La crisis de seguridad en Sinaloa, que ya acumula casi 10 meses de violencia desbordada, sigue sumando víctimas fatales día con día. Sin embargo, los alcances de las afectaciones no se limitan a las vidas perdidas. Las transformaciones de las que ha sido objeto la entidad, a partir del estallido violento, también ponen en jaque el panorama laboral para una generación entera de universitarios. Una generación que ve con desesperanza como sus oportunidades profesionales, ya de por sí escasas, se extinguen debido a la crisis económica en que ha devenido la “narcoguerra”.
El mercado laboral sinaloense lleva, por lo menos, una década con las mismas limitaciones desatendidas. Al tratarse de una economía regional construida con base en el comercio y la agricultura, ambos eslabones muy débiles en las cadenas de valor, Sinaloa presenta una dificultad crónica para ofrecer empleo suficiente y de calidad a su talento.
Esta situación es el origen del fenómeno conocido como fuga de talento, consecuencia de la poca capacidad de la entidad para retener a la mano de obra más calificada.
“Para el colaborador que vale la pena no hay oportunidades aquí. La oferta de buenos talentos se nos va. No hay qué ofrecerles para retenerlos aquí, no se van a quedar y se van a ir fuera”, explica Martha Reyes, presidenta de la Coparmex Culiacán, y directiva de Recursos Humanos en la empresa sinaloense Forrajes El Barrio.
En Culiacán, el epicentro de dicha violencia y desde donde sus efectos han sido más visibles, asociaciones civiles de comerciante y actores dentro del sector privado reportan datos de negocios cerrados que oscilan entre 800 y los miles. En el último dato de empleo formal, correspondiente al cierre de mayo, los datos del IMSS arrojan una pérdida anual de 11 468 empleos.
Ya sea por la amenaza de la inseguridad, el aumento superior al 40% anual en el delito de robo a negocio, la caída generalizada del consumo, o una combinación de todas estas, muchas empresas han optado por reducir sus plantillas laborales y dejar de contratar personas. En muchas se ha optado por recortar las jornadas de trabajo, y con ello los salarios, para retener el talento y evitar los costos del despido.
Por medio de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, conducida por el INEGI, sabemos que en el primer trimestre de 2025 la tasa de subocupación en Culiacán repuntó hasta 11.9%. En el mismo periodo de 2024, esta era de solo 6.7%. El promedio nacional del 1T de 2025 fue de 6%.
La subocupación se refiere al porcentaje de la población ocupada que, pese a tener un empleo, declara tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas. Este indicador permite dimensionar cuántas personas empleadas están en condiciones insuficientes para cubrir sus necesidades básicas.
Conforme la violencia no da señales de tregua, las expectativas de un futuro laboral seguro para los egresados se enturbian.
A continuación, se presentan tres testimonios de estudiantes universitarios sinaloenses que ven con pesar como sus vidas y de quienes les rodean han cambiado, y sus opciones profesionales se deterioran por las transformaciones que acarrea tras de sí el estallido violento.
Se cambiaron los nombres para la comodidad de expresión de las y los entrevistados.
Tomás se replantea su meta de ser maestro en una comunidad rural
Tomás es un estudiante de 20 años quien actualmente cursa la Licenciatura en Matemáticas. Vive en Culiacán y entre sus principales intereses profesionales está la docencia, pero no cualquier tipo de docencia. Una de sus metas es enseñar para jóvenes en comunidades rurales, impulsado por un idealismo del que se enorgullece.
“Me llama mucho la atención la enseñanza, siento que no se enseña de una manera muy buena las matemáticas, por eso la gente desarrolla cierto odio hacia las matemáticas. Por eso siempre me ha interesado enseñarlas, para que vean que no es así, no ocupas ser la persona más lista para entender […] Siempre me he sentido como alguien que le gusta ayudar a personas, y he tenido en mente la idea de dar clases en el rancho del que es mi familia“.
Sin embargo, la crisis de violencia le hace replantearse esta meta por el potencial peligro para su seguridad que el desplazarse a una zona rural pudiera suponer.
“Con todo este desmadre que ha pasado, pues sí me la pienso. Está lejillos, y es estar llendo y viniendo en carretera con todo el cagadero que hay”.
Además de la decepción que esta imposibilidad le produce, comenta sobre las sensaciones que las transformaciones en su ciudad de las que ha sido testigo, refiriéndose a la desaparición de la vida nocturna y de cientos de negocios, le causa.
“Me genera mucha rabia, me saca de onda y me entristece, por ejemplo, cuando llego a ir al centro y veo lugares en los que yo solía ir a pasar el tiempo, consumir o algo, están todos cerrados […] Culiacán siempre ha sido una ciudad muy nocturna, y ahora la gente a partir de las seis todos se quieren ir para sus casas, es lo que más he notado yo. Ahora nos la pensamos bastante siquiera ir a la casa de un amigo”
Sobre la opinión que le merece el trabajo de sus autoridades en el manejo de esta crísis, Tomás responde.
