Arnulfo Castro Montoya, mejor conocido como “El Califas” del Tetuán. Le gusta el marisco y prepararlo, el haber nacido en campo pesquero le dio ese gusto y sazón. Tiene 51 años, desde su primer año llegó al Tetuán y no se ha ido.
Desde joven aprendió a nadar, se iba a bañar a la bahía y su hermano mayor lo aventaba, de ahí se hizo buen nadador. Su padre era muy estricto, Arnulfo le empezó a ayudar con su actividad de cuidar chivos y borregos, además tenía corral de cochis; la primaria, secundaria y preparatoria, las hizo en escuelas abiertas para adultos.
“Trata de rescatar de rescatar de ese mundo de drogas, alcohol, prostitución y el narcotráfico a los jóvenes”, son sus actividades principales. Se ha dedicado a apoyar a la ciudadanía, quiere ser Alcalde de Navolato.
A los 12 o 13 años cayó en las adicciones por tratar de huir de su casa y agarró amistades que consumían drogas y estaban en negocios ilícitos, él también entró al consumo y a la distribución de droga sintética. Le tocaron dos levantones por equivocación.
Un día decide iniciar el cambio, batalló para dejar la droga porque recaía. Dejó de vender. Hizo un retiro espiritual donde le dieron acompañamiento. Se metió a la religión católica y fue presidente del comité de vecinos de su grupo, en el Tetuán.
Cuando vino por última vez Juan Pablo II a México, estaban buscando a 800 personas para verlo y conversar, a él lo seleccionaron y fue al Distrito Federal, ahora Ciudad de México; una de las mejores experiencias de su vida.
Ahora sigue siendo mentor, pero ya no con los grupos católicos, aunque sigue siendo parte de la religión. Está en cuarto y quinto paso, que también da acompañamiento para dejar las adicciones.
Arnulfo trabajó en un restaurante de mariscos en Nuevo Altata, espacio que tomó como escuela para poder después poner su propio puesto en Culiacán. La confianza que se le brindó por su proactividad y disposición para aprender, le sirvió en sus siguientes actividades. Se especializó en todos los puestos de un restaurante.
También le tocó ser salvavidas en Nuevo Altata, tuvo 9 rescates en 5 años, recuerda una ocasión que un niño se ahogó, es un episodio que lo marcó.
Entró a la política, con el partido Morena en 2018, fue coordinador de la Secretaría de Bienestar, entre sus principales logros fue apoyar a madres solteras que trabajaban en el campo. Después le asignaron inspector de servicios públicos, además de otros cargos al interior del partido.
Él sabe cuánto ha avanzado y lo que le ha costado. Cuando se le perdía alguna becerra, su papá lo corría de su casa; en varias ocasiones le tocó vivir en el monte. De pequeño entre las corridas y que su papá tomaba mucho alcohol y se ponía agresivo, se iba a refugiar en un tanque de agua para dormir.
Ya no es una persona con miedo, sueña con tener el primer Instituto de Valores en Navolato y en Sinaloa. Su color preferido es el negro, pero sabe que está en un proceso de renovación en que va hacia la luz. Su decisión de estar limpio. A veces llora por cosas del pasado, sigue trabajando para ser mejor.
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El proyecto Memoria y Verdad: Historias desde la pesca se desarrolló en colaboración con el Fondo Resiliencia, un esfuerzo conjunto para fortalecer las respuestas locales y la resiliencia comunitaria.
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