Ninfa Esthela Arce Urías

Ninfa Esthela Arce, tiene 59 años. Después de estar en varios campos pesqueros llegó a Playa Colorada cuando apenas había tres casas. El rol en su familia es realizar los trámites necesarios para las actividades que desarrollan.

La primera cooperativa, Río Évora, nació del esfuerzo de un grupo del Ejido Baturi que incluye a su papá, que supo hacer alianzas y luchar en la Ciudad de México para lograrlo. Otro permiso que se pidió fue tener 50 años las tierras para que exista Playa Colorada, pues está en sus terrenos.

Cuando se formó la comunidad podían andar en la playa y en el monte viviendo libremente. Su primera casa era una casa de lámina. Con la Reforma Agraria le tocaron terrenos a su papá y se regresaron de Playa Colorada, ya que su mamá estaba acostumbrada a tener animales como gallinas y puercos y necesitaba espacio.

Ese espacio está rodeado de granjas acuícolas. “Me encanta el mar, ojalá pudiera ir más al mar”, a su papá le gustaba también, especialmente pescar con anzuelo, pero también pescó con tarraya y se ha manifestado en contra del daño al medio ambiente.

A los 15 años, ya tenía su primera hija, del segundo embarazo tuvo un hijo, Iván, que nació encantando el mar. Iván quería estudiar para ser biólogo marino y se le cumplió. Para eso recurrió a personas con quienes había colaborado en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Conanp. Haber crecido cerca del mar le ayudó para no solo ser alumno, sino apoyo a las y los docentes con el resto del alumnado.

Tiene una cooperativa ecoturística y pesca deportiva llamada Enrique Romero Flores. Ella pescó en altamar, pescó con chinchorro y sacaba especies como jaiba y camarón. El ver cómo se iba destruyendo o deforestando la bahía, la hizo cambiar de giro y ahora estar en el ecoturismo.

Su papá fue Consejero de la Conanp y se lo heredó. Los primeros programas en los que participó fueron sacando la basura del mar y en la protección de la tortuga marina.  Está convencida de que la educación ambiental se inculca, lo supo cuando uno de sus sobrinos fue a un curso a Mazatlán y decidió convertirse en protector de tortugas. Toda su familia tiene el objetivo de cuidar el medio ambiente.

Cuando los programas eran abundantes en la Conanp ella participaba, quienes presiden cooperativas también, pero querían acaparar; les quitaron la idea de que tenían preferencia al ser pescadores en activo, sino que era por voluntad. Las intenciones de algunos cooperativistas de querer limitar su participación, fue un obstáculo que pudo sortear.

Sus sobrinas y sobrinos también tuvieron un acercamiento, pues se iban con ella a limpiar las islas y esteros, así hasta llegar a las personas más grandes de su familia. Cuando bajaba la marea, salía a flote más cantidad de basura. La concientización inicia en las infancias, pero en el hacer ciudadanía, no juzga a quienes por desconocimiento han propiciado destruir espacios.

El ejemplo de como antes había mucha almeja china y la burra y ahora no hay, son para mostrar su preocupación. Los apoyos gubernamentales son menos y no siempre llegan a las personas correctas, es otra de sus críticas.

Ninfa decidió explorar la política para poder tener recursos y seguir trabajando en el cuidado del medio ambiente. Fue la encargada del programa de ecología, pero la movieron a cuestiones de género. Si bien, no tiene la preparatoria, no ha sido impedimento para superarse y capacitarse en diferentes temas.

Su mamá era una mujer muy trabajadora, con un puesto en el Mercado Municipal de Angostura en el que le ayudó. Al volverse madre aprendió a coser para hacer la ropa a sus hijos e hija, así también aprendió a poner inyecciones. Supo bien la responsabilidad de ser ama de casa, le tocó cuidar a sus hermanos menores desde que tenía 7 años.

Una vez como mamá también le tocó criar sola, su ex esposo salía por temporadas y ella trabajaba y estaba al pendiente de la casa.

Desea que en 20 años estuviera mejor el medio ambiente, sabe que hay muchas personas trabajando en pro de eso, pero es una utopía. La quema de soca,  las falta de lluvia y demás acciones, la hacen dudar que haya un mejor panorama. La falta de voluntad política para trabajar en programas ecológicos y entender que se requiere voluntad,

“Simplemente con que te dé el aire, quiero escuchar las gaviotas del ruido del mar”, pide. No fue de un año para otro lo que hizo, esperó que sus hijos salieran adelante y que las mujeres piensen que si pueden, que luchen por lo que creen que es difícil, pero se puede. Tiene un mensaje que compartir: “la vida es corta y hay tanto por ver… abres los ojos y ves el cielo azul”.

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Este es un trabajo de Memoria y Verdad: Historias desde la pesca, que rescata historias de resiliencia en comunidades costeras de Sinaloa, destacando ejemplos de vida digna frente al crimen y la marginalidad.