“Realmente no hacen nada, nada nada. Se me hace hasta cínico ver que en redes sociales se jactan diciendo que «hacemos todo por la seguridad del estado», pero no es cierto, es falso. Justo acabo de ver una noticia donde en un enfrentamiento se chingaron a un chofer y un pasajero [de transporte urbano]. La misma policía que realiza actos de violencia contra los ciudadanos que tienen que defender, no sé si por paranoia o por mala información, pero atentan contra civiles”
Entre las cosas que más le indignan por parte del aparato gubernamental, está lo que acusa como cinismo por parte del poder. “Eso es lo que me da coraje, que nos tomen de pendejos, porque saben que pueden salirse con la suya completamente impunes”, opina, con audible frustración.
Sobre sus expectativas para el futuro, comparte lo siguiente, en un sentimiento que afirma percibir también por una gran parte de su círculo social.
“Sinceramente, creo que la verdad vamos a seguir igual. No creo que este problema de la impunidad que estamos viviendo se resuelva fácilmente”.
Andrea duda de regresar a su natal Culiacán
Originaria de Culiacán, Andrea tiene 20 años y estudia la Licenciatura en Administración Turística en la ciudad de Mazatlán. Su plan consiste en terminar sus estudios y volver a la capital. Su principal meta es poder ejercer en un puesto estable que le permita vivir de manera tranquila. Sin embargo, el estallido de violencia que sigue sin dar señales de tregua se ha convertido en una amenaza latente para dichos planes.
“En mis planes a futuro está volver a vivir a Culiacán, entonces sí me entristece la idea de que en Culiacán las cosas no cambian y no sé cuando vayan a cambiar. Yo quiero volver para allá, me hace ilusión seguir con mis metas y todo allá, porque yo quiero volver. Y pensar que tal vez eso vaya a evitar que yo pueda estar viviendo allá, pueda tener un buen trabajo allá, una vida normal como la que quiero tener, tranquila, sí me preocupa, sí es algo que pienso“.
Con una gran parte de su familia y amigos aun en la capital, no es ajena a las situaciones que la atraviesan. Si bien Mazatlán no ha estado exento de las expresiones violentas dentro de este periodo sangriento, el epicentro de la delincuencia sigue siendo Culiacán. Sobre las sensaciones que le produce el actual estado de su ciudad natal, comenta:
“Me da tristeza ver a Culiacán así, ver que el Culiacán en el que yo nací, en el que yo crecí, ya no es igual, ya no existe. Ya no queda casi nada de lo bonito que era vivir allá, porque eso es lo que recuerdo yo. Ya va para el año que está así […] También yo tengo familia allá, tengo a mi hermana con sus hijos chiquitos, que quedan expuestos a esa inseguridad y me preocupa”.
Dice no percibir un trabajo efectivo por parte de las autoridades para mitigar esta crisis. Al contrario, percibe una normalización de la violencia por parte de la sociedad sinaloense. “No hacen nada para cambiarlo, y si hacen no se está viendo”. Ve con temor que esta nueva normalidad se instaure en el municipio.
“No dan ánimos de creer que Culiacán vaya a cambar”, lamenta.
Además de basarse en Culiacán, una parte central del proyecto de vida de Andrea es formar una familia. La crisis de violencia la pone a pensar sobre qué tan buena idea es esta. “Yo quisiera que mi familia fuera libre, que no tuviera miedo de en las noches salir a la tienda“, platíca,
Allison se queda sin oportunidades para prácticas profesionales
Allison tiene 21 años, estudia la carrera en Comercio Internacional en Culiacán. Está por entrar a su último año de universidad por lo que su escuela ya le comienza a urgir comenzar sus prácticas profesionales, de las cuales depende que pueda titularse. Luego de contactar a varias empresas para estos fines sin éxito, se da cuenta como las oportunidades laborales, incluso para pasantías no pagadas, escasean mucho más que antes en la ciudad.
“Ahorita que he estado buscando soluciones para las prácticas nadie me ha apoyado, no sé si eso se deba a la violencia que hay ahorita. He mandado mi currículum y obviamente no tengo experiencia porque soy estudiante. Lo he mandado y hay algunas que me contestan pero ya no me vuelven a considerar”.
Explica que la carencia de estas oportunidades le han reportado sentimientos de frustración. “Ya no sé a dónde ir“, dice. La falta de opciones laborales también la hacen sentirse menos positiva con respecto a su futuro.
“Hay mucho menos trabajo, porque pues tampoco están contratando a nadie. En el trabajo de mi mamá [un hotel] hay máximo 10 personas, y antes había más o menos unas 20 o 25. […] Realmente el personal sí ha sido recortado bastante y las posibilidades de prácticas, por lo menos para estar ahí ayudando en algo, tampoco existe“.
En el campo de reclamos a su sus autoridades, hace énfasis en la carencia de comunicación por parte de las entidades gubernamentales sobre los hechos que se desarrollan al momento en Culiacán. “Me entero más de cosas que están pasando por redes sociales que en cosas oficiales. Sí hace falta mejor comunicación, por eso hay mucha indignación en las personas cuando el gobernador habla diciendo que todo está controlado“.
A sus autoridades, y en especial al gobernador de Sinaloa, ella pide:
“Que sí mejore la seguridad, y más en los comercios. Yo ahí pongo el comercio por el negocio de mi papá. Que sí vaya a donde sí hay cosas malas, siempre hay pedos [en el sur de Culiacán]. Ahí sí deberían de reforzar machín la seguridad, donde casi siempre hay balaceras”.
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