Después de 9 meses de violencia por la narcoguerra en Sinaloa, las instituciones y mandos de seguridad pública continúan con la acciones que en vez de aportar a la tranquilidad contribuyen a la congoja colectiva a través de no prevenir a tiempo a la población de operativos que realizará en lugares de alta movilidad urbana.

Ayer, en respuesta a otra jornada violenta en Culiacan, con homicidios y domicilios y automóviles baleados, algunos helicópteros militares sobrevolaron a baja altura en el centro de la ciudad y zonas circundantes, recalcando las estampas de incertidumbre y la exagerada presencia militar-policial cuando ya han sido perpetrados los crímenes.

Una vez que el temor habia hecho de las suyas, la vocería de seguridad pública emitió un comunicado en el cual dio a conocer que la presencia de aeronaves de la Fuerza Aérea Mexicana se debió a operativos disuasivos desplegados tras hechos violentos registrados en la capital sinaloense.

En la Mesa de Construcción de Paz de Sinaloa los gobiernos federal, estatal y municipales tendrán que trabajar más en anular los ataques violentos antes de que sucedan, porque la reacción posterior a la comisión de delitos, haciendo alarde de la fuerza pública disponible, profundiza el sentimiento social de desprotección.

El miércoles 11 de junio fue otro de esos días en que el miedo resultó potenciado por la reacción lenta del Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal Preventiva frente a la logística que utilizan los sicarios del narcotráfico para actuar sin ser detectados. En caso de no ser corregido este esquema anómalo, logrando que el gobierno vaya adelante en la tarea de pacificacion, la sociedad le seguirá escatimando la confianza a las autoridades.

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