Navolato, Sin.— Hace 43 años, el 27 de agosto de 1982, Navolato dejó de ser sindicatura de Culiacán para convertirse en municipio. Detrás de esto hay más de 50 años de lucha, que pasó de generación en generación, hasta que solo un hombre, Eduardo Burgueño Aguilar, actual cronista de Navolato, quedó como heredero y testigo de la causa.
En entrevista con Revista ESPEJO, Burgueño relató cómo, en 1928, comenzó la inquietud de emanciparse de Culiacán. Fue entonces cuando Antonio Bonifant-Garibaldi pidió la separación de la capital sinaloense.. El argumento era simple: la sindicatura necesitaba autonomía para decidir sobre sus propios recursos.
A su causa se unieron el azucarero Jesús Almada y, más tarde, un inmigrante italiano, Nelo Paperini, quien adoptó la lucha como propia. Juntos llevaron por primera vez la propuesta al Congreso del Estado en 1934, pero los intereses políticos y económicos que se oponían fueron más fuertes, y la iniciativa quedó congelada.
Sin embargo, en las calles y las rancherías se mantenía viva la idea de un Navolato independiente.
El paso de los años fue debilitando al grupo fundador. En 1943 murió Almada; en 1969 falleció Paperini. Para los años setenta, Bonifant era el único que quedaba al frente, cansado por las décadas de lucha y por una enfermedad.
En su lecho de muerte, encomendó a su amigo Eduardo Burgueño continuar con la causa:
“Me dijo: ‘No bajen la bandera, luchen hasta lograrlo’. Y ahí nació la Asociación Civil Pro Constitución del Municipio Libre de Navolato”, recuerda.
El movimiento se desplegó en la vida cotidiana. En la radio, con Jesús Guillermo Chucuán Soto, se escuchaba un jingle con la canción del sinaloense de fondo:
“Por derecho, nuestro derecho: Navolato, municipio libre”.
Las bardas eran pintadas con eslóganes a favor de la municipalización; las cartulinas, e incluso los carros, difundían el mensaje de “Navolato libre”. Burgueño recuerda que en cada rancho, la gente preguntaba con ansiedad cómo avanzaba la causa.
El entusiasmo, sin embargo, se topaba con resistencias. El cronista narró que un día, en San Pedro, un conocido se le acercó con un mensaje del gobernador Alfonso Calderón Velarde:
“Me dijo que el gobernador estaba muy molesto conmigo porque no dejaba de hablar del municipio. Que no quería otro municipio en Sinaloa, y menos que fuera un municipio pobre como Navolato”, dijo.
Era un llamado de advertencia, pero Burgueño decidió no detenerse. Viajó a la Ciudad de México, donde encontró apoyo en el líder cañero Antonio Yamaguchi Hernández, quien lo llevó hasta el secretario de Gobernación, Enrique Olivares Santana. El funcionario escuchó la historia y le dijo: Sigan con su lucha, no se detengan.
Fue un respaldo moral que animó a los navolatenses a continuar.
El momento decisivo llegó el 16 de mayo de 1982, cuando más de 50 mil personas abarrotaron el centro de Navolato. Frente al candidato a gobernador Antonio Toledo Corro, la multitud exigió el reconocimiento municipal. Esa concentración, la más grande que se recuerda en la historia de la región, fue la prueba de que Navolato estaba listo.
Toledo Corro frente a una multitud de navolatenses.
Pocos meses después, el Congreso del Estado aprobó la municipalización y el 27 de agosto de 1982 se firmó el acta que convirtió a Navolato en el municipio número 18 de Sinaloa.
Copia del acta de congreso.
Lo que cambió ser municipio
Con el reconocimiento llegó un nuevo reto: organizar la administración. En lugar de depender de Culiacán, Navolato debía decidir por sí mismo. Se elaboró un bando de policía, se definió dónde ubicar el palacio municipal, se gestionaron oficinas, créditos y servicios básicos.
En 1983 se realizaron elecciones y, en enero de 1984, comenzó el primer gobierno municipal electo, siendo Antonio Yamaguchi Hernández el primer alcalde de Navolato.
El impacto fue inmediato: en su primer año, Navolato ya se ubicaba en el séptimo lugar estatal en captación fiscal.
“Eso demostró que la gente confió en su propio municipio y estaba dispuesta a aportar para su desarrollo”, dice Burgueño.
El municipio cambió la forma de tomar decisiones, pero eso no resolvió de fondo los desafíos históricos.
La pobreza, la desigualdad y el cierre del ingenio azucarero en 2013 —que desde 1893 fue el motor económico de la región— dejaron una huella profunda, tanto económica como social. Desde entonces, la agricultura y la pesca se han convertido en las principales fuentes de sustento, aunque no exentas de limitaciones.
Hoy, Navolato sigue enfrentando retos importantes, pero lo hace con herramientas que antes no tenía: la capacidad de gobernarse, de organizar su administración y de definir su rumbo.
Su gente mira con optimismo el futuro de Navolato, uno que podría ser ejemplo de lo que implica volverse municipio, tanto en la lucha como en el camino que aún falta por recorrerse.
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