Texto: Andi Sarmiento
Foto: Tomada del trailer oficial
CIUDAD DE MÉXICO. – No hagas olas (Pas de vagues) es una película del director francés Teddy Lussi-Modeste, basada en un caso real.
El título hace referencia al hashtag #pasdevagues, parte de un movimiento surgido en Francia hace algunos años tras la viralización de un video en el que un alumno apuntaba con una pistola a su profesora. Aunque el arma era falsa, el hecho se convirtió en un símbolo poderoso de la violencia cotidiana en las instituciones educativas, la desatención hacia los estudiantes y, principalmente, la desprotección de los docentes.
Abrir discusiones necesarias
La cinta narra la historia de Julien, un profesor de secundaria denunciado por abuso sexual por una de sus alumnas. Desde el inicio, se plantea que la acusación es falsa; sin embargo, desencadena una serie de eventos que evidencian la complejidad de gestionar un testimonio de este tipo y ponen de manifiesto la falta de capacitación de las escuelas para abordar tales situaciones.
La película explora diversas aristas poco discutidas en casos de violencia sexual. En primer lugar, invita a reflexionar sobre la cultura de la denuncia actual, tergiversada por la masificación de las redes sociales. Denunciar nunca ha sido un proceso sencillo, pues implica enfrentarse no solo a trámites burocráticos, sino también a estigmas y juicios morales. No obstante, el acto de alzar la voz se ha transformado gracias a la exposición que brinda internet y al mayor acceso a información —aunque esta sea, en muchos casos, superficial o incompleta—. Además, se percibe un cambio en la mentalidad colectiva que ha aligerado, en cierta medida, el peso de una denuncia.
En los últimos años, se han impulsado discursos e iniciativas para priorizar a las víctimas, eliminando barreras institucionales que obstaculizan la atención efectiva de las demandas. Un ejemplo es la flexibilización en la exigencia de pruebas, que antes reflejaba la desconfianza hacia quien denunciaba. Si bien estos avances son fruto de una larga lucha social, las medidas siguen siendo insuficientes para alcanzar una verdadera justicia.
¿Qué ocurre cuando la acusación es falsa?
Aunque esta pregunta se ha usado para invalidar numerosas denuncias, plantea un debate crucial para construir mecanismos de protección más robustos. Antes de juzgar la denuncia en sí, es necesario analizar los factores que la rodean. Por ejemplo, es fundamental definir qué se considera acoso y bajo qué parámetros se evalúa, así como entender el contexto desde el que se denuncia para abordarlo adecuadamente. Cada experiencia es distinta, y muchas veces el acoso se manifiesta en acciones normalizadas que se interpretan de manera diferente según el contexto y la información disponible. Asimismo, hay que examinar las circunstancias de las partes involucradas para profundizar en el caso.
Esta complejidad dificulta establecer un protocolo único, ya que cada situación requiere atención específica. No obstante, las normativas pueden servir como base si se abordan con análisis profundos y considerando factores psicosociales. En la película, esto no ocurre: se ignoran las condiciones del profesor y de la alumna, y las autoridades se centran únicamente en el testimonio, sin investigar. Se emiten juicios precipitados, priorizando la imagen de la escuela sobre el bienestar de la comunidad. Los directivos evitan el escándalo en lugar de buscar una solución integral, y su negligencia agrava la situación.
La urgencia de trabajar en las escuelas
Como espectadores, sabemos que la acusación es falsa, pero en la trama nadie indaga al respecto. Aunque algunos creen en la palabra del profesor, nadie cuestiona por qué una menor realizaría tal denuncia. Tampoco se escucha a la alumna, lo que convierte a ambos en blanco de juicios sociales. Así, el debate se centra en quién tiene la razón, en lugar de examinar las fallas estructurales que originaron el conflicto.
Ambos quedan expuestos a una comunidad falta de empatía y a un sistema legal que no los protege. El profesor y la alumna son víctimas de estructuras fallidas, y clasificar sus acciones como «correctas» o «incorrectas» niega su vulnerabilidad compartida. Las instituciones han fracasado al no garantizar protección a ninguna de las partes, al tratar el caso superficialmente y al guiarse por la opinión pública en vez de por la integridad de los involucrados.
No hagas olas evidencia la urgencia de debatir sobre los esquemas de seguridad en las escuelas, pues retrata una problemática global: la falta de amparo para estudiantes y docentes. Es crucial generar protocolos integrales que ataquen las raíces del problema, con estrategias adaptables a diversas experiencias, donde se respete a la víctima sin invalidar el derecho a la defensa. La película nos recuerda el largo camino por recorrer en materia de violencia sexual y legalidad. La denuncia es solo la punta del iceberg; debemos enfocarnos en los factores subyacentes, pues ignorarlos perpetúa el acoso en las instituciones.
Esta película está disponible en la Cineteca Nacional.
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