Culiacán, Sin.- Una de las costumbres más arraigadas de la ciudad de Culiacán nada más empieza a descender un poco la sofocante temperatura es la venta de atole y gorditas. Son puestos improvisados en la calle que aprovechan los meses más frescos del año para ofrecer bebidas y algo caliente para comer a quienes se dirigen a sus trabajos o escuelas.
Uno de estos puntos de venta es el de Erika Yuridia López Nuñez, ubicado en la esquina de calle La Sierra y avenida Las Torres, justo en la entrada del fraccionamiento Prados del Sol 2.
Esta vendedora elabora estos productos regionales a base de una receta con 120 años de historia, misma que se ha pasado de generación en generación hasta llegar a ella. En su caso, fue compartida por su suegra, la señora Sofía Camacho.
“A mí me enseñó mi suegra. Es que ella tiene años vendiendo y su mamá también fue atolera, toda la familia de mi suegra fue atolera. Es una receta que siguen usando mi suegra, su hija, las nueras, y yo”, comenta.
La historia de esta receta se remonta a la sindicatura de Sanalona, donde la abuela de su suegra, es decir, de la señora Sofía Camacho, ya la empleaba desde entonces para hacer atole y gorditas allá.
Sin embargo, cuando su comunidad quedó inundada debido a la construcción de la presa Sanalona, el gobierno la reubicó hasta la sindicatura de Sánchez Celis, donde la receta luego fue heredada a su hija, la abuela del esposo de Erika.
“Después mi abuela se casó y se fue para la colonia Lombardo Toledano, a Culiacán, y en su propia casa ella tenía su negocio de atole y gorditas. Después, pues siguió mi mamá y ahora siguió una cuñada, una hermana y nosotros, cada quien tiene su puesto”, interviene el esposo de Erika, quien la acompaña en su faena diaria.
Erika no solo vende el tradicional atole, también prepara chocolate caliente, pinole y avena, que hace ahí mismo una vez que queda instalada su carpa y mesa, lo mismo que las gorditas que elabora en su freidora puesta sobre la banqueta.
A este punto llega desde las 6 de la mañana hasta las 10, aunque comenta que ella se pone en dos turnos diarios, ya que regresa a las 6 de la tarde y se va muy entrada la noche.
No obstante, Erika lamenta que las ventas han sido bajas en comparación a las mismas fechas del año pasado. Piensa que esto puede deberse “por lo que anda en Culiacán”, en referencia al contexto de violencia que amenaza a la entidad y sus habitantes desde el 9 de septiembre.
“También la economía de Culiacán puede que esté muy golpeada”, reflexiona.
Aun así, asegura que seguirá vendiendo en el mismo punto hasta finales de febrero e incluso hasta principios de marzo, principalmente porque sí cuenta con sus clientes fieles que le ayudan a que su emprendimiento de temporada sea redituable.
“Aquí estoy en la entrada de Prados del Sol 2, el que guste venir y probar mis ricas gorditas, chocolate, atole; descanso los domingos”, señala.
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