Elota, Sinaloa – A Mariana le gusta escribir lo que la maestra anota en el pizarrón. A veces son frases y otras son sumas, restas y fracciones, pero desde hace 18 días ya no puede hacerlo más.

Esta niña, a la que se le ha cambiado el nombre por su seguridad y la de sus padres, vive en un pueblo llamado Ejido Culiacán, está en Elota, al sur de Sinaloa, donde la violencia ha sido grotesca.

“Ya estoy aburrida y lo que manda la maestra en el WhatsApp de mi mamá es bien rápido y fácil”, dice la niña mientras hace una fila para recoger una caja con víveres junto con dos de sus hermanos y su abuela.

 

Esta familia ha sido víctima de la violencia que se desarrolla en Sinaloa por la confrontación entre dos grupos criminales del Cártel de Sinaloa.

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Las actividades escolares quedaron suspendidas dos semanas después de haber iniciado el ciclo escolar en Sinaloa.

Durante los últimos 18 días han sido asesinadas hasta 107 personas, la mayoría en el municipio de Culiacán, pero a este le siguen Concordia, Eldorado y Elota. Ha ocurrido en medio de una confrontación de dos grupos criminales del llamado Cártel de Sinaloa.

Aquí, incluso, ocurrieron tres asesinatos que anticiparon ese conflicto. Se trató de tres hombres, entre ellos uno llamado Martín García Corrales. Fueron localizados sin vida el 17 de agosto en una brecha que comunica al poblado Conitaca, cerca de la carretera Internacional México 15 libre, en el municipio de Elota.

Don Raúl, un hombre que veía la entrega de despensas en el poblado Ejido Culiacán, contó que luego del asesinato de Martín García Corrales -quien vivía en el poblado siguiente, el que se llama Potrerillos del Norote– un grupo armado llegó dos veces al minisúper a sorprender a quien estuviera y revisarles sus equipos celulares.

Desde esas fechas el Ejido Culiacán se mantiene con calles vacías, como si fuera un pueblo fantasma, aciago, sumido en la incertidumbre de no saber si llegarán de nuevo hombres armados o pasará lo que en otros pueblos de la zona rural de Sinaloa donde dejan cadáveres sobre los caminos y carreteras.

Ver a la niña Mariana, a su abuela y a Don Raúl, ha sido una suerte que se debe a la ayuda humanitaria que llevó el Ayuntamiento de Elota con víveres entregados bajo la techumbre que está junto a la primaria Adolfo López Mateos.

“No me acuerdo cómo se llaman mis compañeros”, dice Dayanna, una niña de seis años, quien cursa primero de primaria en el Ejido Culiacán. Apenas tenía dos semanas de clases cuando el conflicto pausó toda actividad.

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Escuela primaria Adolfo López Mateos, en el Ejido Culiacán

De acuerdo con el Ayuntamiento de Elota, hay 15 mil 145 personas que viven en 24 pueblos afectados por la violencia. No hay trabajos, no hay ventas, no hay transporte público, no hay actividades escolares.

“La maestra me manda las tareas y son en YouTube. No tengo dinero para ponerle saldo todos los días y no las está haciendo, yo no sé cómo va a salir”, dijo la señora Josefina antes de recibir su despensa.

 

A quienes viven en esos 24 pueblos les han advertido a través de radios y mensajes con otros pobladores que no deben salir de sus casas después de las 8 de la noche, que apaguen las luces y que queda prohibido hacer ruido. Entre esos pueblos pasan camionetas en convoyes. Quienes cuentan de ellos dicen que en esos podrían ir hombres armados, porque eso les han dicho. Nadie puede verlos, mucho menos fotografiarlos.

El problema en Elota es solo una muestra de lo que pasa en la zona rural del centro y sur de Sinaloa, de lo que las infancias han perdido por conflictos entre adultos, de lo que los pobladores sufren a causa de una “guerra” de criminales.

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