Culiacán, Sin.- La violencia del último fin de semana de agosto rompió incluso los espacios que hasta hace poco eran considerados neutrales: los hospitales. Tres ataques armados sacudieron la capital sinaloense, dejando un saldo de pacientes asesinados, familiares baleados y personal médico obligado a trabajar bajo la sombra del miedo.

La respuesta gubernamental prometió ser contundente: reforzar la seguridad en todos los hospitales de Culiacán. Sin embargo, un recorrido realizado por Revista ESPEJO revela que la realidad es mucho más desigual.

 

General blindado, Civil desprotegido

 

En el Hospital General de Culiacán, donde un sicario ingresó disfrazado de médico para ultimar a un paciente herido de bala, la vigilancia ahora es evidente. En cada entrada permanecen al menos dos elementos de la SEDENA que revisan bolsas y pertenencias de quienes buscan atención médica. Además, se instaló un detector de metales operado por seguridad privada, lo que convierte al nosocomio en el único de la capital con un doble filtro de ingreso.

El contraste es claro al recorrer el Hospital Civil de Culiacán, escenario de la masacre del 29 de agosto, cuando hombres armados dispararon contra familiares en la sala de urgencias, dejando cuatro muertos y tres heridos. Hoy, los rastros de aquella tarde, los impactos de bala que quedaron en la fachada, ya fueron cubiertos, pero lo que no se observa es seguridad. Solo dos civiles con uniformes atienden la entrada; ningún militar ni policía resguarda las instalaciones. En el perímetro, las patrullas de distintas corporaciones circulan por la avenida Álvaro Obregón, pero al interior no hay filtros, revisiones ni protocolos visibles.

 

Clínicas privadas, expuestas

 

En este sitio no hay ni siquiera un guardia, ningún filtro para ingresar.

La Clínica Hospital Culiacán, donde un paciente herido de bala fue asesinado mientras recibía atención médica, tampoco muestra reforzamiento de seguridad. La entrada opera únicamente con una recepción manejada por una persona. No hay recorridos preventivos ni filtros de acceso, a pesar de que la zona donde se ubica concentra laboratorios y consultorios privados.

En otras clínicas y hospitales privados visitados, la constante fue la misma: recepcionistas a cargo de la entrada, pero sin presencia de cuerpos de seguridad ni medidas de control.

Protocolos en papel

 

De acuerdo con el secretario de Salud en Sinaloa, Cuitláhuac González Galindo, las medidas oficiales contemplan tres ejes:

  • Avisar al 911 cuando ingrese un paciente herido de bala, para que el recinto sea resguardado o se valore un traslado.
  • Exigir identificación a todo el personal de salud y administrativo mediante gafetes oficiales.
  • Incluir a hospitales públicos y privados en los recorridos del Grupo Interinstitucional de seguridad.

 

El detector de metales ahora es obligatorio.

En el caso específico del Hospital General, se establece la obligatoriedad de pasar por detector de metales, portar identificación oficial y atravesar al menos dos filtros de revisión.

 

El vacío de confianza

 

La pregunta que queda en el aire es si estas medidas alcanzan a garantizar seguridad real en espacios cuya vocación es salvar vidas. Mientras en el General los pacientes son revisados, en el Civil y las clínicas privadas se accede sin mayor obstáculo que una recepción.

 

 

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