Culiacán, Sin.- El llamado era claro: exigir un transporte público digno, seguro y accesible. La expectativa era reunir a por lo menos un centenar de ciudadanos inconformes. Pero la realidad fue otra: apenas cuatro personas se presentaron en la manifestación convocada en la capital sinaloense.
Delilah Barajas Cruz, activista digital y organizadora de la marcha, reconoció su sorpresa ante la apatía ciudadana, pese a que el tema afecta a miles de usuarios que dependen diariamente de camiones viejos, rutas desarticuladas y tarifas que golpean la economía familiar.
Delilah Barajas, activista digital, inició la marcha como acto simbólico.
“A todos nos afecta… Si el transporte público no mejora, seguiremos dependiendo del vehículo privado. Y entonces nos quejamos de que hay mucho tráfico, hay mucho calor, eso pasa porque hay muchos carros circulando, la contaminación. En un camión viajan hasta 60 personas: eso significa 60 autos menos en la calle”, señaló Barajas.
El pliego de demandas era amplio: mantenimiento y modernización de unidades, accesibilidad para personas con discapacidad, planeación de rutas interconectadas, paradas fijas, horarios regulares y tarifas justas que no consuman más del 20 por ciento del ingreso mensual de un trabajador. La exigencia central: dejar de ver el transporte público como negocio y reconocerlo como un derecho ciudadano.
Los pocos ciudadanos que se reunieron llevaron pancartas exigiendo un transporte público digno.
Pero mientras la Dirección de Tránsito Municipal desplegaba un operativo mayor que el número de manifestantes, los culichis permanecieron ausentes. La imagen fue contundente, fue una protesta reducida, casi simbólica, contra un sistema de transporte controlado por unas cuantas familias y sin voluntad visible de cambio.
“Se subestima la situación y no se ve el panorama general. Algunos dicen que la prioridad es la violencia, pero enfrentamos varias problemáticas. Esta misma ola ha desencadenado otros conflictos, sí, pero hay que tratar de resolverlos todos y no minimizarlos. Aquí en Culiacán, el transporte público no es público: es privado, pertenece a al menos 10 familias y debemos exigirles que brinden un servicio digno”, concluyó la activista.
La marcha simbólica inició al pie de la Lomita y tomó parte de un carril de la avenida Álvaro Obregón y concluyó en la Catedral de Culiacán.
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