Claudio Sepúlveda Hernández, es pescador y representa una cooperativa, Cooperativa Pescadores Bahía Santa María. Tiene 73 años y nació en Jalisco, pero a los 8 años empezó a vivir en Baja California; a los 19 llegó a vivir a La Reforma donde jugó fútbol y fue campeón 3 años seguidos. Trabajó en distintos oficios, como el de albañil y en una planta pesquera. En 1987 llega a Yameto, Navolato.

Antes ya conocía Yameto, pero no imaginó quedarse ahí, la primera intención era ser socio de la cooperativa de un amigo suyo. Agradece a Dios haber llegado a donde está, pues tuvo antecedentes de adicción al alcohol y lo pudo superar. La vida de pescador no ha sido fácil, al inicio dejaba a su familia en La Reforma y tenía duras jornadas.

Tiene un hijo desaparecido, hace 8 años que no sabe de él, pero ha estado consciente de que regresando al consumo excesivo de alcohol no lo va a traer de regreso, por lo que se ha mantenido firme en la decisión de no tomar. Su hijo nunca se enfermó ni tenía otros problemas, de la noche a la mañana no regresó y siente el vacío.

“En mi corazón y mi mente aquí está y parece que lo estoy viendo”. Se cuestiona si le faltó algo, si se comportó agresivo o si tuvo la culpa, pero entiende que hizo lo que estaba en sus manos para que su hijo tuviera una buena vida. Quisiera saber a dónde ir a buscarlo, pero no tiene esa información para sentirse más tranquilo. Aunque sea para llevarle una veladora y dejar de hacerse preguntas sobre dónde y cómo está.

Mientras que en la comunidad la inseguridad y la indolencia del Gobierno también son motivo de desesperanza. Las adicciones a drogas sintéticas es una problemática que le ha tocado ver de cerca y se extienden por la comunidad. “Nunca es tarde para reflexionar y para decir: yo quiero cambiar”. Se puede ser una persona correcta y ejemplar, lo sabe porque su historia de vida no fue fácil, después de tomar todos los días.

Cuando llegó a Yameto, este solo era un paraje, no había luz ni agua; los primeros servicios llegaron hace 30 años, ya que todo era manglar y solo lo visitaba en fechas como Semana Santa. Ahora agradece que su vida transcurra ahí.

En el 2006 un compañero suyo dirigía la cooperativa, pero por malos manejos le solicitaron que Claudio tomara las riendas, poniendo toda la confianza en él, que al inicio era un externo. Siempre se ha llevado bien con la gente y hacía observaciones atinadas en cuanto al trabajo que realizaban, eso jugó a su favor.

“Los retos que hay ahora, aunque estemos aquí a la orilla del mar y tengamos esto que yo represento, siempre carecemos de lo social, de la economía para subsistir; sin embargo luchamos y día con día no nos damos por vencidos para seguir adelante”.

Antes tenían más apoyos del Gobierno, como el subsidio a la gasolina que les quitaron, un apoyo con el que solventaban gastos. Ahora batallan, pero siguen adelante sin abandonar el barco.

“El mar es como… es como un viento que llega y se va”. Las granjas acuícolas que desaguan en donde los pescadores van por su producto, los desechos que cambian los ecosistemas y las larvas silvestres que se roban los acuicultores, van a ser la muerte de las bahías. A los productores no les afecta el declive de la bahía pues solo les interesa el agua salada.

Ya el mar no es redituable, sobretodo cuando hay vedas y la situación es muy difícil. Por lo que exhorta a los jóvenes a que se preparen estudiando, porque el mar ya no está dando como antes y la crisis de escasez de producto se extiende en todos los campos pesqueros. Camarón chico, precios bajos y competencia desleal de grandes pescadores.

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El proyecto Memoria y Verdad: Historias desde la pesca se desarrolló en colaboración con el Fondo Resiliencia, un esfuerzo conjunto para fortalecer las respuestas locales y la resiliencia comunitaria.