Altata, Sinaloa.- La presencia de mareas rojas cada vez más prolongadas hace necesario que las autoridades mantengan comunicación constante no solo con las cooperativas pesqueras, sino con toda la comunidad que aprovecha los frutos del mar en las comunidades costeras, señaló la almejera Yanett Castro Medina.
Castro Medina cuenta que, hace un mes, al inicio de la marea roja en Altata, la autoridad sanitaria informó sobre un cierre precautorio a todas las cooperativas, pero más adelante no se enteraron de que este había derivado en una veda sanitaria que lleva ya más de un mes.
Ante está situación, la también presidenta de la Red Nacional de Mujeres por la Pesca señala que sería importante que, a través de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios de Sinaloa (COEPRISS) se estuviera informando no solo a los pescadores y sector restaurantero, sino a toda la población de las comunidades afectadas.
“Creo que es el principal eje, realmente mantener un canal de comunicación no solamente con las cooperativas o los ostrícolas, sino que sea por comunidades costeras. Al final tampoco hay mucha información hacia toda la gente”, indicó.
Esto sería importante porque, considera la mujer pescadora, la información llega a los directivos de cooperativas y en su mayoría estos “no manejan los moluscos bivalvos con mucha importancia”.
Si la información no llega directamente a los pescadores y recolectores, estos siguen sacando ostión de la bahía y consumiendolo; y aunque las personas locales tengan más resistencia a la presencia de contaminantes, el problema es cuando el producto sale para ser ofrecido a venta.
“La gente que aquí nace a lo mejor no le hace daño, pero si tú comercializas y viene una gente con un estómago delicado, pues le puedes causar un gran daño”, lamentó.
La presidenta de la cooperativa Almejeras de Santa Cruz y recientemente reconocida con el Premio a la Mujer Rural Sinaloense, señala que la marea roja que afecta desde hace más de un mes a la actividad ostrícola en Altata es un golpe extra a los medios de vida de quienes se dedican a la recolección o venta de ostión, el cual se suma a la situación de violencia que mantiene la actividad turística deprimida en la bahía.
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