Culiacán, Sin.– A casi un año del repunte de violencia que disparó las desapariciones forzadas en Sinaloa, el rostro de la crisis tiene nombre y apellido: Paul Leonel Jacobo Benítez, un joven con autismo diagnosticado, fue desaparecido el 30 de marzo afuera de su casa en la colonia Los Huertos, al sur de Culiacán.

Su hermana, Valeria Jacobo, lo busca desde entonces. Lo hace sola, con otras madres, hermanas y familias organizadas en el colectivo Madres en lucha por tu regreso a casa A.C., quienes han hecho de la exigencia de búsqueda una lucha colectiva.

Lo único que estamos exigiendo es que vuelva a casa, que lo dejen regresar. Somos una familia trabajadora, no nos metemos con nadie”, dice.

Según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), de la Comisión Nacional de Búsqueda, del 25 de julio de 2024, fecha en la que se toma como el detonante de la guerra al interior del Cartel de Sinaloa, a la fecha han sido reportadas 1 mil 657 desapariciones en Sinaloa, de las cuales 1 mil 073 personas continúan sin ser localizadas. Las 584 localizadas incluyen a 126 personas encontradas sin vida y al resto, con vida.

Valeria cuenta que ese día, su hermano salió de casa hablando por teléfono. “Desde entonces no sabemos nada de él. No nos han comunicado si necesitan dinero, un rescate, algo. Nada. Sabemos que fue desaparecido por personas que pertenecen a un grupo antagónico del crimen organizado que se despliega en el sector”.

A pesar de la gravedad del caso, la familia enfrenta también la indiferencia institucional. Esta semana, relata, las autoridades les cancelaron una búsqueda en el basurón municipal.

Queremos exigir que no nos cancelen las búsquedas. No es como que vamos de vacaciones, no son salidas para derrochar el dinero del gobierno. Son búsquedas para buscar a nuestros desaparecidos”, reclama.

Mientras avanza el conteo de desaparecidos, también crecen las historias de familias como la de Valeria, que se ven forzadas a organizarse en colectivos ante la ausencia del Estado.

Jamás imaginamos estar en estos zapatos. Nunca nos metimos a un colectivo pensando dañar a nadie. Solo queremos a nuestros desaparecidos de vuelta”, dice.

En medio de las cifras frías y los comunicados oficiales, Valeria pone en palabras lo que significa vivir con la incertidumbre: “Mi hermano tiene desde marzo, pero hay personas que están desde octubre o tienen más de cuatro o cinco años desaparecidos. No somos números. Somos familias que buscamos”.

 

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