San Juan de Dios Castro Aguirre vive en Altata y es de Eldorado, nuevo municipio de Sinaloa. Trabajó en las cooperativas pesqueras y desde hace más de 50 años repara embarcaciones con fibra de vidrio. Es hijo de un pescador y una ama de casa. Desde los 13 años trabajó en el agua.

Se hizo socio de la cooperativa a los 17 años, cuando había mucho producto y rendía la pesca. Le apoyó económicamente a su familia y se fue a Altata como reparador de embarcaciones, se casó y se quedó, siguiendo en la pesca. Pasó con su familia por Caborca y tuvo equipo propio para pescar, pero decidieron regresar a Altata y seguir con la actividad en Sinaloa.

San Juan de Dios inició su aventura como reparador de embarcaciones porque tuvo una que no le gustó del todo su forma, entonces buscó a un joven para que la modificara, pero le dijo que tenía mucho trabajo; se aventuró a desarmar su lancha y al armarla de nuevo el joven socio de la cooperativa que se dedicaba eso le dijo: “oye, te quedó mejor que el trabajo que yo hago”.

Así es como se convirtió en ayudante de reparaciones, pero fue corto el tiempo y lo recomendaron en Altata para que los directivos de la cooperativa lo invitaran a ser parte del lugar; es decir, llegó como reparador y no como pescador. A veces había trabajo y a veces era difícil, por lo que un amigo suyo le ofreció trabajo en la pesca de tiburón y lo aceptó.

La vida en Altata se ha transformado, tienen mejor carretera para que las personas accedan a la comunidad, les hicieron el malecón y otras obras que destaca que favorecen a la pesca y al turismo. Altata tiene una capitanía del Puerto y lo celebra. También está el proyecto del Nuevo Altata con hoteles, donde trabaja su hija.

Antes de que se hiciera el malecón estaban los restaurantes a la orilla de la playa, a San Juan de Dios le gustaba más así, sentarse y que las jaibitas y peces le mordieran los pies o tener los pies en el agua cuando subía la marea. Él fue comerciante y surtió almeja y ostión a esos restaurantes por un tiempo, pero lo dejó y continuó trabajando con la reparación de pangas.

A la comunidad le falta atención en el tema de limpieza, si bien, el malecón se mantiene limpio, no es así con el resto de la comunidad. Antes había robos, pero ya no se ve esa incidencia delictiva, lo adjudica a las personas que consumían sustancias y lo hacían para poder tener un ingreso y solventar su adicción.

Sus hijos no se dedicaron a la pesca, se van a trabajos temporales a Canadá en fábricas de alimentos. En algún momento le ayudaron en la reparación. Hace birria porque le gusta cocinar y su esposa e hija le ayudan en el negocio familiar.

Se siente satisfecho porque su trabajo es reconocido por la comunidad, -qué buen trabajo hace-, dicen. Eso le hace sentir bien y lo impulsa a seguir trabajando; al mar ya no piensa ir, pero con gusto se compra los camarones recién sacados del agua y los consume con su familia.

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Este es un trabajo de Memoria y Verdad: Historias desde la pesca, que rescata historias de resiliencia en comunidades costeras de Sinaloa, destacando ejemplos de vida digna frente al crimen y la marginalidad.