Culiacán, Sinaloa.- Ernesto Rocha, hijo del teatro de Culiacán, ha forjado, a sus 32 años, un admirable currículum en los escenarios teatrales de la Ciudad de México. En octubre, su protagónico en Adiós, amor, obra original de Indra Villaseñor Amador, y el cortometraje Persona a persona, de Ricardo V. Schott donde también participó, serán proyectados en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2025. En entrevista para Revista ESPEJO, Ernesto habló sobre sus inicios y lo que representa esta proyección en su carrera artística.

A los 9 años participó en su primera obra de teatro: Entremés del mancebo que casó con mujer brava, interpretando a Patronio, el primer personaje que salía a escena. En ese momento, se enfrentó a dos grandes retos, el pánico escénico –que lo hizo olvidar sus líneas– y la mirada atenta de los espectadores.

“Yo estaba muy chiquito y pensé que lo tenía bien ensayado, ¿no? En ese momento así lo sentía. Pero al ver al público, como que se me nubló la vista, se me olvidó el texto y me quedé paralizado. Después me regresó el texto y ya pude continuar, pero sentí que ese lapso fue eterno, porque era la primera vez que me enfrentaba a lo que una maestra llamaba ‘el monstruo de las mil cabezas’”, dijo entre risas el actor.

Su recorrido en el teatro culichi fue breve, pero significativo. Participó en una presentación de Vaselina y en Locos de amor, dirigida por Lorena Fierro, experiencia que marcó su desarrollo artístico antes de trasladarse a la Ciudad de México para estudiar Teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2015.

En esta nueva ciudad, rápidamente formó su red de apoyo, ya que convivir con las mismas personas durante más de seis horas diarias le ayudó a estrechar lazos con sus amigos y colegas. Fue junto a este grupo de amigos que Ernesto formó el colectivo El Llamado Teatro, con montajes como Cocolín o el Chico Pesadilla. Además, participó en el proyecto franco-mexicano Mundo en fuego, una colaboración con la Escuela Nacional Superior de Artes y Técnicas del Teatro (ENSATT), en Lyon, Francia.

Su llegada a “Adiós, amor”

 

La oportunidad de participar en una película rodada en Sinaloa le llegó a través de un mensaje: un anuncio que buscaba a un actor con un perfil específico.

“Me mandaron el casting, un póster que decía: ‘Buscamos norteños para película con tales características.’ Pero yo no era lo que buscaban físicamente. Buscaban personas morenas y robustas. Yo, en ese momento, era mucho más flaquito que ahora. Y no lo envié”.

Dos personas más le insistieron en que enviara el casting. Ante la insistencia, terminó cediendo y, a pesar de no cumplir con todos los requisitos, solo coincidía con la parte de “norteño”. Fue llamado para un callback, dando inicio a un proceso de selección que duró seis meses y que estuvo lleno de nervios e incertidumbre.

No fue sino hasta un día, mientras viajaba en el Metrobús, que recibió un mensaje de la directora del filme.

“Oye, pues nos ha gustado mucho tu casting y te quiero preguntar si quieres ser el protagonista de mi película.”

Según Ernesto, en él habían visto a Chuy, el protagonista, y eso cambió por completo la visión que tenían sobre cómo debía ser el personaje.

Aprender a ser Chuy

La película se rodaría en Angostura, en un pequeño pueblo pesquero llamado Costa Azul: un lugar pintoresco, lleno de arena, cuya principal actividad económica es la pesca del camarón. Este fue el oficio que Ernesto tuvo que aprender desde el primer día que llegó al lugar.

“El primer día que llegué a Costa Azul, me mandaron a marea a las cinco de la tarde. Así, de pronto: ‘Vete ya a pescar’ y la pesca del camarón es bien pesada, porque hacía mucho frío. Yo iba muy emocionado porque nunca había manejado una panga, nunca había pescado camarón, nunca había estado en el mar con otro pescador que no conocía. Él me enseñó mientras me contaba historias de toda su vida. Eso fue increíble.”

La pesca del camarón no solo le exigió adaptarse a condiciones duras, trabajar de noche, resistir el frío, esperar en silencio, también le regaló aprendizajes que van más allá del cine.

“Aprendí mucho de la vida escuchando a los pescadores, más que de la pesca misma”, recordó con nostalgia.

 

Ernesto en grabaciones.

Un sueño cumplido en Morelia

A tres años de haber grabado la película, esta será proyectada en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2025. Para Ernesto, la proyección significa la culminación de un sueño y el inicio de una nueva etapa.

“Se cierra un ciclo de esperar por la película. La grabamos hace 3 años y yo regresando tenía esa expectativa de que todo iba a ser muy fácil. (…) El hecho de ver la película ahí terminada en un festival importante, rodeado de gente que trabajó en esa película, va a ir mi familia, van a ir amigos, pues eso: logró el objetivo, juntar, unir, hacer comunidad.

Eso de Morelia yo creo que es un paso, pero no es el paso final, ¿no? Es algo importante que he logrado hacer, que hemos logrado hacer, y que me ha brindado la oportunidad de conocer gente increíble. (…) Aparte es mi primer festival. Estoy muy emocionado y con la apertura de ver qué sucede” concluye Ernesto.

Ese niño que alguna vez se paralizó frente al público ahora se prepara para enfrentar al público del Festival de Morelia con la misma emoción que lo acompañó desde sus primeros pasos en el teatro, pero con una certeza distinta: la de haber cumplido un sueño que apenas abre nuevos caminos.

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