ni romantiza su trabajo, más bien nos enseña maestros comunes y corrientes tal cual son en la vida real.
Cada uno de estos profesores tiene toda una historia de fondo. Está el que lleva 30 años dando clase y tiene miedo de comenzar a aburrir, de que los tiempos modernos lo rebasen, o están también las que son madres solteras que nivelan su vida familiar con la laboral. Y de alguna manera, cada uno de sus contextos se ve afectado por su trabajo; sus personalidades de profesores se ven reflejadas en las interacciones con sus familias o parejas, que a su vez reaccionan cuando los personajes se llevan el trabajo a casa.
Ser maestro va más allá de las aulas, más bien, lo que pasa dentro del salón es el resultado de todo el trabajo hecho en casa. En el hogar realizan y califican los exámenes, trabajos o tareas, planifican sus clases y esto va desde organizar las actividades hasta practicar su forma de impartir los temas. Un profesor constantemente está pensando en sus alumnos de alguna manera, a pesar de tener vidas independientes de la escuela, es una profesión que influye en todas su actividades.
Sin embargo, esto es algo muchas veces imperceptible para los alumnos, pues los docentes tienen la habilidad de transformarse al entrar a las instalaciones. Cuando están ahí sí logran separar su vida privada de la laboral y eso es parte de la maravilla de esta ocupación.
Pero del lado contrario, la película demuestra también que a veces es más complicado mantener este equilibrio, que hay situaciones que hacen que los personajes no puedan hacer esta separación del todo y más bien descarguen en la clase. Los salones son lugares donde se desahoga una infinita cantidad de historias y emociones. Tanto alumnos como maestros pasan ahí la mayor parte del año, por lo que dentro del aula se acumulan todo tipo de sensaciones para ambos bandos que conforme avanza el ciclo van saliendo a la luz.
Justamente por eso es necesario crear lazos dentro del trabajo que son quienes nos ayudan a sobrellevar las situaciones en el día a día, la unión en el ambiente laboral a veces logra formar grandes vínculos que son lo que realmente nos hacen quedarnos ahí. Los docentes no se mantienen únicamente por el amor a su profesión, sino porque entre ellos se dan soporte el uno al otro.
Por último, la cinta nos hace ver además un poco de las luchas que tienen contra sus propias instituciones y directivos. Muestra la diferencia entre un director y los maestros, uno que no tiene un trato tan directo con los jóvenes pero tiene mucho poder de decisión sobre ellos y otros que tienen mucha menos voz a pesar de conocer mejor a los chicos.
Deben lidiar con burocracias y maneras de trabajar con las que tal vez no están de acuerdo y si esta afecta de alguna forma a los alumnos, ellos dan la cara primero, pues los directivos laboran más en la sombra. Esto genera que aunque busquen lo mejor para los alumnos, son trabajadores que deben seguir ciertas normas y a veces la situación los rebasa. Se tienen que acatar a distintos cambios aunque estos no les parezcan, pero cuando estas disconformidades son algo mutuo se convierten en otro motivo para aliarse entre sí.
El filme es una representación de las cotidianidades que solemos ignorar entre profesores. En la sala de maestros se ríe, se platica y hasta se llora. Se apoyan mutuamente para aguantar en colectivo a los alumnos o a sus superiores que generalmente son indiferentes ante los trabajadores. Ahí corren también chismes, amoríos, peleas y confidencias; interacciones de cualquier ser humano, solo que a veces, desde el otro lado del escritorio, olvidamos que tenemos enfrente a una persona y que carga también con una vida que no conocemos por detrás.
Un trabajo honesto está disponible en la Cineteca Nacional de las Artes.
***
Esta nota fue publicada originalmente en Pie de Página, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.
Comentarios
Antes de dejar un comentario pregúntate si beneficia a alguien y debes estar consciente en que al hacer uso de esta función te adíeles a nuestros términos y condiciones de uso.