Tehueco, El Fuerte, Sin.- En términos de delimitación política y geográfica, la comunidad de Tehueco es un ejido; sin embargo, también es uno de los centros ceremoniales más importantes de la cultura yoreme.
Como en todos los demás centros religiosos mayo-yoremes, la temporada de la Cuaresma, que culmina con la muerte y resurrección de Cristo, se convierte en las fechas más importantes de sus creencias.
Listos para danzar. Jóvenes se colocan los tradicionales tenábaris y faldones antes del inicio de las ceremonias de Semana Santa Yoreme.
En Tehueco, todos sus habitantes y familias están integradas en torno a la Semana Santa; todos se conocen y, de alguna manera, tanto hombres como mujeres, niños y niñas participan en estas fiestas.
Durante esta semana, sus habitantes, autoridades cuaresmales y los diversos personajes que dan vida a estos festejos se reúnen en la tarde, pero desde horas antes en cada hogar del pueblo comienzan a prepararse.
Un fariseo cuelga su máscara en espera del ritual en Tehueco.
Esto porque es común que más de un integrante por familia participe como judío o fariseo, músico, chicotero o caretudo; en algunos casos, todos los hijos varones y el padre.
Uno de estos casos es el de la familia de José Ramón Valdez Peraza, un indígena yoreme que hoy en día ya no participa en las fiestas de Semana Santa, pero de joven lo hizo muchas veces. En la actualidad, su trabajo le impide seguir ejerciendo un personaje de los anteriormente citados, principalmente por cuestiones de tiempo. Es operador de carga para Liconsa, la empresa paraestatal que distribuye alimentos en comunidades marginadas.
“Siempre participé de joven, entré de judío, es lo que trae uno en la sangre, que siempre se llegan estas fechas y uno se decide”, comenta.
Este año dos de sus hijos participan como ayaleros, cuyo papel es el de hacer sonar unas sonajas mientras marchan bailando junto con los judíos. En su casa, todos los integrantes de la familia se reúnen para ayudarles a ponerse sus vestuarios, que en la mayoría de los casos son elaborados por sus esposas, hermanas o mamá.
Todas la familia participa ya sea en los preparativos o activamente dentro de los rituales.
En la actualidad, comenta José Ramón, ya es muy difícil conseguir las piezas originales de los vestuarios, como son los tenábaris (capullos de mariposas) que se colocan en las piernas para emular unas sonajas, por lo que muchos judíos elaboran los suyos propios a base de aluminio de los botes de cerveza.
“Muchas veces a los chiquillos les llama la atención andar detrás de los judíos y si hay oportunidad entra uno. Aunque muchas veces, antes, hasta los padres no te dejaban o no tenían la oportunidad”, explica.
“En mi caso, sí me dejaron. En ese tiempo batallábamos para conseguir los cueros para las máscaras, teníamos que meternos al monte: esas son las formas en que se nos dificultaba. Antes, hasta nos íbamos al monte para buscar también los tenábaris”, continúa.
Para José Ramón es importante que sus hijos todavía se interesen en ser parte de estas fiestas tradicionales, ya que es una forma de que la comunidad de Tehueco se mantenga integrada, además de reforzar el sentido de pertenencia entre los más jóvenes para no olvidar sus raíces de un pueblo originario de Sinaloa.
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