Los indicadores económicos de México en 2025 presentan un panorama preocupante que combina un crecimiento mínimo con presiones inflacionarias persistentes. Con base en la última publicación de datos del INEGI, la inflación anualizada alcanzó 4.22% en la primera quincena de mayo, superando por más de un punto porcentual el objetivo del Banco de México. Esta cifra alarmante coincide con un crecimiento económico de apenas 0.2% en el primer trimestre del año, lo que configura un escenario de estancamiento con precios al alza.

La situación actual va más allá de una simple desaceleración y técnicamente no estamos en recesión, el débil crecimiento no genera empleos de calidad ni mejora el poder adquisitivo de las familias. Los ciudadanos perciben esta realidad cada día: sus salarios alcanzan para menos mientras los precios de alimentos y servicios básicos siguen aumentando. La incoherencia es notoria en una economía que no se contrae, pero tampoco avanza representa un desafío complejo para las autoridades.

En medio de este panorama, las decisiones de política monetaria han generado controversia. El Banco de México ha implementado tres recortes consecutivos a su tasa de referencia, situándola en 8.50%. Mientras el gobierno argumenta que estas medidas buscan estimular el crecimiento, muchos analistas las consideran prematuras. Es evidente que relajar la política monetaria con inflación elevada y sin reformas estructurales podría empeorar la situación, convirtiendo la inflación en un problema crónico.

El contexto internacional añade otra capa de complejidad. La reciente decisión de un tribunal estadounidense que declaró ilegales los aranceles de la era Trump llega demasiado tarde para reparar el daño a las cadenas de suministro y la inversión. Estas medidas proteccionistas ya dejaron su huella en la economía mexicana, afectando especialmente a los sectores exportadores.

El resultado es una economía sin motores claros de crecimiento. Ni el consumo interno (presionado por la inflación) ni las exportaciones (en un entorno global volátil) pueden impulsar la recuperación. La inversión privada permanece estancada por la incertidumbre, mientras las respuestas del gobierno parecen limitarse a medidas temporales en lugar de reformas profundas.

Este escenario se complica aún más con el ciclo electoral que se aproxima en el 2027 con la elección de 16 gubernaturas, ya influyen en la agenda económica, postergando decisiones necesarias pero impopulares; esta dinámica es recurrente: los gobiernos priorizan la coyuntura política sobre los cambios estructurales que el país necesita.

Ante este complejo panorama, México enfrenta un dilema fundamental. Las soluciones temporales ya no son suficientes. El país requiere una estrategia integral que combine disciplina fiscal, estímulo a la productividad y certidumbre para la inversión. Sin estos cambios, el riesgo es quedar atrapado en un círculo vicioso de bajo crecimiento e inflación persistente, con consecuencias cada vez más graves para el bienestar de los mexic