Texto: Jade Guerrero
Foto: Especial
CIUDAD DE MÉXICO. – La prohibición desató protestas masivas, encabezadas por la población, que dejaron al menos 19 muertos, decenas de heridos y la renuncia del primer ministro K. P. Sharma Oli. Tras la escalada de violencia y presión social, el 9 de septiembre el gobierno levantó el bloqueo y anunció la creación de un comité para investigar los hechos.
Las calles de Katmandú y otras ciudades nepalíes se convirtieron en escenario de una de las mayores revueltas juveniles en mucho tiempo.
El detonante fue el anuncio que dio el gobierno de Nepal de que se bloquearían plataformas como Facebook, X y YouTube, entre otras; esto con el argumento de que las compañías no se habían registrado oficialmente ante las autoridades locales.
Esto, para la población de Nepal, representó un acto de censura por parte de su gobierno y un nuevo intento de control autoritario. Esta prohibición solo fue la gota que derramó el vaso, ya que las juventudes nepalíes, conocidas como la Generación Z, ya venían usando las redes para denunciar la corrupción y el nepotismo bajo el hashtag #nepokids, que usan para denunciar cómo los hijos de los líderes políticos gozan de un estilo de vida y ventajas a las que la población común no puede acceder.
El descontento social ya estaba acumulado desde hace tiempo, ya que los ciudadanos llevan tiempo experimentando altos niveles de desempleo, particularmente desempleo juvenil que enfrenta una grave crisis en las oportunidades, ya que el 20% de las y los jóvenes que quieren trabajar no consiguen un empleo dentro de su país. Y los trabajos que encuentran son precarios, tanto en horas laborales como en salario. Además, se estima que un aproximado de 1500 jóvenes abandonan Nepal cada día en busca de mejores oportunidades laborales, provocando una migración forzada; a esto se suman las redes de corrupción que dominan los partidos políticos. Es así como la censura fue un detonante ante muchas desigualdades.
La protesta
Solo fue cuestión de un par de horas que miles de jóvenes salieron a las calles de Katmandú, Pokhara e Itahari. Lo que comenzó como marchas pacíficas se tornó violento después de que la policía intentara dispersar a los manifestantes con gas lacrimógeno y balas de goma.
Los enfrentamientos en Nepal se intensificaron, lo que resultó en el incendio de edificios gubernamentales, incluyendo el parlamento y residencias de ministros. Antes de que se cortaran las plataformas digitales, videos mostraban enormes columnas de humo sobre la capital.
La respuesta de las fuerzas de seguridad fue sumamente violenta, con reportes de agencias internacionales confirmando la muerte de al menos 19 personas. Sin embargo, medios locales sugieren que el número de fallecidos podría ser aún mayor, con cientos de heridos.
Renuncia del primer ministro y vacío de poder
La violencia y la pérdida de control del Estado en puntos clave llevaron al primer ministro K. P. Sharma Oli a renunciar el 10 de septiembre. Su salida dejó un vacío de poder.
Para controlar los disturbios, se desplegó el ejército en Katmandú, que impuso un toque de queda en varias ciudades. La presencia de soldados en las calles y barricadas reflejó la gravedad de la crisis.
Las demandas del movimiento
Lo que comenzó como una protesta para defender la libertad en internet evolucionó rápidamente. Los jóvenes, que se identifican como la «Generación Z nepalí», ahora exigen un cambio profundo en el país, donde piden: el fin de la corrupción en los partidos políticos tradicionales, la creación de empleos dignos para evitar que la gente se vea forzada a emigrar, elecciones anticipadas que sean libres y transparentes y un gobierno provisional liderado por figuras de confianza.
Entre las figuras que han ganado apoyo destacan la exjueza Sushila Karki, vista como una persona independiente con autoridad moral, y el alcalde de Katmandú, Balen Shah, quien ha criticado abiertamente la represión del gobierno.
Una crisis con impacto regional
La inestabilidad en Nepal también preocupa a los países vecinos. Tanto India como China, que comparten frontera, han pedido calma y han ofrecido ayuda a sus ciudadanos en el país.
Organismos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado el uso excesivo de la fuerza y han solicitado investigaciones.
Nepal se encuentra en un punto crítico. Lo que suceda dependerá de si el ejército puede mantener el orden sin recurrir a más represión; sin embargo, el número de personas muertas va en aumento, así como el número de personas heridas.
El levantamiento de septiembre de 2025 es más que una simple protesta por las redes sociales; es un llamado de la juventud que busca un futuro con dignidad y transparencia.
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