Por Adrián González-Camargo / adriangonzalezcamargo (IG)
(Advertencia: contiene ‘spoilers’).
En los primeros minutos de la nueva y exitosa miniserie, Adolescencia, pronto nos damos cuenta que a quienes tenemos enfrente son dos detectives que están a punto de arrestar a un niño de 13 años. Así, entramos espectadores a la casa, como si fuéramos parte de la fuerza policial, con violencia y sin miramientos, vamos en pocos segundos de la calle a la cama del sospechoso, como si esto sucediera de forma natural y sin miramientos.
La autoridad del estado es la validación para ello y sin cuestionarnos eso, pasamos de la libertad a la aprehensión y de la vida en familia a la ausencia de la misma. La serie, que justamente desmenuzará el crimen como desmenuza a la familia, se resolverá (por ahora) en 4 episodios.
Con ese sentido tan omnipresente, voyerista, íntimo y en muchos momentos desgarrador, es como se mantienen la miniserie Adolescencia, realizada en Inglaterra y recién estrenada en Marzo del 2025. A diferencia de la presencia o ausencia del Estado en universos que no son los sajones, “primermundistas” o europeos, donde la violencia juvenil puede atenderse desde otras perspectivas y con otras consecuencias, en Adolescencia queda asentado que el Estado es tan fuerte que una vez que se ha ejercido su fuerza, lo que queda es comprender las causas, pues las consecuencias ya han sido asumidas. Así, fragmentando apenas los porqués del acontecimiento, somos ‘copilotos’ de los detectives, de la familia, de los psicólogos que trabajan alrededor del caso. ¿El crimen? Jamie Miller, el niño de 13 años que fue extraído de su cama al inicio de la serie, es acusado por haber asesinado a una compañera, Katia Leonard.
La adolescencia (y pubertad), es una etapa del desarrollo del ser humano que ha sido retratada el cine desde muchas perspectivas, puede ser tan cruel como alegre como devastador como esperanzados. Hay ejemplos como Tenemos que hablar de Kevin (Lindsay Ramsay), If (Lindsay Anderson), Los 400 golpes (Francois Truffaut). En México, hemos visto ejemplos tan distintos como Perfume de violetas (Maryse Systach), Temporada de patos (Fernando Eimbcke) o Los lobos (Samuel Kishi) o algunos ejemplos aún incipientes como las series Nadie nos va a extrañar o El internado Las Cumbres.
Durante el desarrollo de la historia, la idea de cómo la conducta de los adolescentes es completa responsabilidad de los padres va creciendo de forma qué no solo los llena de culpa (hasta cierto punto injusta), sino que nos obliga a preguntar qué tanto debemos reconsiderar la voluntad y la vigilancia en la adolescencia. ¿Libertad completa o vigilancia absoluta? ¿Cuál es el punto medio?
Lo interesante de Adolescencia y las conversaciones que provoca, es que un fenómeno tan complejo no es posible entenderlo sin los descontroles hormonales, sin considerar o no la posible salud psiquiátrica, el entorno social del individuo, la alienación, la relación de los adolescentes en un mundo virtual, el mundo real de la escuela, las influencias ideológicas de los medios, las influencias ideológicas de las redes sociales. La fragilidad mental de un adolescente es o debería ser el primer punto de partida. Sin justificar el acto, pareciera que la vigilancia absoluta es necesaria. Que los padres no podrían dejar solos a sus hijos adolescentes porque es justo en ese mundo virtual alternativo que es internet en el que se gestan las frustraciones y donde inicia la violencia.
Por tanto, tendríamos que utilizar este tipo de productos narrativos no para comer más palomitas, sino para detenernos a reflexionar si estamos viviendo en un entorno psicológica o incluso psiquiátricamente saludable y si no es momento de activar alarmas y buscar ayuda profesional. O si es momento de dejar las redes sociales y salir más a la calle.
La historia de Adolescencia, que busca más preguntas que respuestas, aborda temas que parece no tendrán respuesta pronto. Desde la toxicidad en redes sociodigitales y la regulación en un entorno que no se puede regular, o que no se quiere regular, hasta la edad en la que los jóvenes crecen con un mundo de aparente respuesta automática y de aparente hiperconexión. Adolescencia nos debe hacer preguntarnos si dejar nuestras voluntades y capacidades cognitivas en manos de autócratas invisibles que construye mundos inasibles habrá sido realmente la respuesta. Y mejor aún: habría que preguntarse si el internet, las redes sociodigitales y los teléfonos inteligentes fueron respuesta a algo. ¿Respuesta a qué? Quienes crecimos en una época sin internet podremos tener la respuesta. Sin embargo, nosotros mismos no podríamos imaginar un mundo sin aviones o sin automóviles, sin refrigeradores o sin luz eléctrica.
Empero, la llamada de atención de vigilar las redes sociodigitales, en este caso particular Instagram, se convierte en una casi obligación cuando en una escena crucial, el hijo del detective principal, como sacado del cuento ‘La carta robada’ de Edgar Allan Poe, le muestra claves que estuvieron siempre ahí, frente a todos. Este momento es clave para comprender mejor el-¿todavía-no-entendemos?-peligro que supone que pubertos y preadolescentes se manejen libremente en redes sociales. Mientras el detective busca claves en el mundo exterior, se pierde de buscarlas y decodificarlas en el mundo virtual.
Y aquí es donde la vigilancia y autoridad del mundo virtual de las redes sociodigitales se contrapone con el inicio de la serie. Mientras el Estado fue capaz de ingresar en apenas unos momentos al cuarto de Jamie, el mismo Estado no ha sido capaz de vencer a las empresas digitales que permiten el acoso y abuso entre menores. O mejor aún: que les permiten su acceso.
Así, pasamos de vigilante a vigilante, del Estado a los padres a los profesores a las cámaras de seguridad a los evaluadores psicológicos. Pero nunca nos fijamos en quienes construyeron la ‘arena digital’ en la que se convirtió Instagram.
De este modo, pensamos que el problema es que en la adolescencia, el gran vigilante no vigila del todo o solo lo justo. Y si Instagram y las redes sociales eran el nuevo Estado, desde su inicio son ya el nuevo estado fallido.
Así, la serie que se ha vuelto tan popular en unas semanas, Adolescencia es una llamada de atención a padres y a ciudadanos, pero también debe serlo para una complejidad de instituciones, entidades y personas. Y corporaciones.
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