Margarita Ortiz González tiene 59 años y nació en La Reforma y ahí ha vivido toda su vida, se casó y tiene familia en la comunidad.
Recuerda que antes personas externas llegaron a La Reforma por la gran oferta de trabajos, por ejemplo: la planta de productos pesqueros que ofrecía de 6 mil a 8 mil empleos. Era de Gobierno, pero luego la dieron en concesión y problemas de administración la llevaron a cerrar.
Esta producción para dar trabajo a una planta se fue perdiendo, considera, por la contaminación del mar; las granjas camaroneras han hecho que ya no haya tanto camarón para pescar por los químicos usados para alimentar y desinfectar al producto en cautiverio.
“Cuando éramos niños nos íbamos a bañar a la orilla del mar y nos picaban los camarones en las piernas”, dice. Hubo tanta prosperidad que hubo personas de otros estados, ahora sortean otro tipo de problemas, como los robos a casas habitación y pequeños negocios. A su esposo le robaron pangas con todo y motor y el trabajo de las autoridades para encontrar y castigar responsables fue nulo.
Las personas que quedaron sin empleo cuando cerró la planta tuvieron que aprender el oficio del mar. No es fácil entrar en una cooperativa pesquera, para familiares de quienes ya las integran hay una puerta abierta,
También encuentra que los jóvenes ya se fueron de la comunidad a estudiar y solo regresan los fines de semana, generando una importante derrama económica; si bien, tienen sembrado el amor por la pesca y entienden el oficio, ya no se dedican a eso.
La falta de interés de las propias autoridades por cuidar los espacios costeros ha mermado en el desarrollo de la comunidad. Con apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas se han organizado jornadas de limpieza en playas, además de otras actividades organizadas por el propio Ayuntamiento de Angostura, en las que apoyan con el combustible para que las y los pescadores salgan a recoger basura.
Ella y su familia tienen una cooperativa de ecoturismo y pesca deportiva, por lo que les conviene que los espacios estén limpios y dar una mejor imagen de la localidad.
Tanto visitantes como personas del lugar dejan basura en las playas, es un problema que no han podido erradicar, pero encontraron una estrategia para hacer frente: empezar por la población de niñas y niños para hacer conciencia para tener adultos responsables.
En el ecoturismo se inició por familia y amistades. Para darlo a conocer repartieron volantes en las escuelas y usaron las redes sociales a su favor; sin embargo la violencia afectó hasta cancelarles reservaciones, la alta incidencia delictiva mermó el trabajo y cuando apenas se estaban recuperando inició la pandemia.
Está más tranquila la comunidad, pero en un momento se metían a robar a las casas, cuando salían de semana santa dejaban a alguien cuidando la casa porque significaba que era muy probable que la robarían, en las tiendas también robaban. Cuenta que fue el crimen organizado el que puso orden en la comunidad.
Con el reconocimiento de La Reforma como puerto, hay tareas que hacer para lograr el impacto prometido. Margarita enumera algunas, como la necesidad de desazolvar para que entren barcos grandes y que de verdad haya turismo externo; en la comunidad hay personas que hacen artesanías con objetos del mar y es atractivo para visitantes, además de alimentos de la región.
En la Bahía de Santa María hay varios atractivos turísticos que la población ahí habita le parecen de gran belleza, lo que para personas externas que no están habituadas a ese paisaje diario también es sorprendente; entre las islas y las dunas, hay mucho que explorar.
Margarita tiene 22 años desempeñándose como docente en el Icatsin, pero también es costurera y tuvo panadería por 16 años; la demanda de recursos económicos y humanos para darse abasto para la producción y distribución en 300 locales de una cadena de tiendas de conveniencia, la hicieron parar; el alza en gasolina, electricidad, gas y demás insumos, no compensó para sacar lo invertido.
Tener estos trabajos le permitió que sus hijas e hijos estudiaran en Culiacán y sean profesionistas. En cuanto la menor de sus hijos terminó de estudiar, dejó de operar la panadería, intentó que alguien más se quedara con el negocio, pero no fue posible. También fue costurera, llegó a hacer 43 vestidos de fiesta en un mes.
“Yo le apuesto a los jóvenes”, reitera. Las y los jóvenes que estudian fuera y regresan los fines de semana y levantan el pueblo, generando derrama económica, programan viajes y a ella le da gusto que haya movimiento. Es en las nuevas generaciones en quienes deposita la prosperidad de La Reforma. Mientras avanzan en los cambios, se complace en apoyar con algunas actividades, como con el monumento al pescador, como símbolo de que algo mejor vendrá.
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El proyecto Memoria y Verdad: Historias desde la pesca se desarrolló en colaboración con el Fondo Resiliencia, un esfuerzo conjunto para fortalecer las respuestas locales y la resiliencia comunitaria.
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