Dr. José Alfonso Aguilar Calderón
Universidad Autónoma de Sinaloa
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A finales del año 2024 y principios del 2025 el término “brainrot” ha ganado notoriedad entre jóvenes usuarios de redes sociales. Se refiere, de manera irónica pero preocupante, al fenómeno de pasar tantas horas expuestos a contenido digital irrelevante o hiperestructurado (como TikToks de edición rápida, memes sin contexto, o videos absurdos) que la capacidad de concentración, pensamiento crítico y memoria comienza a deteriorarse. Parece algo absurdo, pero creeame lector, que no es así. Si bien “brainrot” empezó como un chiste en plataformas como TikTok o Reddit, hoy es motivo de análisis por psicólogos, neurocientíficos y especialistas en salud mental, especialmente en países con un alto consumo digital. Claro, nuestro querido México no es la excepción.

México cuenta con más de 96 millones de usuarios de internet, y alrededor del 85% de ellos accede diariamente a redes sociales, según el Informe Digital 2024 elaborado por We Are Social y Meltwater. En promedio, cada usuario mexicano pasa 9 horas con 21 minutos al día conectado, y poco más de 3 horas en redes sociales. De esas redes, TikTok se posiciona como una de las más adictivas: en México, tiene más de 58 millones de usuarios activos, de los cuales la mayoría son menores de 30 años. La plataforma promueve videos de entre 10 y 60 segundos, altamente estimulantes y adaptados por un algoritmo que “lee” el comportamiento del usuario para mostrarle contenido que active respuestas emocionales rápidas.

Pero, ¿cuál es el problema?, bueno, pues resulta que este tipo de contenido crea un bucle de dopamina constante: cada video impacta, entretiene o sorprende, y el cerebro exige otro. Aquí es importante recordar que, según Wikipedia (solo consultada en este texto para un concepto simple) expone que la dopamina es un neurotransmisor clave en el cerebro, conocido por su papel en la motivación, el placer y la recompensa. Funciona como un mensajero químico que transmite señales entre las neuronas, afectando funciones como el movimiento, la memoria, el estado de ánimo y la atención. Así, sin darnos cuenta, pasamos horas deslizando nuestro dedo en la pantalla de nuestro dispositivo móvil sin propósito. Esto es lo que algunos llaman “brainrot”, una especie de podredumbre mental digital.

Ahora, retomando la formalidad de esta columna, el término “brainrot” no es médico, pero está relacionado con fenómenos reconocidos como:

  • Atención fragmentada: dificultad para mantener la concentración por más de unos pocos minutos.
  • Fatiga digital: agotamiento causado por estímulos constantes en pantallas.
  • Ansiedad por desconexión (FOMO): temor a perderse de contenido si no se está constantemente en línea.

Un estudio reciente del Instituto Nacional de Psiquiatría en México señala que el 32% de jóvenes entre 15 y 24 años muestra síntomas de ansiedad digital ligados al uso excesivo de plataformas como TikTok, Instagram y YouTube. Asimismo, se ha observado un aumento del 27% en trastornos de sueño entre usuarios intensivos de redes.

El problema no es solo el tiempo en pantalla, sino la calidad del contenido. Muchos videos no buscan informar ni entretener con sentido, sino simplemente captar la atención mediante sonidos, movimientos rápidos, texto saturado y estímulos visuales constantes. El usuario promedio de TikTok o Reels ve entre 200 y 400 videos al día, pero recuerda menos del 10%. Esto genera una especie de “reseteo cognitivo” constante: el cerebro se acostumbra a no retener, a no reflexionar y a no profundizar. En palabras de algunos de mis estudiantes (Facultad de Informática Mazatlán, Uiniversidad Autónoma de Sinaloa) entrevistados para esta columna, obtuve unas respuestas muy curiosas, aquí dejo las tres que más captaron mi atención:

  1. “Siento que ya no puedo ver una pelí sin ver el celular cada 10 minutos.”
  2. “Me cuesta leer más de dos párrafos seguidos sin distraerme.”
  3. “Todo me parece aburrido si no tiene música y letras moviéndose.”

¿Hay solución? Sí, pero requiere consciencia, hábitos nuevos y mucha voluntad. Algunas acciones clave incluyen limitar el tiempo en redes sociales mediante aplicaciones de control como Forest o Digital Wellbeing; practicar atención plena (mindfulness) para entrenar al cerebro a mantenerse en el presente; recuperar el gusto por las actividades lentas y profundas, como leer, caminar sin música o ver películas completas sin interrupciones; y consumir contenido significativo, en lugar de dejarse llevar únicamente por lo que el algoritmo sugiere. El brainrot no es un diagnóstico médico, pero sí un síntoma social de una era hiperconectada que nos exige detenernos, cuestionar y reformular nuestra relación cotidiana con la tecnología.

En México, donde el acceso a internet es cada vez más universal y la cultura digital domina desde edades tempranas, es urgente hablar del “brainrot” más allá del meme. No se trata de satanizar TikTok ni las redes, sino de recuperar el control de nuestra atención, que es uno de los recursos más valiosos y que  más se ha explotado en nuestra generación.

Es cuánto.