Culiacán, Sinaloa.- “Es decidir si ir a aprender o quedarnos seguros en casa”, así describió Sara*, estudiante de preparatoria, el dilema que han enfrentado las familias desde que el pasado 9 de septiembre estalló una “narcoguerra” en Sinaloa, dejando a su paso cicatrices en la salud mental de niñas, niños y adolescentes, y afectando su derecho a la educación como consecuencia de las suspensiones de clases y asistencias irregulares.

“Sí he tenido miedo. (…) cuando la situación está muy grave sí me la pienso mucho en ir a la escuela, porque donde voy casi nunca cancelan clases (…) pero puedes reprobar por las faltas, sí me siento estresada. La semana pasada solo fui un día a clases”, expresó Sara.

Su temor no es aislado, es una emoción generalizada entre madres, padres de familia, docentes y alumnos que suelen revisar en las noticias y grupos de Whatsapp para saber si hay condiciones para acudir o llevar a sus hijas e hijos a las escuelas. Pero que, en algunos casos no ha sido una precaución suficiente, pues en días considerados tranquilos se han registrado balaceras cercanas a planteles escolares o bloqueos impidiendo el paso.

Ariana* narró a ESPEJO el día en que tres hechos de violencia ocurridos consecutivamente en las calles cercanas a la primaria de su hijo la marcaron profundamente a ella y sus hijos de 10 y 4 años de edad. Los tres acudieron al plantel educativo y a los pocos minutos de entrar comenzaron a escucharse detonaciones muy cerca, creando pánico en los presentes; estudiantes y maestros corrieron por igual a refugiarse dentro de las aulas.

Ariana salió del aula en donde se encontraba para buscar a su hijo que se había quedado en la entrada del plantel a esperar a su compañero de clases, tuvo que dejar al niño más pequeño dentro del salón con la instrucción de que no se moviera del lugar, pero para su sorpresa, al regresar al aula encontró a su hijo debajo de los asientos: el niño de apenas 4 años aplicó de forma automática lo que le habían enseñado en el preescolar durante un simulacro en caso de balaceras.

“Cuando me metí el niño chiquito estaba metido debajo de los asientos porque ellos en el kínder les han hecho simulacros de qué hacer en ese caso porque donde vivimos pasan muchas cosas y él se acordó y solito se metió debajo de los asientos”, dijo.

Ese fue el primero, pero no el único hecho violento que Ariana vivió junto a sus hijos durante ese día de escuela, pues en dos ocasiones más se escucharon detonaciones cerca, lo que les impidió llegar a su casa a la hora regular.

“Ese día nos tocaron tres cerca de la escuela. Terminamos saliendo casi a las 4 de la escuela porque no nos podíamos ir, a uno le da miedo y más porque uno tiene que irse caminando. (…) El niño chiquito me decía tengo miedo mamá, tengo miedo, y me agarraba, bien feo. Ese día estuvo bien feo”, contó.

Desde ese día el miedo se quedó instalado en el cuerpo de sus hijos. Se ha percatado que el hijo mayor vive en alerta constante, siempre estando al pendiente de los estruendos que puedan confundirse con el de balazos.

Además, según explicó, la violencia no solo le ha impactado en lo emocional, sino que, al igual que Sara, sus hijos han dejado de asistir regularmente a la escuela debido al temor de que pudiera ocurrir algo en el trayecto, lo que los coloca en desventaja  en comparación a otros estudiantes que viven cerca del plantel y que pueden asistir de manera regular.

“Afecta porque uno deja de llevarlos a la escuela, hay otros niños que a lo mejor viven cerca y tienen más asistencias y obviamente van avanzando, pero los que viven lejos y no pueden ir se van quedando atrás en el aprendizaje, ya no van al corriente”, señaló.

En Sinaloa, durante el ciclo escolar 2024-2025, más de 562 mil estudiantes asisten a las 6 mil 249 escuelas públicas y privadas del nivel básico de la entidad. Si bien la violencia se ha concentrado en ciertas zonas -especialmente el centro y sur de Sinaloa- la incertidumbre ha impactado a miles de familias que día con día se ven en la necesidad de decidir si enviar a sus hijos a la escuela o no.

La violencia como causa de rezago

La frecuente suspensión de clases, el ausentismo motivado por el miedo y el impacto emocional que ha ocasionado la violencia, tiene un profundo impacto en el aprendizaje de las y los estudiantes, llegando a provocar rezago educativo, inequidad en el aprendizaje y en algunos casos hasta abandono escolar, explicó Nuria González Elizalde, directora de Mexicanos Primero Sinaloa.

Mencionó que tras lo ocurrido con la pandemia del COVID-19, se realizaron diversos estudios en donde se concluyó que la falta de clases presenciales tiene una afectación directa en el aprendizaje y puede tener consecuencias a largo plazo.

“El niño o la niña al enfrentarse un rezago académico pierde interés en los nuevos contenidos porque se les dificulta, porque simplemente el no tener bases sólidas te dificulta el tener nuevos conocimientos o tener nuevos aprendizajes, el no tener nuevos aprendizajes te genera frustración, impotencia, desánimo y esto condiciona hasta cierto punto la asistencia irregular o el abandono de la escuela”, explicó.

Para atender este impacto, mencionó que desde Mexicanos Primero han insistido en la necesidad de implementar un diagnóstico estatal y una estrategia enfocada en la recuperación de aprendizajes perdidos y el acompañamiento docente.

“Sinaloa tendría que tener sus propios mecanismos de evaluación, su propio diagnóstico local y aterrizado a nuestro contexto y sobre esos resultados atender los rezagos de niñas y niños en áreas tan indispensables como es la lectura y la comprensión lectora, escritura, pensamiento lógico matemático y las habilidades socioemocionales”, señaló.

En este sentido, Gloria Himelda Félix Niebla, secretaria de Educación Pública y Cultura (SEPyC) en Sinaloa, indicó que se está trabajando en un plan de recuperación de aprendizaje para atender estas afectaciones.

“Ya tiene su segunda evaluación, vamos por la tercera evaluación que se habrá de desarrollar durante el mes de junio, previo al ciclo escolar que será el 4 de julio, como formalmente está establecido en el ciclo escolar, en ese momento ya podremos nosotros dar los resultados de manera fehaciente”, aseguró la funcionaria.

El estrés tóxico afecta al cerebro

No solo la suspensión de clases y la asistencia irregular tienen un impacto en el aprendizaje, también el miedo y estrés producto de la crisis de inseguridad pueden provocar afectaciones en el desarrollo cerebral e interferir en funciones clave para el aprendizaje, explicó María de los Ángeles Vizcarra Rojas, psicóloga clínica infantil.

“Esto es porque se vive un estrés tóxico y esto afecta directamente a la arquitectura cerebral de los niños y los adolescentes aceptando la memoria, la atención y las habilidades cognitivas que son necesarias para poder llevar un rendimiento escolar adecuado” señaló.

Ante esto, indicó que para evitar impactos a largo plazo, las escuelas deben convertirse en espacios seguros emocionalmente, donde se validen los sentimientos de las y los estudiantes, y se adapten a un ritmo de enseñanza más flexible para evitar la inequidad de aprendizajes.

 

*Para proteger la identidad de las personas entrevistadas, los nombres utilizados en los testimonios han sido modificados.

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