Todo bien, solo cuéntanos y refiere tus fuentes. Quizás es de un libro, folleto o tras haberse contado por cronistas o historiadores, pero atribúyelo, plis!
El Teatro Apolo fue una de las construcciones más emblemáticas de Culiacán durante el Porfiriato y se convirtió en un claro reflejo de la transformación cultural y urbana que vivió México y Sinaloa a finales del siglo XIX.
Este periodo se caracterizó por una fuerte influencia europea, donde principalmente los campos de la arquitectura y el arte adquirieron una relevancia inédita. Los teatros, en particular, se convirtieron en centros neurálgicos de la vida social y cultural, sobre todo entre las élites urbanas.
La iniciativa de construir un teatro en Culiacán surgió en 1889, impulsada por el entonces gobernador del estado Mariano Martínez de Castro. Su interés por embellecer y modernizar la capital sinaloense lo llevó hasta la Ciudad de México, donde contactó al arquitecto Luis F. Molina, a quien posteriormente se le denominó el “Arquitecto de Culiacán”, tal y como se explica en el libro “Luis F. Molina, el arquitecto de Culiacán”, del autor René Llanes Gutiérrez.
Este último, de origen y formación académica reconocida, llegó a Culiacán en 1890 y fue el encargado de proyectar y dirigir la construcción del nuevo teatro, así como de otras obras significativas como el Instituto Científico “Antonio Rosales” y la conclusión del Palacio de Gobierno.
El proyecto del teatro fue respaldado por miembros de la burguesía local, entre ellos Amado Andrade, Severiano Tamayo y Ángel Urrea, quien propuso el nombre de “Apolo” en alusión al dios griego de las artes.
La primera piedra se colocó el 15 de septiembre de 1892, y la obra fue concluida dos años más tarde, inaugurándose oficialmente el 16 de septiembre de 1894.
Ubicado en la calle Antonio Rosales, entre Álvaro Obregón y Juan Carrasco, el Teatro Apolo destacó por su imponente fachada clasicista de dos niveles, con un diseño simétrico y elegante.
El interior, en forma de herradura, contaba con elementos técnicos innovadores para la época, como asientos desmontables que permitían convertirlo en salón de baile. Su decoración estuvo a cargo de especialistas como el muralista José Segura y el ebanista Prisciliano Flores.
Durante sus años de esplendor, el Teatro Apolo albergó una vibrante vida artística, desde compañías de ópera como la “Ciudad de Roma”, hasta zarzuelas, recitales poéticos y veladas literarias.
También fue escenario de actos oficiales, bailes de gala y celebraciones cívicas, como la toma de posesión del gobernador Diego Redo en 1909, que incluyó la iluminación del edificio con cuatro mil lámparas eléctricas y música especialmente compuesta para la ocasión.
Sin embargo, con el paso del tiempo y los cambios sociales traídos por la Revolución Mexicana, el teatro fue perdiendo relevancia. Su foro dio paso a mítines políticos y actividades más modestas. A partir de 1922 funcionó también como cine, hasta que su deterioro lo volvió inseguro. Finalmente, en 1948, el Teatro Apolo fue demolido, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva de Culiacán.
Este majestuoso recinto no solo fue testigo de importantes momentos culturales, políticos y sociales, sino también símbolo del impulso modernizador del Porfiriato en Sinaloa. Actualmente, donde anteriormente se encontraba su ubicación, hoy se encuentra un estacionamiento.
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