Juan Manuel es un músico de clarinete, vive de hacer sonar melodías e interpretar piezas musicales del género Banda en fiestas y reuniones, pero hace casi tres meses dejó de tener trabajo.

“Las fechas que teníamos para tocar se están cancelando por motivos extras a nosotros. Esperemos que la normalidad vuelva pronto”, dijo Juan Manuel, asegurando que él y su banda podían tener hasta tres eventos por semana antes de que grupos criminales del poderoso cártel de Sinaloa iniciaran una guerra intestina.

Éste músico vive en Culiacán, aquí nació, creció y ha hecho familia, pero no ha podido llevar el sustento a su casa porque hay una crisis de violencia que le ha mermado su trabajo.

La capital de Sinaloa, cuna del mítico cártel que lleva el mismo nombre del Estado, ha sido el epicentro de ese conflicto. La Secretaría de la Defensa Nacional y la Fiscalía General de la República han catalogado este conflicto como una confrontación entre “los Chapitos” y “los Mayos”, para referirse a los hijos de los capos Joaquín Guzmán Loera, “el Chapo”, e Ismael Zambada García, “el Mayo”.

El 9 de septiembre explotó la “guerra”, uno de los periodos de violencia más dolorosos para Sinaloa.

Desde esa fecha y hasta el 22 de noviembre sumaban 504 desaparecidos, 425 homicidios y 1,323 carros robados. Las cifras siguen en ascenso solamente la noche del 24 y madrugada del 25 de noviembre fueron por lo menos cuatro personas desaparecidas y 13 personas asesinadas, de acuerdo con datos de la Fiscalía General.

El gobierno de Sinaloa ha reconocido la violencia como una situación que no se solucionará pronto, que tiene causas más profundas a una confrontación entre criminales y que aunque no hay un diagnóstico completado, no solo se trata de bandas y peleas.

En este territorio hay al menos 11 mil elementos del Ejército y la Guardia Nacional desde el 26 de julio a la fecha. Un día antes fue capturado Ismael Zambada García, “el Mayo” en el aeropuerto de Santa Teresa, Estados Unidos.

La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) intuyó que la violencia podría recrudecerse, pero eso no sucedió de manera inmediata, sino casi mes y medio después de esa detención.

Se enviaron tropas de fuerzas especiales, soldados rasos, tanquetas de guerra, aeronaves artilladas y armas especiales para trabajo de inteligencia. Nada de eso ha podido contener la violencia criminal en Sinaloa.

Lo que sí ha pasado es una afectación a las actividades comunes en ocho municipios, entre ellos Culiacán y Mazatlán, dos de las tres ciudades más pobladas de Sinaloa.

Se paralizaron comercios, la actividad nocturna prácticamente desapareció, plazas comerciales cerraron, hay tiendas locales y restaurantes de alta gama que fueron cerrados de manera definitiva ante la falta de clientes.

La actividad económica se modificó, cadenas de supermercados recortaron sus horarios, lo mismo que bares y más centros nocturnos, pasaron a ser establecimientos diurnos para poder mantenerse.

En algunos centros de trabajo abrieron la modalidad de trabajo desde casa y en otros se modificaron los horarios y días de descanso de los trabajadores.

Cristina Ibarra, doctora en economía por la Universidad de Glasgow y presidenta del Colegio de Economistas de Sinaloa, ha descrito la situación de Sinaloa como un momento de “paro técnico”, tal como sucedió en 2020 con la pandemia de Covid-19.

“Parar un día la actividad económica en Sinaloa representa mil 800 millones de pesos (unos 87.7 millones de dólares), por supuesto que habrá otros días con actividad económica, actividades que no se frenaron, que siguieron”, explicó.

“Este es un comparativo con la pandemia de covid, porque por un lado las empresas cerraron y luego han tenido que buscar formas de trabajar, pero no todas han podido”.

La actividad económica no ha tenido un freno total, pero al menos la primera semana de la violencia, cuando ocurrieron cierres carreteros, incendios, masacres y desapariciones masivas, se estimaron 3 mil 500 millones de pesos en pérdidas (unos 170 millones de dólares).

No hay una estimación gubernamental sobre la crisis económica que ha dejado la violencia, sólo cálculos de cámaras empresariales y de personas expertas como Ibarra, así como momentos clave que pueden describir la crisis.

El 22 de octubre el equipo de fútbol Dorados de Sinaloa decidió mudarse hacia la ciudad fronteriza de Tijuana; el 10 de noviembre se canceló la Expo Ganadera, un evento que solo en 2023 dejó ganancias internas por un monto estimado en 27 millones de pesos; al siguiente día se canceló el Palenque Culiacán, un espacio donde se esperaba la presentación de 18 artistas; en otros momentos se canceló la presentación de cantantes y más eventos culturales, entre ellos las fiestas por el aniversario de Culiacán y la Feria Internacional del Libro.

Miguel Taniyama, chef y activista local, describe el escenario como una de las mayores catástrofes económicas de Sinaloa, pero que esto es el resultado de una relación históricamente insana que ha tenido la sociedad con grupos criminales.

“Estamos viviendo la complicidad como sociedad que hemos hecho, estamos viviendo la irresponsabilidad con la que tomamos el dinero de la economía del narco, estamos viviendo la empatía con una subcultura, estamos viviendo el creer durante décadas que ese sueño maravilloso de la economía del narco nos ponía a plácemes y que era lo que realmente movía la economía en Sinaloa”, dijo.

El empresario y su restaurante llamado “Clan Taniyama”, vive ese paro técnico del que habló Ibarra. Ha descrito que la crisis económica ha mermado el ingreso y ahora no alcanza para pagar los servicios básicos, la renta del local, el pago de los empleados y la compra de insumos.

“Poco a poco hay compañeros que se rinden y tiran la toalla”, aseguró.

Taniyama junto con más empresarios y académicos han solicitado la suspensión del pago de impuestos, la condonación de multas y apoyos económicos. La respuesta ha sido lenta.

Apenas el 21 de noviembre, Taniyama organizó un evento de recaudación de fondos. Se preparó una tonelada de aguachile, un platillo típico de Sinaloa, y se vendió a 100 pesos por litro (unos 5 dólares) en la calle Álvaro Obregón, la vía principal de Culiacán. Ahí 150 músicos y cuatro grupos de Mariachi hicieron sonar sus instrumentos por más de cinco horas.

El evento fue un respiro para los sinaloenses, que armaron una fiesta a plena luz del día, para tratar de menguar la sensación de inseguridad y al mismo tiempo apoyar a los músicos, pues lo recaudado fue repartido entre ellos y sus familias.

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