Culiacán, Sin.- En julio de 2024, Sinaloa vivió un repunte inédito de desapariciones, con más de 200 casos registrados solo ese mes, pero las autoridades no reaccionaron; el incremento pasó desapercibido en cifras oficiales, mientras el colectivo Sabuesas Guerreras, desbordado por fichas y llamadas de auxilio, detectaba un patrón creciente y silencioso de personas no localizadas que, por miedo, no eran denunciadas ante la Fiscalía.

María Isabel, integrante de dicho colectivo,  recuerda que en enero de 2025 se encontraba sentada con la fiscal general de Sinaloa, Claudia Zulema Sánchez Kondo; hablaban sobre el otro fenómeno delincuencial que había generado el quiebre al interior del Cártel de Sinaloa aparte de los homicidios dolosos, lo que ella denomina, desapariciones masivas.

—”Tú tienes más cifras, ¿por qué?”, le cuestionó Sánchez Kondo, a lo que la integrante de la asociación civil Sabuesas Guerreras, le respondió:

“A mí me denuncia quien no ha ido a la FGE por miedo, viene y me dicen, ‘sabes qué, no puedo denunciar, me tienen amenazada, pero quiero que mi hijo tengo una ficha y registro contigo’. Por eso no van y denuncian”, contestó.

Una crisis invisible: cifras que no aparecen en los registros oficiales

De acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Comisión Nacional de Búsqueda, del 25 de julio de 2024 a la fecha han desaparecido 1 mil 657 personas en Sinaloa, de las cuales 1 mil 073 continúan sin ser localizadas, mientras que 584 localizadas incluyen a 126 personas encontradas sin vida. Es ese mismo perido pero de 2023 a 2024, las personas desaparecidas fueron 902.

Sin embargo, estas son las fichas oficiales.

En paralelo, el colectivo Sabuesas Guerreras A.C. lleva sus propias estadísticas recopiladas de las personas que acuden con ellas y que a partir de junio de 2024 los números de desapariciones se dispararon. Para la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa esta anomalía es una crisis humanitaria.

“La gente no acude por miedo. También sabemos que en esa temporalidad muchos delincuentes aprovecharon. Hubo gente abusiva que aprovechó ese tiempo de levantones: en la extorsión. Iba gente que iba a levantar una denuncia y solo la Fiscalía tenía los datos. ¿Cómo se enteraban? ¿De dónde salían esos datos? ‘Yo fui a la FGE Isabel’, me decían, ‘me hablaron y nadie tiene mi número más que al que se lo di en el Ministerio Público’”, da a conocer entrevistada por Espejo.

María Isabel Cruz Bernal, integrante del colectivo de búsqueda, Sabuesos Guerreras

Un nuevo tipo de violencia: la desaparición como arma silenciosa

“Narcopandemia”, “Guerra entre Mayos y Chapos”, “El Culiacanazo expandido”, o simplemente “La violencia”, como los llaman los habitantes de Culiacán, es un periodo prolongado de tiempo donde fracciones del Cártel de Sinaloa —principalmente los seguidores de los hijos de Ismael “El Mazo” Zambada y los de Joaquín “El Chapo” Guzmán — se han enfrentado en la zona urbana de Culiacán y sus sindicaturas (también en otros municipios de Sinaloa) desde la captura del primero.

Tanto el Gobierno Federal, Estatal y la ciudadanía entera concuerdan en que este contexto de violencia y jornadas interminables de desapariciones y asesinatos y enfrentamientos estalló el 9 de septiembre de 2024, en la colonia La Campiña de la capital sinaloense.

Cuando las redes sociales sustituyen al Estado

Entre esa fecha y el 25 de julio de 2025, día en que “El Mayo” fue secuestrado y llevado a Estados Unidos en contra de su voluntad por los hijos de Joaquín Guzmán Loera, fueron semanas de sospechosa tranquilidad en Sinaloa. La pugna interna del narcotráfico sinaloense no fue de inmediato como muchos pensaron. O por lo menos no fue palpable con combates armados en plena vía pública, a medio día, en zonas céntricas como después se registraron.

Entre ese lapso el colectivo Sabuesas Guerreras ya tenía indicios de que algo grave ocurriría y las pruebas, en este caso un aumento de fichas de búsqueda, le advertían.

“Para nosotros el año empezó ‘normal’. Con tres, cuatro fichas a la semana. Ni siquiera diarias, a lo mejor una persona desaparecida diaria. Variaba, uno, dos. Pero nuestro repunte empezó, para nosotros, desde el mes de julio. Fue cuando empezamos a notar que algo no cuadraba, que las fichas eran más”, expone para Espejo.

