Culiacán, Sinaloa.- Este miércoles tembló en Culiacán. Y al sentir el movimiento telúrico, la primera reacción de muchos culiacanenses fue pensar que se trataba de una explosión.
El error fue justificado. Desde hace casi un año los habitantes de la capital sinaloense viven en medio de una crisis de violencia que le ha dado a Sinaloa el primer lugar en el número de ‘atrocidades’ cometidas durante el año a nivel nacional.*
Pero los culiacanenses llevan viviendo en un estado de alerta permanente, por lo menos, desde el pasado 9 de septiembre.
Las jornadas violentas, los desplazamientos, las masacres, la tortura de personas, las fosas clandestinas y más actos de violencia extrema, han calado en la seguridad, la economía, la cotidianidad y la salud mental de los culiacanenses.
En medio de esta llamada ‘narcoguerra’, han sido múltiples los casos de víctimas colaterales. Y la sociedad ha sufrido una gran herida ante el asesinato de niños y niñas.
El pasado domingo 20 de julio, el gabinete federal de seguridad acudió a Culiacán a ofrecer una rueda de prensa anunciando acciones y destacando resultados.
Mil 500 detenidos, 3000 armas decomisadas, 50 mil kilos de droga asegurada y capturas clave, como la de Ovidio Guzmán, el “Güerito Cannobio”, el Perris, el Oso, el 200 o el Chavo Félix; así como la afirmación del secretario federal de seguridad, Omar García Harfuch, de que las facciones del Cartel de Sinaloa en disputa ‘han sido mermadas’.
Más tarde ese mismo día, una mujer murió víctima de una bala pérdida en el Malecón Nuevo, justo en un día y horario en que la zona es frecuentada por familias para comprar una botana o pasear. El origen de la bala fue el ataque a un comandante de la policía municipal, que resultó herido.
Este hubiera sido el segundo comandante asesinado en 5 días, tras el atentado contra del comandante Nitro de la Policía Estatal el 15 de julio frente a la secretaría de educación pública. Evento en el que su esposa también resultó herida.
Un vídeo de un partido de beisbol infantil en la cancha junto al Zoológico de Culiacán, registra el ataque del 20 de julio mostrando a los pequeños corriendo a resguardarse del ruido de las balas. La escena que se ha repetido en plazas, escuelas y vecindarios desde hace ya casi un año.
Aunque los episodios violentos en Sinaloa han sido recurrentes, durante el actual ‘culiacanazo extendido’ han sido más notorios el uso de ponchallantas, autos ‘acorazados’ con blindaje artesanal, y el uso de explosivos lanzados desde drones. En zonas altas del municipio de Concordia, pobladores han reportado ‘bombas enterradas’ con motivo del conflicto.
En este municipio, pero no solo en este, sus pobladores han sido víctimas del desplazamiento forzado ante la tensión entre los grupos del crimen; y previo al inicio del temporal, también de incendios forestales provocados que llevaron la estadística de hectáreas afectadas en Sinaloa a un máximo histórico fuera de toda proporción.
En Culiacán, los efectos han sido palpables. Una amplia alza en los asesinatos, desapariciones y robo de vehículos; cierre de negocios y pérdida de empleos, cierre de escuelas y una vida social disminuida que intenta recuperarse sin éxito ante la aplastante realidad de la violencia.
Así, este miércoles al sentir que el mundo se movía, muchos culiacanenses pensaron primero en una bomba, antes que en un temblor, los cuáles han sido poco comunes a un nivel tan alto en la entidad.
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