Culiacán, Sin.- Históricamente las cantinas o bares —siglos atrás las tabernas — han representado un centro de socialización esencial en la vida cotidiana de los hombres. En Europa por ejemplo, eran los puntos de reunión predilectos de la clase obrera, donde al calor de las copas se generaron intensos debates que postularon muchas ideas revolucionarias.
En Latinoamérica sus asiduos idearon más de una conspiración política contra regímenes totalitarios, pero en la mayoría del tiempo funcionaron más como lugares de fraternidad, camaradería y reunión de personas por afinidad.
Estos ambientes también han inspirado a artistas a lo largo del tiempo, tal vez el más representativo fue el ilustrador francés Henri de Toulouse-Lautrec, quien pintó la vida nocturna parisina de finales del siglo XIX.
En Culiacán todavía contamos con algunas cantinas históricas que siguen siendo frecuentados por profesores, funcionarios de gobierno, periodistas, integrantes de la comunidad cultural, políticos y trabajadores en general.
Un tributo a estos centros de esparcimiento culichi es el que rindió el pintor Raúl Ramos Payán, al inaugurar su exposición Músicos de cantina y otros temas, en la Galería de Arte Frida Kahlo de la UAS.
De esta manera, para quienes habitan en la capital sinaloense, recintos emblemáticos como El Évora, Las Puertas Negras, Las Glorias o El Mesón, se convirtieron en escenarios artísticos sacados de la imaginación de este pintor de la localidad.
“Como artista dice uno, sería una pérdida no aprovechar esas imágenes que se dan al interior de esos lugares; a veces grotescas, escenas populares que la gente, un borracho, una acompañante, una dama. Crean un ambiente, a veces grotesco, pero también es parte del comportamiento humano”, expone Ramos Payán en entrevista para Espejo.
“Es una especie de libidinosidad, porque siempre está ahí la testosterona jalando”, precisa.
Pese a esto, el artista argumenta que en su serie de cuadros buscó no caer en lo vulgar, sino componer estas imágenes de una forma bien tratada, de reflejar y hacer sentir al espectador una vivencia, que incluso, él o ella haya tenido.
Lo que pasa con estos temas, continúa el pintor, es que la mayoría no se atreve a decirlo, ya sea por temor, pena, o simplemente porque no quieren que sepan que acuden a esos tugurios populares de Culiacán o de “mala muerte”.
“El artista lo que hace es embellecer una realidad para mostrar otra mejor, nueva y estéticamente más bella. Que llame la atención al espectador, que sienta esa emoción: incluso muchos se pueden ver reflejados”, explica.
“Me baso primero en fotografías, ya después la ambientación, la ropa, el color, tú ya se lo pones de tu imaginación, tu creatividad. Entonces, si tú vas a una cantina nunca vas a hallar exactamente como lo ves aquí”, menciona.
Acordeones, tololoches, tubas, tarolas, guitarras, los instrumentos de la música regional y quienes los interpretan también son unos de los personajes principales de la obra de Raúl Ramos Payán. Luego aparecen mujeres atendiendo a los comensales, principalmente hombres; unos bailando, otros conviviendo en sus mesas, pero tampoco faltan los solitarios pensativos en claroscuros, todos ellos evocando a Dionisio en un ambiente de bohemia.
“Músicos de cantina”, Raúl Ramos Payán.
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