“Empezaron a llegar más y más. Julio fue uno de los meses que también cerró…junio lo cerramos con ochenta y tantas personas desaparecidas y fue un número que, tal vez, nadie consideró, no le pusimos atención”, continúa.

La activista explica que no fue normal que el mes de julio de 2024 cerrara con poco más de 200 desapariciones: “y nadie lo notó”.

“Nosotros empezamos a notar esa diferencia y fue cuando empezamos a ver que las familias ponían sus números de teléfono en las cuentas de Facebook de nosotros y en las fichas que ellas hacían personales”, comenta.

En los meses de julio y agosto de 2024, la cuenta oficial de Facebook de Sabuesas Guerreras comenzó a tener interacciones más de lo común, algo que las hizo cuestionarse cosas: estaban frente a un nuevo fenómeno que se reproducía dentro de la propia crisis humanitaria que ya existía.

Las redes sociales del colectivo empezaron a tener mucha visibilidad en internet. Muchas personas comenzaron a mandarles sus fichas elaboradas por ellas y las buscadoras no se daban abasto.

“Nosotros no estábamos preparadas para esto. Llegó el momento en que dijimos ya no podemos. Es demasiado para nosotros. No somos tan técnicas para andar en las redes sociales y sí nos costó mucho trabajo”, expresa.

“Yo a veces me soltaba llorando de ver las cifras, de ver cómo las mamás me decían “es que tú eres mi única solución, mi única opción, la única que puede ayudarme. Tú eres la única que puede decirme qué puedo hacer”, precisa.

Extorsión y miedo: otro rostro del dolor

Esta coyuntura también hizo a María Isabel cuestionarse “¿por qué estas personas acuden a mí si yo no soy el gobierno?”. Muchas madres desesperadas llegaron a reclamarle por qué no salían a buscar a su hijo, por lo que no le quedó más que comprender esa desesperación.

Señala que esto le provocaba más coraje con la situación, principalmente con las autoridades. De su parte, explica que tuvieron que iniciar una campaña para que las personas con familiares desaparecidos no escribieran sus números de celular en los comentarios de su página de Facebook.

La Fiscalía General del Estado informó que los casos de extorsión telefónica en Sinaloa se incrementaron en más de un 30 por ciento, un delito que se alimenta del ambiente de inseguridad y temor para presionar emocionalmente a las víctimas y obtener recursos económicos.

 

Ilustración: Vanessa Beltrán

La extorsión estaba a la orden del día.

Lo anterior, porque este momento de crisis generó otro comportamiento delincuencial en Sinaloa: el aumento de las extorsiones.

“Eran 80 mil, 150 mil, 200 mil lo que pedían los delincuentes. Después me llamaban los familiares para decirme que había sido una extorsión. Entonces, todo eso provocó pánico. A muchos les hablaban para decirles que sabían dónde estaba su familiar y no era cierto. ‘Deposite y se lo doy’. Y tú con aquel dolor lo haces”, reprocha.

Al respecto, Apenas el 6 de julio el Gobierno Federal lanzó la Estrategia Nacional contra la Extorsión, donde todavía Sinaloa no es un estado prioritario para combatir este delito; destacan Estado de México, Guanajuato, Nuevo León, CDMX, Veracruz, Jalisco y Guerrero.

“Entonces, sí nos costó mucho trabajo, asimilar, nunca nos esperamos esto y  sí, la página aumentó de seguidores: se repuntó con fichas de desaparecidos”, menciona.

Este nuevo reto también ocasionó que el colectivo Sabuesas Guerreras aprendiera a trabajar de otra manera. Consiguieron un estudiante de Informática que comenzó a realizar su servicio social con ellas y él les enseñó a hacer una base de datos.

De registrar las fichas de búsqueda de personas desaparecidas en libretas ahora usan una computadora. Ahora llevan estadísticas de cifras, números que van en aumento y se traducen en coraje y rechazo de esa realidad.

“Todavía no salimos a búsqueda como lo hacíamos antes. Mejor nos dedicamos a la investigación primero y vemos si es punto seguro o no. Eso nos pasó muchas veces, que te hablaban para decirnos el supuesto lugar de una fosa y no había tal. Entonces, el peligro en que nos exponíamos era bastante”, advierte.

“Sí salimos solas, o con seguridad, pero a veces no confiamos ni en la misma seguridad. Con esto tuvimos que empezar a trabajar de otras maneras y a organizarnos”.